Según los últimos
descubrimientos
científicos, el alma se
encuentra
en el cerebro. En mi
opinión: algo tendrá
que aportar el corazón
con los sentimientos.
Desde la profunda cordura...
Desde la profunda cordura
atravesando un laberinto de
pensamientos
acercarse puede al borde
abismal de la locura
para desde tan genial altura
conseguir, por ventura
una acertada reflexión.
Contribución para que así
afluya
la humana y necesaria
ternura
entroncada en la razón.
Acorralo con mis manos tu cintura
ensortijo
con mis dedos tu pelo
arrullan
tus oídos mis palabras
colmo
tu boca con mil besos.
Mi
mano es la bisectriz de tus muslos
relleno
tu vacío hueco, con eso
que
hace gozar y calma nuestro deseo,
cosquilleo
tus labios con las yemas de los dedos.
Se
unen tus pechos con mis fuertes latidos
sujeto
con brazos y manos el trasero
para
que no retires tu cuerpo del mío.
Noto
el rocío del no vacío hueco.
Se
fundió la miel en nuestras bocas,
pero...
despierto. Ha sido un sueño,
mucho
más... ¡un sueño vívido, estoy humedecido!.
La
mentira es un arma traidora e infame
de
los humanos. Los animales no saben mentir.
Así lo pienso
así lo creo
así lo digo
y, nada bueno espero.
Aunque una pesadumbre
pague de tributo por
ello.
Así sucedió. en efecto.
Y, más tarde...
Mis
parpados aletearon
y
dos perlas de cristal
por
la cuesta de mi faz bajaron.
.
Miro el horizonte, y veo los labios
del mar y el cielo unidos
en un inmenso e inabarcable
beso.
Pequeñas ondas, pequeñas
olas
- pequeños besos de espuma
blanca -
una tras otra hasta la playa
en oleada
el musitar del “jamás vienen
solas”,
el que en una eternidad se
alarga.
Mi sueño mar adentro
navega apaciblemente,
arriba sol y cielo,
abajo mar azul y velero
blanco.
En ese barco de ensueño
despierto en la madrugada
y anclado estoy en la rada
donde descansa mi cuerpo.
Y bate mi corazón
queriendo romper el joyero
como péndulo en un reloj
marcando segundos serios,
¡gravedad y misterio!.
LA PALABRA: los huesos y la sangre
del verso.
¡Ay! si fuese la palabra alma
poética, ¡sería el poema eternal!.
¡Oh!, poesía mía
donde me hallo te hallas,
donde no, no. Dentro de mí
corazón y en la sangre de mi
alma.
En la paz o en el fragor de la batalla diaria.
¡Tú eres lo que más conmueve!.
Pasea mayo
mimbrea su cintura
zarandea sensual sus caderas.
Su lozano pelo largo irisado
luce un ramillete abigarrado.
¡Canta, canta, canta
y mimbrea, entre tanto garbea!.
Sus altos tacones
de brillantes sones, deslumbran.
La alfombra aterciopelada
expande sus colores
donde mayo se pavonea.
¡Canta, canta, canta
con mil voces,
con mil notas que exhalan
coloridos aromas!.
¡La admiro encantado
quedando extasiado!.
Los poetas –al igual-
que todos lo escritores
beben aguas de todas marcas.
Al atardecer
concurren
en el oeste un enjambre
de laboriosas abejas áureas.
Las miro fijamente…
Cierro los ojos y pienso:
No a la mediocridad:
Negro sobre blanco; yo le llamo:
Blanco cielo, porque estar ante
el papel en el que los creadores
pueden escribir cosas dignas
para los ángeles literarios.
¡Oh!, divina mía no
quisiera ser irreverente
que mis vocablos no
pongan sombra, en tus
iluminados colores.
Mas sé, que no existe negrura
suficientemente
oscura
que un rayo de luz
no pueda transformar.
Con las chispas boreales de la mente
y las candentes brasas del corazón
compongo poemas ardientes.
Si los espejos atesorasen el reflejo
del ente tiempo, bastaría penetrar
en ellos para encontrar el alma.
Manuel Roberto Leonís
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