Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

sábado, 24 de mayo de 2025

Ventana al alma, de Guillermo Molina (Reseña nº 1104)

 


 

Guillermo Molina
Ventana al alma
Amazon, 2023

He tenido la suerte de conocer a un buen número de poetas, hombres y mujeres, en diferentes eventos que estamos llevando a cabo, a través del movimiento Acción de Escritores Solidarios, y que van representando una nueva generación que busca abrirse camino en el difícil mundo de la poesía. ¡Tan difícil que ayer leí que una persona mató a otra por una discusión de si poesía o prosa! Esperemos no cunda el ejemplo y sea la palabra, o la escritura, la que venza en el debate, si es que tal es necesario.

Guillermo Molina, nacido en Blanca y residente en San Pedro del Pinatar, es un hombre que ha encontrado en la poesía la forma de expresar y dar salida "a los ríos de sentimientos que me ahogaban por dentro", pero también creo que ha sido una forma de superarse a sí mismo, de encontrar el valor de hablar, de recitar, en público, algo que muchas veces es muy difícil.

Ventana al alma es un viaje a lo más profundo del alma del autor: amor, vivencias, ilusiones, esperanzas, incluso sueños cumplidos o por cumplir, pero también de todo aquello que quedó en el camino (aunque es joven), sus anhelos, sus temores, los sentimientos que conforman una vida, la vida de cada día.

Guillermo Molina se declara, por tanto, "poeta por necesidad".

Francisco Javier Illán Vivas

jueves, 22 de mayo de 2025

Selección poética de Claudia Albaladejo

Cicatriz permanente
El verdadero amor termina y empieza con la muerte.

Cuando esa persona lo ha significado todo y, de pronto,

lo único sólido que permanece es la nada,

ese abismo donde antes habitaban los abrazos, las miradas.

Los recuerdos, que al principio son tan vivos,

se convierten en agua evaporada con el paso de los años,

suben al cielo, mojan las estrellas, y por eso brillan,

porque se componen de recuerdos olvidados.

Ya no hay piel, ni olor a bosque, ni el eco de una risa.

Las canciones que un día bailaron juntos se vuelven tabú,

ritmos prohibidos que temes tocar por miedo a quebrarte.

Piensas que esa persona fue lo mejor que te pasó en la vida,

tanto que, un día, decides tatuarte su nombre o su cara en las

costillas,

como un recordatorio grabado en tu carne,

una certeza de que ahora, en la distancia,

jamás podrá decepcionarte.

Sabes que lo querrás el resto de tu vida,

con todo lo que eres, con cada fibra de tu ser,

y cada noche te sientes morir un poco,

aunque resulte contradictorio,

pues el corazón sigue latiendo.

Y ahora lo comprendo: el verdadero amor es la muerte,

que se lo lleva todo,

los problemas, el dolor, las lágrimas.

Pero también se lleva la justicia,

pues nadie merece partir,
nadie debería irse cuando aún queda tanto por decir.
Y aun así, se va.

Se va y solo deja el recuerdo,

un destello que algún día brillará más suave,

cuando la pena persista, pero se vuelva menos aguda,

como una herida que el tiempo suaviza,

aunque nunca sana por completo.

Porque, sí, con el tiempo, todo suele doler menos,

pero esto no.

El dolor de su partida sigue supurando como el primer día,

un latido mudo que quema y no cede,

una ausencia que, aunque se acostumbre,

no deja de desgarrar.

Por favor, vuelve,

aunque sea en un sueño, en un susurro,

vuelve, porque aquí seguimos esperando,

ciegos, anhelando, como el primer día,

el eco de lo que fuiste.


Sábado noche

Estoy anclada en este lunes eterno y

Desilusión hace años que se apoderó

de mi cuerpo.

Estoy cansada de esperar mi momento.

De pensar; estas nubes pasaran y

la calma llegará.

Vivo en la oportunidad ideal que nunca
llega a ser real.
Es casi una utopía. Asusta. ¿Verdad?

Tiempo y Destino acordaron asfixiarme

con la almohada de suspiros.

Tristeza inunda mi alma y marchita

las caléndulas que florecen en el jardín.

Me hice amiga del monstruo que

vive debajo de mi cama.

Ahora compartimos miedos y sueños,

aunque de esto último menos.

Algunas noches me pregunta

si habrá vida antes de la muerte.

Y yo, que siempre tengo respuestas

para todo, no sé que decir.

Me encuentro perdida en un océano

de dudas.

Ignoro cual es mi camino en esta vida,

tan siquiera se si existe un camino,

si todo es un jodido mar asfixiante

con islas de respiro.

Miedo disparó dos balas a mis

preciosas alas negras y ya hace

siglos que no vuelan.

Cupido me ofreció sus flechas

pero mi corazón era entonces

una armadura de navajas.

Me ofreció después veneno y bebí.

Hoy fue peor que ayer y esta

noche estoy mirando las estrellas,

porque hasta el más ateo mira

el cielo cuando le duele algo.

Por si acaso.

Y entonces yo, una vez más,

suplico de rodillas,

llegar a ser algún día,

un sábado noche fugaz.



Gracias por la herida

Mis amigos no sabían de ti
pero mi hermano sí.

Y a veces siento que es la única parte de mí

que nunca me juzgaría.

Hablaba sobre ti con quien yo más

amaba en el mundo.

Quiero dejar de pensar que fuiste

alguien que me quiso de verdad.

Porque si así fuera, nunca

te habrías ido.

Quiero dejar de alimentar la idea de que

no debería extrañarte porque

no fuimos sinceros al final.

Quiero dejar de recordar con cariño

nuestra manera tan dolorosa de decir adiós.

Me debatía entre esperarte cinco meses

o no hacerlo nunca más.

Y elegí seguir con mi vida

sin esperar nada de ti.

No es por orgullo,

es que el alma se me caía en pedazos.

Ahora respiro.

Gracias por la herida.



Triste ciprés

La sombra del ciprés se balancea sobre mi espalda,

de un lado a otro, atravesando mi alma.

Son cuchillos lanzados al viento,

no te acerques, no vayas a ahogarte

en la penumbra que llevo dentro.

Ciprés, triste ciprés, que ha perdido su color esperanza,

alza su torso al cielo, pero nadie lo alcanza.

Triste ciprés, que en su soledad se enraíza,

orugas y silencio le trepan, le habitan,

y en sus entrañas se enredan, tejidas.

Negro, negro como los sentimientos del delirio,

camino sin hallar salida,

sin rumbo en este inmenso laberinto.
¿Soy yo el ciprés?
¿O solo soy quien le acompaña en su desierto,
quien absorbe su sombra y se deja enloquecer?
Triste ciprés, tan solemne, tan bello,

y nadie lo sabe ver.

La vida comienza y termina

bajo la sombra de este ciprés eterno,

testigo del tiempo, guardián del silencio,

 

Claudia Esperanza Albaladejo González, San Pedro del Pinatar, 2005. Un tranquilo rincón de Murcia donde aprendió a mirar el mundo con atención y sensibilidad.
Desde muy pequeña convive con la artritis idiopática juvenil, una enfermedad que marcó si vida. Esa experiencia le enseñó a vivir con lo invisible: el dolor, el cansancio, la fortaleza silenciosa.
Esa misma profundidad se refleja en su forma de observar, de escribir y de estar con los demás.
Actualmente estudia Logopedia en la Universidad de Murcia, buscando dar voz a quienes la han perdido.
A los 17 años publicó su primer poemario, "Seremos mariposas en el infinito" donde ya mostraba su mundo interior.
En 2025 presenta su segundo libro, "Abrir un silencio".
Ama los libros, el mar, el café con hielo, el pintalabios rojo y los detalles que otros pasan por alto.
Escribe como quien recoge pedazos de vida para comprenderse y tender puentes hacia los demás.

Redes: Ig: @claudiiaa_ag, @ojostristeess @abrirunsilencio. Facebook: Claudia Albaladejo González.



 

martes, 20 de mayo de 2025

Accidente de tráfico, de M.D. Álvarez

 


Por suerte para él, el casco y el monoteaje integral lo libraron de algunas rozaduras. La peor parte se la llevó su Yamaha de 500 cc, que quedó empotrada bajo aquel descomunal tráiler. Él salió catapultado por encima de su Yamaha, lleno a caer en un prado de mullida hierba. 

El camionero descendió a toda prisa de la cabina y corrió hacia el motorista, que no se creía la buena suerte que tenía. Se podría haber roto el cuello, pero debía de estar tocado por los hados, pues no se hizo el menor rasguño. 

Él se incorporó lentamente, aún aturdido por la caída, mientras el camionero se acercaba con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro. 

—¡Estás bien! —exclamó el camionero, con un tono que reflejaba tanto la tensión del momento como la incredulidad de que el motorista hubiera salido ileso.

—Sí, creo que sí... —respondió él, aún tratando de asimilar lo ocurrido. Miró a su alrededor, notando cómo la Yamaha yacía destrozada bajo el tráiler, como un ave herida en la tierra. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en lo que podría haber sido.

El camionero le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. —¿Estás seguro? Deberías ver a un médico.

Él se sacudió un poco, intentando recuperar la compostura. —No, de verdad. Solo necesito respirar... y pensar en qué hacer con mi moto —dijo mientras observaba su fiel compañera, con el corazón encogido.

El camionero lo miró con empatía. —Puedo llamar a una grúa si necesitas ayuda. No puedes dejarla aquí así.

Unos instantes de silencio se hicieron presentes entre ellos, antes de que él finalmente decidiera aceptar la oferta. —Está bien, gracias. No sé qué haría sin ti.

Mientras esperaban a que llegara la grúa, comenzaron a hablar. El camionero reveló que había estado conduciendo durante horas y que este viaje era solo una parada más en su largo recorrido. Él le contó sobre su pasión por las motos y cómo cada viaje era una forma de libertad para él.

A medida que intercambiaban historias, el aire tenso del accidente se fue desvaneciendo, y una extraña camaradería comenzó a florecer entre los dos hombres. El motorista se dio cuenta de que, aunque había pasado por un momento aterrador, también había encontrado un nuevo amigo en medio del caos.

La grúa finalmente llegó y lo que parecía ser un día lleno de desgracia terminó convirtiéndose en una anécdota inesperada que contaría durante años. Mientras observaba cómo levantaban su Yamaha destrozada, sintió una extraña satisfacción al saber que incluso en los momentos más oscuros siempre hay algo bueno esperando ser descubierto. 

—Prométeme que no dejarás que esto te detenga —dijo el camionero mientras se alejaban juntos.

—Lo prometo —respondió con una sonrisa renovada—. La carretera me espera. 

Y así, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, ambos hombres compartieron risas y esperanzas de futuros viajes por venir.

M. D. Álvarez

jueves, 15 de mayo de 2025

Abadón, el ángel de la Muerte, de Manuel Muñoz Hidalgo (Reseña nº 1103)

 


Manuel Muñoz Hidalgo
Abadón, el ángel de la Muerte
Ediciones Irreverentes, octubre 2024

Un auto sacramental, o la renovación de los conflictos que se daban en los viejos Autos Sacramentales, esta es la obra que Manuel Muñoz Hidalgo me regaló en octubre del pasado año, cuando coincidimos en la Feria del Libro de Murcia, en la misma caseta, la de M.A.R. Editor - Ediciones Irreverentes.

Yo le había prometido un ejemplar de mi Poesía completa, una vez que saliera de imprenta, pero no pude cumplirla, habíamos hablado de la Feria del Libro de Alcantarilla, de algún evento posterior, pero él nos dejó inesperadamente del 27de marzo de este año de 2025.

El mismo autor deja escrito que el drama litúrgico que nos ocupa "pretende recrear las representaciones sacaras medievales, impulsadas por la iglesia católica romana en los templos, pórticos o plazas de las ciudades y pueblos".

Apenas una decena de personajes, más o menos principales, para unir y mezclar lo profano con lo sacro y el sermón con lo simbólico, como nos dice el autor del prólogo, Juan García Larrondo.

Teatro dentro del Teatro, para cerrar una prolífica vida literaria que abarcó todos los campos: teatro, poesía, ensayo, biografía, conferencias, ponencias... pero sobre todo teatro.

Un abrazo, amigo, estés donde estés.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 13 de mayo de 2025

Su nombre, de M.D. Álvarez

 


Aquel tatuaje era una declaración de amor hacia ella, su mejor amiga y compañera, su nombre franqueado por dos dragones rampantes. En cuanto ella vio su espalda cubierta de apósitos, se asustó, pero él la tranquilizó diciéndole que era un tatuaje muy especial que mostraría sus verdaderos sentimientos. Ella se sintió intrigada, pero esperó 24 horas hasta que le cambiara los apósitos.


Al día siguiente, ella le quitó los apósitos y sintió una mezcla de amor y admiración por el gran gesto que su compañero había realizado por ella. Lo abrazó cuidadosamente y le colocó suavemente los apósitos.

—Eres encantador y te quiero por eso, dijó ella, besándolo con pasión. —Te lo voy a compensar", refirio, mordiéndose el labio y esbozando una sonrisa pícara.

—¿Te gusta? —preguntó él con una sonrisa nerviosa, observando su expresión.

Ella lo miró a los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Es... impresionante —dijo finalmente—. Nunca pensé que harías algo así por mí.

Él se encogió de hombros, como si lo que había hecho no fuera gran cosa. —Siempre quise hacer algo especial. Sabía que significabas mucho para mí, y quería que lo supieras de una manera única.

Ella se acercó más, sintiendo el calor de su cuerpo. —Lo has hecho... realmente lo has hecho —respondió, su voz casi un susurro. 

El silencio entre ellos se llenó de una electricidad palpable. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba en lo que significaba ese gesto. Era un paso hacia algo más grande, algo que ambos habían esquivado durante tanto tiempo.

M. D. Álvarez

sábado, 10 de mayo de 2025

Vida imaginaria del Doctor Mabuse, de Pedro Amorós (Reseña nº 1102)

 


Pedro Amorós
Vida imaginaria del Doctor Mabuse
Cuadernos del Laberinto, diciembre 2023

La pasada Feria del Libro de Murcia tuvo la grata noticia, al menos para quien esto escribe, de saber que mi amigo Pedro Amorós había vuelto a publicar y no desaproveché su estancia en la caseta de El Corte Inglés para ir a visitarle, darle un abrazo y hacerme con un ejemplar de su Doctor Mabuse.

Obra difícil de catalogar, pues parece un ensayo alrededor de la vida de Ezequiel Justo, quien vino al mundo en un lugar entre Arenas de San Pedro y Talavera de la Reina. Y, para suerte de su cronista, dejó unas memorias. También le ha servido al narrador omnisciente el Anecdotario de Cesáreo Estébanez.

Ahora surge la pregunta. Entonces, ¿quién es el Doctor Mabuse? Hay muchos campos donde podemos conocerle, y la obra que nos ocupa irá desvelando su faceta de pintor, de eremita, capo de una banda criminal, benefactor, presunto parricida, escritor... Vada Carrillo nos adelanta algunas claves en el prólogo, pero tendrás que ser tú, lector, quien se adentre en esta historia para conocer realmente si el Doctor Mabuse es una realidad o es tan solo una ficción.

Francisco Javier Illán Vivas

jueves, 8 de mayo de 2025

Poema de Carmelo Guillén Acosta

 


 
TU VOLUNTAD

Me dejaré empapar con tu palabra,
por tu mano que dora los trigales,
por la humildad con la que cala el tiempo
hasta hacer de mi vida otra distinta.
Me dejaré impregnar del cielo aciago
que lustra y a traviesa mi piel frágil.
Maduraré vistoso en el intento
de darme en holocausto hasta el martirio.
Haré cuanto tú quieras, pero antes
sé tú a través de mi para que nada
me impida realizar tu voluntad.
Tu voluntad: mi pan de cada día.

martes, 6 de mayo de 2025

Héctor y el alien, de M.D. Álvarez


 

Los portales interdimensionales habían comenzado a surgir de improviso, llevando a través de ellos a pobres criaturas que se habían visto sorprendidas por su aparición. 

Una de aquellas criaturas era una de las mayores aberraciones alienígenas; se había colado por un portal que lo llevó a nuestro mundo. Nuestro mundo estaba protegido por nuestro héroe, el hijo de un celestial y una humana: Héctor. Las alarmas comenzaron a sonar, pero él ya había presentado el peligro. CGI lo había avisado. 

Cuando presintió el peligro, buscó el portal por donde se colaría aquel ser. De forma inexplicable, localizó el portal en nuestro planeta gemelo, Marte. Se trasladó al planeta; el portal estaba sobre la cima del monte Olimpo. Allí lucharía contra aquel ser descomunal.

Héctor, con su armadura celestial resplandeciendo bajo el tenue sol marciano, se preparó para la batalla. El aire era denso y cargado de energía mientras el portal comenzaba a abrirse completamente. De él emergió la aberración alienígena, una criatura de múltiples extremidades y ojos brillantes como brasas. Héctor sintió la presión de la responsabilidad sobre sus hombros, pero también la fuerza de su linaje celestial.

Con un rugido que resonó por las llanuras marcianas, Héctor se lanzó al ataque. Sus movimientos eran rápidos y precisos, cada golpe cargado con la energía de las estrellas. La criatura respondió con furia, sus extremidades golpeando el suelo y levantando nubes de polvo rojo. La batalla era intensa, un choque de titanes en un escenario desolado.

Finalmente, con un golpe certero, Héctor logró herir a la criatura en su punto débil. La aberración emitió un grito ensordecedor antes de desvanecerse en una nube de energía oscura. Héctor, exhausto pero victorioso, cerró el portal, asegurando la paz una vez más.

M. D. Álvarez

domingo, 4 de mayo de 2025

Lo entenderás más tarde, de Carmelo Guillén Acosta (Reseña nº 1101)

 


Carmelo Guillén Acosta
Lo entenderás más tarde
Cypress Cultura, 2025

Me escribía mi amigo David Botía que "qué buen título", cuando publiqué en varias redes sociales que estaba leyendo lo más reciente de Carmelo Guillén Acosta, y le respondí que lo mejor estaba dentro.

Suelo leer bastante poesía y me cuesta luego presentarme ante estos no tan abruptos Acantilados de papel y comentarla, porque es tan personal, no ya porque muchos autores y autoras escriban en primera persona, sino porque siempre lo he pensado y no me gusta aquello de "el poeta quiere decir..."

Pero en el caso que nos ocupa, se me hace muy fácil. Tal vez por la suerte de conocer desde hace un tiempo al autor, por haber compartido con él ratos de sobremesa y, también, por haber asistido a la presentación de la obra en el Museo Ramón Gaya, tras una excelente intervención de Francisco Javier Díez de Revenga, y después a la del autor, leyéndonos sus poemas -casi todo el libro- y a sus explicaciones.

Poesía sacra, de una persona con unas creencias profundas, y que lo manifiesta en cada verso, aunque él no dice que sea poesía religiosa, no. Es más que eso. Con cada poema nos está desvelando verdades que puede se estén perdiendo en las pantallas de los teléfonos móviles, pero que permanecen ahí, inalterables, y solo la verdad de poema nos hará libres.

Francisco Javier Illán Vivas