Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

martes, 19 de agosto de 2025

A tu regreso, te mató, de M.D. Álvarez


 

—¿Qué coño va a estar bien? Solo a vosotros se os ocurre decirle que he caído. Bufó rabioso al grupo de soldados rasos que habían comunicado su caída a su dulce amor sin antes comprobarlo.


—Ahora me toca a mí presentarme ante ella y, sabe Dios, que se lo tomará por la tremenda y tendré que ser yo quien la calme.

—Pero eso se te da muy bien, dijo Stuard riendo socarronamente y haciendo gestos obscenos que llevaron a la hilaridad del grupo de soldados.

Aquello lo puso furioso, pero Stuard tenía razón; él sabía cómo calmarla.

—Esta visto, que sois incorregibles, y no os parto la cara de milagro, siseó airado..

—Tú eres el más cabrón de todos, Stuard, créeme que no se me olvida que fuiste el primero en abrir la boca. Cuando volvamos al campamento, te voy a dar una paliza que no la olvidarás ni en mil años —gruñó, con una amenaza que solo la risa de los demás soldados conseguía aplacar.

Se puso en pie, sacudiéndose el polvo del pantalón, y se pasó una mano por el pelo, alborotado. Sabía que su furia no tenía mucho sentido, que la culpa era suya por haber desaparecido sin dejar rastro durante días, y que la preocupación de ella era más que justificada.

—¿Y ahora qué? —preguntó Stuard, esta vez más serio.

—Ahora, me toca a mí ir a verla y, con un poco de suerte, no me matará a mí antes de que pueda calmarla —respondió, con una sonrisa ladeada.

Sabía que lo que le esperaba no iba a ser fácil, pero la idea de volver a verla y de tenerla en sus brazos de nuevo, le hacía olvidar por completo la ira que había sentido hacia sus compañeros. La amaba y eso era lo único que importaba.

—¡Buena suerte, Sargento! —gritaron al unísono, a modo de despedida.

Él se giró y les dedicó un gesto obsceno, riéndose en el proceso. Sabía que, a pesar de sus bromas, eran una buena compañía y que los quería como a su propia familia. Y lo mismo podía decir de ella.

Emprendió la marcha hacia el campamento, dispuesto a enfrentar la situación con la valentía que lo caracterizaba. Sabía que, al final, todo iba a salir bien. O al menos, eso esperaba.

M. D. Álvarez

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