Vuelta a Roma
Los libros de la Frontera, febrero de 2020
Este verano me he permitido no publicar casi ninguna reseña, y me he permitido también disfrutar de cada uno de los amaneceres y los atardeceres, con lecturas breves, pero intensas, de un poder evocador como casi nadie consigue igual que Santiago Montobio y su poesía que es, más que un diario, un secundario.
Despues de leerle a lo largo de los años, de todas sus obras más recientes publicadas con El Bardo (Los libros de la Frontera), me sigue sorprendiendo su fecunda creación literaria.
Me lo imagino, y seguro que no voy desencaminado, siempre con papel y lápiz a mano, dejando plasmado casi a cada paso lo que ven sus ojos, los sentimientos que le producen las cosas que le rodean, las que ve: un café, una flor, la fachada de un edificio, el interior de una iglesia, una pintura, un grafitti... Santiago Montobio es el cronista oficial de cada uno de nuestros días.
Un vaso de agua en un bonito
y agradable café, porque he llegado
con demasiado tiempo. La vida
es un vaso de agua. El agua
también es plaza. Es su lugar
la plaza. Allí las fuentes.
Fuentes en las plazas de Roma.
Como veis, no os engaño, y sirva este poema como muestra de lo que os digo. Ya os he hablado de todos los libros anteriores de Montobbio que he leído, de la sorpresa que me produjo su primera obra por su capacidad creativa sin límite alguno de tiempo o lugar, algo que aún sigue pasándome. Pero, como os digo, este verano, he disfrutado con la lentitud de los días, de las apacibles tardes que nos ha permitido el calor y la brisa marina, para disfrutar, a pequeños sorbos, la lectura de esta Vuelta a Roma que me ha permitido recordar aquellos paseos que Toñy y yo disfrutamos por la Ciudad Eterna.
Gracias, Santiago, gracias por todos y tantos buenos momentos de versos y verso.
Francisco Javier Illán Vivas