Hace
algunos años, cuando el jurel aún era una especie abundante en las
costas chilenas, y en cambio el atún, cosa de ricos y diletantes, la
industria conservera nacional comercializaba el modesto jurel en
latas coloridas, que en letras ostentosas, se anunciaba como ATÚN;
claro está que leyendo bien, en realidad se trataba de jurel tipo
ATÚN. La martingala, de ser tan conocida, había perdido el carácter
de tal, aunque todo el mundo se conformaba y lo compraba sin
cuestionarlo. Nadie, por cierto, hablaba del jurel; en realidad se
compraba ATÚN, ya que – bien lo sabían los estrategas de la
publicidad, "el lenguaje crea nuevas realidades".
Pero
nuestra república no se iba a limitar a refundar la ictiología. Las
elites podían más. Crearon entonces la democracia tipo ATÚN, o
más, un sistema tipo DEMOCRACIA. Le llamaron binominal, del que
deriva la democracia de los acuerdos y la democracia dentro de lo
posible, y aún antes, la democracia protegida. ¿Protegida de quién?
El
sistema binominal ha resultado ser la fórmula perfecta de
gobernabilidad, vale decir, la manera más eficiente de mantener a
los votantes cautivos en dos coaliciones, que hoy por hoy,
representan casi lo mismo. Como en las elecciones parlamentarias sólo
es posible elegir dos cupos por circunscripción, y en este sistema,
cada una de las coaliciones que obtiene el mayor porcentaje de votos,
elije un representante, casi siempre logra un escaño cada una, toda
vez que para obtener los dos cargos en disputa, una de las colaciones
tendría que doblar el número de votos de la otra; de este modo, se
genera una sobre-representación de un sector, habiendo ocurrido
incluso que resulte elegido un candidato (Jaime Guzmán) con el 17,19
% de los votos, por sobre otro (Ricardo Lagos) que superaba el 30%,
el cual, por ser el segundo de la lista vencedora, y no haber podido
ésta doblar a la "vencida", no fue elegido. De esta forma,
la coalición que obtuvo el 61,89% de las preferencias, logró sólo
un escaño, y la que obtuvo un 32,5% de los votos, tuvo finalmente
igual representación en el senado. Es decir, el tercero empató al
primero: jurel tipo ATÚN.
De
esta forma, la derecha neoliberal, ha logrado mantener un empate
"técnico" en prácticamente todas las elecciones
parlamentarias. Si a esto se suma la exigencia de un quórum
altísimo para cada reforma de la constitución política, tenemos un
sistema que se auto-perpetúa y que favorece la colusión de los
políticos para decidir de espaldas a la gente que dicen representar.
Sólo como ejemplo, basta con señalar que el año 2006 sólo se
presentaron dos candidatos para senadores, en la circunscripción
número 16; uno por coalición. ¿Para qué más? De ese modo,
quedaba demostrado que no ya era necesario someterse al escrutinio
popular: bastaba con que las cúpulas partidarias se pusieran de
acuerdo. El sano ejercicio de ir a votar, quedaba reducido sólo a
eso: un ejercicio. Sin poder real de decisión, la población se fue
desencantando, y en la primera elección que se efectuó luego de que
el voto dejara de ser obligatorio, un 60% de los potenciales votantes
no concurrió a las urnas.
Pero
existe otra martingala instalada en sociedad chilena actual, quizá
menos evidente, pero no por eso menos dañina; se trata de una jugada
lingüística osada y devastadora, que consiste en des-investir de
significado, ya que no de re-significar, vocablos y nombres que en
algún momento tuvieron un sentido trascendente y vital. Dichos
términos expresaban una manera de ver el mundo, un proyecto, una
esperanza, un sentido trascedente y transcendental. El concepto de
revolución, el de democracia, incluso el de nación, no podían ser
manoseados ni tergiversados como hoy; había matices, qué duda cabe,
pero cada concepto respondía a un significado inapelable.
Hoy
en día, en cambio, y siguiendo la tradición de los industriales
conserveros, nos encontramos con una serie de términos aún más
engañosos que jurel tipo ATÚN.
La
mayoría de las personas siguen hablando de izquierda y derecha, como
si existiera algún proyecto de izquierda en nuestro país; nadie
parece darse cuenta darse cuenta de lo obvio; nuestra izquierda es
tan sólo una jugada lingüística, que pretende mostrar como
alternativa algo, que no se ve muy bien qué es, porque en el fondo,
si nos atenemos al proyecto de sociedad, en nada parece diferenciarse
del neoliberal. Pero como si la historia les quemara, como aquellos
burgueses que compraban títulos nobiliarios, la singular izquierda
chilena se dice "renovada" y pretende desmarcarse de su
origen, como una sierpe que muda de piel (aunque habría que decir
que en este caso, es la piel es la que nos queda), y se define a sí
misma, no ya como izquierda, sino como centro-izquierda, con lo que
pretenden mostrarse razonables y maduros, de vuelta ya de la
esperanza, instalados por completo en un pragmatismo cómodo y
servil; el "Fin de la historia" que preconiza Fukuyama. Fin
de la historia que financian grupos económicos como Matte, Luksic y
Saieh, los cuales no hacen mayores distingos a la hora de ser
generosos.
La
derecha, por su parte, no se queda atrás, y de auto-denomina
"centro-derecha", como si quisiera borrar de su memoria el
pecado original de la dictadura de Pinochet.
Pero
no nos detengamos en clisés que no convencen más que a quienes los
repiten. Resulta más interesante examinar falacias que la mayoría
cree. Revisemos para ello las denominaciones de los partidos
políticos. En uno de los dos grandes bloques que se reparten el
poder en Chile, tenemos a la Unión demócrata independiente y a
Renovación Nacional. La unión de los primeros parece remitirse a la
endogamia de las poderosas familias que la originaron y financian, y
no a fidelidades internas, dado la capacidad fratricida de sus
(pre)candidatos, y mucho menos, a la unidad del país, dado que en
sus actitudes y predicamentos, han demostrado no sólo un espíritu
de segregación, sino claramente discriminador; unión de clase,
quizá, pero nada más. De demócrata, poco o nada, ya que fueron los
principales instigadores del golpe de estado contra Salvador Allende
y los más acendrados defensores de la dictadura pinochetista,
hicieron oídos sordos y hasta justificaron las violaciones a los
derechos humanos, y fueron los gestores de la actual constitución
política, impuesta en plena dictadura, sin registros electorales ni
organismos colegiados que tuvieran la menor posibilidad de evitar el
fraude, bajo la atenta mirada de las bayonetas, en un país gobernado
por el miedo; constitución ésta, que impide la expresión
democrática popular y consagra el sistema binominal, al cual ya me
he referido en la primera parte de este artículo. En cuanto al
calificativo de independiente, la sola observación de las decisiones
que han tomado, los han mostrado como subordinados a los grandes
capitales, la iglesia católica – en especial el opus Dei – y los
privilegios de una capa social ciega y codiciosa hasta el escándalo.
De
Renovación Nacional, los segundones dentro de la derecha
tradicional, habría que preguntarse qué han renovado en toda su
existencia como partido político, y en el peor de los casos, qué
pretenden renovar ¿el sistema político?, ¿el modelo económico?,
¿la educación?, ¿el sistema previsional? Aparte de algunas
declaraciones de buena crianza y ciertas actitudes vacilantes, más
cercanas a los escarceos con el partido Demócrata cristiano, la
mayor parte del tiempo se ha dedicado a mantener las cosas como
están. Y en cuanto a su apelativo de Nacional, quizá sólo sea un
recuerdo de su origen, el viejo Partido Nacional, ya que su labor
política ha favorecido ampliamente al capital foráneo y a las
grandes transnacionales; de hecho, uno de sus creencias dogmáticas,
es la importancia de la inversión extranjera, que hasta hoy se ha
traducido en despojo y depredación de los recursos del país.
¿Y
la alternativa?
Una
vez más: jurel tipo ATÚN.
La
coalición que debiera haber continuado la lucha por los derechos de
los ciudadanos, que tan caramente se llevó a cabo durante la
dictadura, se instaló en la comodidad del binominal, favoreciéndose
del statu-quo. Hoy por hoy, recibe financiamiento de los mismos
grupos económicos que sus adversarios, y si bien cada coalición
recibe a su vez dineros de otras fuentes, éstas corresponden también
a grupos económicos. Angelini es tan generoso con la Democracia
cristiana, como Yurasek lo es con la UDI, y ello explica por qué
dicha colectividad votó a favor de la ley de pesca, que arrebató el
mar a los pescadores artesanales, entregándoselo a las grandes
flotas pesqueras, de entre las cuales, una de las más prominentes,
pertenece al grupo Angelini.
¿Cuáles
son los valores cristianos que sustenta el partido demócrata
cristiano? Los elije bien, por cierto, y casi siempre son los de la
curia romana, más que el amor al prójimo, que suele estar demasiado
prójimo y perturbar sus intereses. Su opción no es por los pobres,
sin duda, como no lo fue por los pescadores. Defensores de
entelequias económicas, más que de las personas, no es raro que se
permitan salir en defensa de los cobros abusivos por parte de los
bancos, como lo hizo hace muy poco uno de sus más connotados
militantes y financistas. Esto, sin mencionar que el último
Presidente de la República de esta colectividad, privatizó el 70%
de las sanitarias. Ni remotamente cerca de Francisco de Asís. En
cuanto a su apelativo de demócrata, resulta a lo menos curioso, por
su tendencia a las decisiones cupulares, y sobre todo, en razón de
que recibieron financiamiento norteamericano, para, en un primer
momento, evitar la llegada al poder de Salvador Allende, y en una
segunda etapa, obstaculizar su gobierno y ayudar a desestabilizarlo
(la lectura del informe Church frente al senado norteamericano disipa
toda duda al respecto). Demás está decir que en un principio
apoyaron el golpe de estado y se convirtieron así, y quizá sin
quererlo, en cómplices de las violaciones a los derechos humanos;
sin embargo, sería injusto no recordar que al poco andar, su
postura tuvo un viraje profundo y trascendental, y enarbolaron la
bandera de la defensa de las libertades conculcadas, el respeto al
derecho de las personas, la búsqueda de justicia y el retorno a la
democracia. La mayoría de sus militantes, mostraron su valor y su
nobleza en la lucha contra la dictadura, y muchos de ellos sufrieron
la muerte, el exilio o la tortura… Pero las dirigencias parecieron
olvidarlo pronto y hoy por hoy es un partido que saprofita del
sistema y sirve a los grandes capitales. Sin ir más lejos, se han
opuesto a la democracia directa (la verdadera democracia) y
desconfían de una asamblea constituyente.
¿Y
el partido socialista? ¿Cuál es el proyecto socialista del partido
socialista? Una vez más, jurel tipo ATÚN. Una enorme lista de
mártires debiera respaldar su consecuencia, y sin embargo, en
tiempos post-modernos, recordarlos tiene el mismo valor que usar una
camiseta con la estampa del Che. Adscriben a la economía social del
mercado, con poco de social y mucho de mercado, la cual pretenden
tornar más llevadera mediantes algunos bonos y reformas. Pero un
proyecto de sociedad distinta, de eso, nada. Si hubiera que
rebautizarlo, el resultado sería una quimera grotesca, algo así
como Partido de subsidios, bonos y mercado. De espalda a la sociedad
en lo económico, y de espalda a la sociedad en lo político, ha
defendido a fuego las decisiones cupulares y su entusiasmo por una
asamblea constituyente es, a lo menos tibio, y condicionado a la
aprobación del senado, un senado elegido mediante el sistema
binominal, que no da respuesta a los requerimientos de la población.
El
Partido por la democracia, construido con ladrillos socialistas,
surgió como un partido instrumental, para luchar por la democracia
en los últimos días de la dictadura de Pinochet; su nombre
entonces, era a todas luces justificado. De ahí en más, no se sabe
qué representa o significa. Si la democracia se logró una vez que
Pinochet entregó la banda presidencial a Patricio Aylwin, entonces,
debió o haberse disuelto o haber construido un nuevo proyecto que lo
definiera, o incluso, haber retomado un antiguo proyecto, que como se
vería más adelante, quedarían vacantes. Siendo un partido, por así
decirlo, virginal, pudo haberlo hecho, lo que de inmediato habría
requerido de otro nombre, ya que su misión primigenia, la obtención
de la democracia, ya se había logrado… ¿o no? Porque si el
diagnóstico era que no se había logrado, entonces, el nombre seguía
siendo pertinente, y lo sería hasta hoy… de no ser porque no
manifiestan gran entusiasmo por una democracia que no sea jurel tipo
ATÚN.
El
Partido Radical, uno de los que quizá intenta algún aporte – y a
la vez uno de los menos favorecidos por el financiamiento de los
grandes grupos económicos – no aporta un proyecto que sea en
verdad radical, vale decir, de cambios profundos, de raíz.
Martingalas
verbales. Dictaduras reales.
Jurel
tipo ATÚN.
René de la Barra Saralegui
Puerto
Montt, 22 de junio de 2013