miércoles, 5 de febrero de 2014

Selección poética de Manuel Roberto Leonís,

Según los últimos descubrimientos
científicos, el alma se encuentra
en el cerebro. En mi opinión: algo tendrá
que aportar el corazón con los sentimientos.


Desde la profunda cordura...
Desde la profunda cordura
atravesando un laberinto de pensamientos
acercarse puede al borde abismal de la locura
para desde tan genial altura
conseguir, por ventura
una acertada reflexión.
Contribución para que así afluya
desde la fuente de los sentimientos
la humana y necesaria ternura
entroncada en la razón.
                                                                                                

Acorralo con mis manos tu cintura

ensortijo con mis dedos tu pelo
arrullan tus oídos mis palabras
colmo tu boca con mil besos.

Mi mano es la bisectriz de tus muslos
relleno tu vacío hueco, con eso
que hace gozar y calma nuestro deseo,
cosquilleo tus labios con las yemas de los dedos.

Se unen tus pechos con mis fuertes latidos
sujeto con brazos y manos el trasero
para que no retires tu cuerpo del mío.
Noto el rocío del no vacío hueco.

Se fundió la miel en nuestras bocas,
pero... despierto. Ha sido un sueño,
mucho más... ¡un sueño vívido, estoy humedecido!.

                                                                                                  
La mentira es un arma traidora e infame
de los humanos. Los animales no saben mentir.


Así lo pienso

así lo creo
así lo digo
y, nada bueno espero.
Aunque una pesadumbre
pague de tributo por ello.
Así sucedió. en efecto.
Y, más tarde...
Mis parpados aletearon
y dos perlas de cristal
por la cuesta de mi faz bajaron.
                                      .
Miro el horizonte, y veo los labios
del mar y el cielo unidos
en un inmenso e inabarcable beso.

Pequeñas ondas, pequeñas olas
- pequeños besos de espuma blanca -
una tras otra hasta la playa en oleada
el musitar del “jamás vienen solas”,
el que en una eternidad se alarga.

Mi sueño mar adentro
navega apaciblemente,
arriba sol y cielo,
abajo mar azul y velero blanco.

En ese barco de ensueño
despierto en la madrugada
y anclado estoy en la rada
donde descansa mi cuerpo.

Y bate mi corazón
queriendo romper el joyero
como péndulo en un reloj
marcando segundos serios,
¡gravedad y misterio!.

LA PALABRA: los huesos y la sangre
                                             del verso.
¡Ay! si fuese la palabra alma
poética, ¡sería el poema eternal!.
¡Oh!, poesía mía
donde me hallo te hallas,
donde no, no. Dentro de mí
corazón y en la sangre de mi
                                                 alma.
En la paz o en el fragor de la batalla diaria.
¡Tú eres lo que más conmueve!.

Pasea mayo
mimbrea su cintura
zarandea sensual sus caderas.
Su lozano pelo largo irisado
luce un ramillete abigarrado.
¡Canta, canta, canta
y mimbrea, entre tanto garbea!.
Sus altos tacones
de brillantes sones, deslumbran.
La alfombra aterciopelada
expande sus colores
donde mayo se pavonea.
¡Canta, canta, canta
con mil voces,
con mil notas que exhalan
coloridos aromas!.
¡La admiro encantado
quedando extasiado!.

Los poetas –al igual-
que todos lo escritores
beben aguas de todas marcas.
Al atardecer  concurren
en el oeste un enjambre
de laboriosas abejas áureas.
Las miro fijamente…
Cierro los ojos y pienso:
No a la mediocridad:
Negro sobre blanco; yo le llamo:
Blanco cielo, porque estar ante
el papel en el que los creadores
pueden escribir cosas dignas
para los ángeles literarios.

¡Oh!, divina mía no
quisiera ser irreverente
que mis vocablos no
pongan sombra, en tus
iluminados colores.

Mas sé, que no existe negrura
suficientemente  oscura
que un rayo de luz
no pueda transformar.

Con las chispas boreales de la mente
y las candentes brasas del corazón
compongo poemas ardientes.

Si los espejos atesorasen el reflejo
del ente tiempo, bastaría penetrar
en ellos para encontrar el alma.
Manuel Roberto Leonís

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