Cuentos de El Puerto
Alacena Roja, noviembre de 2013
Cada día me agradan más los libros de relatos, no sé si será cosa de la edad, que podría serlo, pues voy encontrando más placer en estas breves narraciones que te mantienen durante unos momentos pegados los ojos al papel y que, en el mundo de las prisas como el actual, cuando te ves en la necesidad de cerrar el libro, la aventura ya ha terminado, pero te esperan otras muchas por comenzar nuevamente.
Eso es lo que he encontrado en Cuentos de El Puerto de Lola Estal, amiga y compañera de Acantilados de papel y de mi anterior etapa como codirector de Ágora papeles de arte gramático, junto a nuestro común amigo Fulgencio Martínez.
Nos dice la autora, en el prólogo, que este libro es una recopilación de sus primeros relatos, uno de ellos fue el primero que escribió, Cuando llora el alma, que me ha parecido bastante bueno, bien narrado y relacionado ese llanto del alma, el volar, el pico del ave, y otros picos que no son tan bellos ni tan livianos.
Relatos, los de la primera parte del libro, que parecen enraizados en la experiencia personal de la autora, en narraciones ficticias que tienen mucho de reales, muy personales, bien por que ella las ha vivido, bien por que a ella se las han contado. Por ejemplo, Miguel, el relato donde el protagonista se da cuenta de que lo que estaba viviendo no era su idea de la adolescencia, ni por mucho terror que hubiese vivido, llegó a imaginar nunca que a las 12:45 estallaría un artefacto en la Avenida Central...
Otro relato donde he visto a la autora es La sordera de Dios, y esa reflexión del protagonista, "buscar a Dios y hallar que no está, que no es, es el final de una meta".
Relatos también muy unidos al mar, a ese lugar que tanto ama de El Puerto de Sagunto, de ahí el título. En la segunda parte nos narrará otros que tienen el espíritu de la sierra La Calderona.
El lector encontrará relatos breves, pero también alguno que podría ser considerado una novela corta, para terminar con una selección de breves que nos lleva, casi en volandas, hacia el final del libro en una sensación de magia narrativa, muy apropiada al último relato: la magia del circo, Sensaciones junto al circo... que no es uno de nuestros circos actuales.
Me quedo con esta frase "Duele todo el cuerpo por las horas vacías".
Francisco Javier Illán Vivas
Muy acertada la reseña. Gracias, Acantilados.
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