David
Morello Castell
Réquiem por un
hombre cualquiera
Ediciones
Vitruvio, 2013
Desconozco al destinario de estas letras
los ojos que miran el milagro
en las palabras…
Estos
versos corresponden a una página tomada al azar en este Réquiem por un hombre cualquiera. Desde hace un par de meses ocupa
un lugar privilegiado en mi bolso de calle y en mi mesilla de la sala. He
tomado tan solo unas palabras para encabezar este comentario acerca de esta
obra de David Morello, sin embargo, podría haber escogido cualquiera de las que
forman este volumen. Como siempre, me pierdo y avanzo para retroceder una y
otra vez a detenerme en un momento concreto del verso.
La
obra está distribuida en cuatro libros o partes en las que el hombre se desdibuja
a sí mismo …No soy más que un trazo
imperfecto…, y se duele, para encontrarse de nuevo a través de las miradas
del otro …Los olivos son/ la savia de los
mejores hombres muertos...; de las dolencias ajenas y de la voz ausente …quiero llenarme del olor a campo vivo…,
del deseo de volver a ser … Que la sal se
caiga./Que el beso no se aferre al protocolo/de la marcha o bienvenida …
Si
tuviera que poner color a esta poesía la cubriría de gris. A través de ella me
sumerjo en esa realidad de los espacios tristes, deprimidos y sin salida que a
veces vislumbramos nada más con echar una mirada a cuanto nos rodea. Ignoro si
ese era el propósito, como ignoro si quizá esta visión mía de cuanto leo en Réquiem por un hombre cualquiera responde
a mi propio momento de esa realidad. La identificación con algunas de las
secuencias de esta Réquiem por un hombre
cualquiera así me lo sugieren.
Como
en anteriores ocasiones, este libro llegó a mi domicilio por «causalidad». Me
han gustado sus formas, claras, precisas y sin recurrir a adjetivaciones
innecesarias que ensalcen o embellezcan la palabra. Encuentro esa belleza en la
palabra misma, sin florituras, a lo largo de toda la obra. Algo que me agrada y
que no siempre observo en la poesía. No conocía al autor, pero cuento con el
privilegio de su firma bajo la dedicatoria en la primera de sus páginas. Ahora
sé de él que, este que comento, no es su único trabajo publicado por esta
editorial. Seguiré sus pasos y mientras tanto, como punto final a este Réquiem, selecciono los versos de su
portada trasera: «La Paz»
Se sentaron las
gentes en torno a un fuego.
Los hombres
enfrentados mirando absortos
las llamas
inmemorables,
quemándose la
aspereza de los troncos,
Poder vivir es un
puñado de ceniza.
Lola Estal
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