Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

viernes, 25 de abril de 2014

Las bellas extranjeras, de Mircea Cărtărescu (Reseña nº 637)



Mircea Cărtărescu
Las bellas extranjeras
Impedimenta, 2014


En la nouvelle que da título al volumen nos cuenta el propio Mircea Cărtărescu que ‘el artista es una cinta de Moebius en la que por un lado desfila la cultura (…) y por otro la locura, las tendencias autodestructivas (…)’ No es esta sentencia ajustada a lo que me gustaría resaltar de Cărtărescu pero me sirve para apuntar la dualidad del artista y delimitar esa frontera que se extiende entre el narrador onírico, intuitivo e hiperbólico de Cegador o Nostalgia y el autor ácido, cómico, irónico y fatalmente divertido de Las bellas extranjeras.

En más de una ocasión ha declarado el autor rumano que solo le interesa escribir sobre sí mismo.  De hecho, las tres historias que componen este libro están narradas en primera persona, siendo el propio Cărtărescu -el autor rumano de cierto renombre en algún caso, o joven escritor en ciernes en otro- el gran protagonista de todas ellas.

En el primer relato titulado <Ántrax> nos introduce en una hilarante y casi surrealista historia en la que recibe un paquete sospechoso. Irá a la policía y desde entonces se verá inmiscuido en una peripecia de lo más cómico, con personajes pintorescos, casi caricaturizados y que, si tenemos en cuenta que posiblemente este suceso acaeciera en la realidad, cobra tintes demenciales, pero totalmente cómicos. Una aventura cotidiana que nos presenta una  realidad distorsionada, cercana al mundo del cómic pero que en la Bucarest actual no esté reñida con la cotidianidad. 

Resultará que la carta proviene de un enajenado artista moderno cuyas esperpénticas y últimas intenciones deberá desvelar el lector adentrándose en esta pequeña pieza de corte autobiográfico pero que, contada con tanta frescura y naturalidad, parece subvertir todos los cánones de la literatura confesional o memorística. También, aprovechará Cărtărescu para dar un varapalo a todos los estamentos de su Rumanía natal: desde la administración pública, la policía, pasando por el mundo periodístico, hasta alcanzar de lleno al ámbito literario.

De hecho, la gran bofetada se la lleva el mundo de las letras en la segunda pieza de esta curiosa antología: <Las bellas extranjeras>.
 
Es invitado, junto a once escritores de su país, a una visita cultural a Francia. Allí se verá envuelto en una serie de situaciones de lo más variopintas. Enredos provocados por desencuentros culturales, malentendidos lingüísticos y otros tantos incidentes que se jalonan en su periplo francés.

De camino, aprovechará para hacer ‘comentarios’ sobre el mundillo de la cultura en general y de la literatura en particular. Nos contará también otras escalas en su periplo literario-vital. Por ejemplo, aquella vez que viajó a un curioso pueblo de Italia a recoger un premio. La gala se celebró en un centro penitenciario de máxima seguridad; allí mantuvo una conversación con una interesante enfermera que resultó ser una de las enfermas mentales recluidas en el centro. 

Los escritores rumanos, al igual que los periodistas novatos, los incultos presentadores de televisión y  muchos otros miembros del colectivo de la Cultura, no quedan indemnes a la pluma satírica de este Cărtărescu fresco y desenfadado, irreverente y mordaz. Destila veneno, pero lo hace con un amargor tan sutil, divertido, natural y sincero que no podemos dejar de encariñarnos con él e incluso apiadarnos por todos los desmanes a los que ha sido sometido en su carrera de escritor. En varias ocasiones llega a afirmar que lo único que no se le perdona a un escritor entre sus congéneres es el éxito. Ciertamente, si el éxito está reñido con la calidad, Cărtărescu es uno de los más exitosos escritores de nuestros tiempos, y me temo que, también el más odiado.

La última pieza, la más breve y titulada <El viaje del hambre> se inscribe en el mismo itinerario que las anteriores: ironía, lenguaje coloquial, estilo directo y nada artificioso y mimbres autobiográficos, esta vez apuntando a la más temprana época de escritor.

Para conocer totalmente el mundo literario de Cărtărescu hay que pasear por estas desternillantes líneas en las que se desentiende de su solemnidad más lírica, de su onirismo barroco y de su densidad metafísica,  y se limita a diseccionar sarcásticamente el mundo cultural en el que ha tenido que subsistir.

 El escritor es un ser solitario pero que debe darse, lamentablemente para tímidos e introvertidos como nuestro Mircea, al mundo. Afortunadamente, el horror y los malos tragos han sido transformados en ironía, en pasatiempo, en definitiva, en literatura de mucha calidad y más divertimento.

Un Cărtărescu diferente, su otra mitad.

Pedro Pujante

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