Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 3 de abril de 2014

Hijo de la noche

La noche me guarda como su hijo,
predilecto retoño de sus conquistas del día,
primor turgente del laurel esquivo,
la noche me llama "querido hijo",
pastor de fantasmas que pueblan, oscuros,
en bastos salones fingiendo ser niños,
"querido hijo" me llama la noche.
Su manto de estrellas me sabe a canela,
con besos de pez y luna de bronce,
locura y razón por cantinela,
"querido hijo" me llama la noche
aún aguardo savia en mi viejo roble
canciones de cuna bajo la almohada;
viejos fantasmas poblando mi alcoba,
algún cuento fatuo escondido en la manga,
la noche comulga con todo lo dicho
aún muchas noches resuena mi nombre,
las bocas, habita, de niños risueños,
que leen poemas y riman, precoces,
poetas infantes con caras de pillo;
¡Que soy el poeta!
Que dicen los críos.
La noche se enhebra conmigo en mi hilo
me inflan las nubes que rimo en el aire,
sentado y orando a orillas del Nilo,
un calvo de honor dedicado al orate,
seguido por locos a mundos que firmo,
la noche disfruta observando a su hijo
tejiendo, por frío, locura por manto,
un hábito digno de un hijo tan pío,
la noche me llama "Su Hijo Querido"
Tras otro pareo me quedo dormido...
Con dulces olores pegados al cuerpo,
y un simple adios, ¡así me despido!

Adal Marquez Hernández (Burjassot, Valencia, 18 de abril de 1981). Acogido como hijo por Tenerife, vive ahora en Gerona. Poeta autodidacta de pasión y fotógrafo de oficio. Cree que ha llegado el momendo de lanzar su alarido.

2 comentarios:

  1. El pavimento del vasto salón era muy basto por los muchos años de soportar pisadas; había que desbastarlo en toda su vasta extensión con la ayuda de una basta lija circular que rotaba y rotaba, gimiendo con chirridos que salían de lo más profundo de la madera, como quejándose del arrancamiento traumático de su basta piel. Horas y horas costó lijar el vasto recinto, hasta que su basta y desgastada superficie quedó como la seda.

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