En el tocadiscos de Sam, sonaban
atronadoras las primeras notas de “Rex tremendae” del Réquiem de Wolfgang
Amadeus Mozart, mientras tanto en el aparato
de radio de la cocina, la voz artificialmente compuesta de, no se sabía
que general del ejercito, ponderaba el valor y el patriotismo de los soldados
destacados en el frente. Marta, la esposa de Sam no pudo contener las lagrimas
que resbalaron por sus mejillas al recordar a James: su hijo, que recién salido
de la universidad e impulsado por un vivo fervor en defensa de su nación, que
según recientes noticias, corría grave peligro de ser invadida, se había
incorporado a filas.
A los pocos meses de su alistamiento fue
enviado a un lejano país, formando parte de un contingente militar, con la
misión, dijeron, de iniciar una guerra preventiva que evitase un ataque a la
seguridad nacional.
Era el “Confutátis” lo que sonaba cuando
Marta entró en el salón.
-Sam estoy muy preocupada por nuestro
hijo, hace una semana que no sabemos nada de él y eso no es normal, él, que
siempre nos ha llamado cada tres o cuatro días. ¿Crees que le habrá pasado
algo?
-¡Que va mujer! Eso es que el chico se ha
despistado un poco, veras como llama hoy por todo el día.
Respondió Sam, que se sentía lleno de
satisfacción, pensando en que a James pronto le concederían la medalla al valor
por sus gestas en el frente.
-Ojala no te equivoques.
Dijo ella, con los ojos humedecidos
mientras en el equipo de música empezaba a sonar el “Lacrimosa dies illa”.
Pocos minutos después, el sonido de la
llamada los sobresaltó inexplicablemente y mientras Marta corría a descolgar el
teléfono, Sam le dijo en tono alegre.
-Mira, ya le tienes ahí.
Levantó ella el auricular, y el ¡Dígame!
Sonó a felicidad, pero enseguida Sam notó algo raro en el gesto de Marta y
preguntó.
-¿Qué ocurre mujer?
No contestó ella, enmudecida por lo que
estaba escuchando, Sam vio que los ojos de Marta se desorbitaban espantados y
al momento, un grito desgarrador salió de su garganta. Mientras se tambaleaba, pareció
que invadían todo el espacio de la vivienda, las escalofriantes notas de “Comunio:
Lux aeterna”.
Pedro Ortuño Ibáñez
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