El otro día tuve una idea, la pensé cuidadosamente hasta
que decidí comentarla durante la cena. Mi idea estaba relacionada con un
pequeño árbol que se encuentra delante de la casa. Es un lindo arbolillo japonés, pequeño y delicado,
pero han comenzado a caérsele las hojas.
Cuando me siento en mi portal, me concentro en observarlo.
Mi arbolillo está comenzando a morir, y esto me tiene muy angustiada. No quiero
que muera de esa forma tan solitaria, con sus hojas perdidas, volando por la
inclemencia del viento que no permite que se queden cerca del árbol; fue así
que decidí recogerlas y colocarlas en una cesta roja que había sido de mi
abuela cuando ella se dedicaba a coser. Era un canasto, bonito y muy bien
conservado. El asunto es que quiero recopilarlas para cuando el árbol muera
poderlas enterrar todas juntas.
Me parece una gran
falta de consideración dejar que las hojas se esparzan por la acción del viento
y el arbolito quede solo y triste sin los atributos que el Señor le dio; no
obstante, cuando lo dije en la mesa, todos, absolutamente todos me miraron como si yo
fuera un bicho extraño. Mi padre empezó a vociferar, diciendo que no había oído
antes un pensamiento más descabellado. Mi madre le pareció rotundamente una
locura. Mis hermanos me miraron y comenzaron a reírse y a tachar de estúpida mi
idea. No hubo nadie de la parentela que
se atreviera a respaldarme y como no entendí la reacción de los miembros de la
familia, me la pasé mascullando todo el día.
Determiné cancelar mi
proyecto sobre mi arbolito japonés pero me obsesioné con la palabra idea y las maneras de ser interpretada por los humanos, debido al
alcance de su definición y la
posibilidad de encontrar una descripción redonda que permita rodar y rodar en
los vericuetos del pensamiento. Una noche se me ocurrió ir al diccionario y
buscar una buena explicación de aquel vocablo,
y en mi Pequeño Larousse ilustrado encontré:
Representación
de una cosa en la mente. Modo de ver. Creencia / intención: cambiar de
idea/Concepto literario o artístico. Imagen. Recuerdo. Representación. Tipo
eterno de cuanto existe en la filosofía
platónica. Ingenio. Habilidad del hombre. Manía. Imaginación
extraterrestre. Estar dormido con una idea.
Luego que leí todo esto, tan instructivo y aleccionador,
quedé en lo mismo. Había tantas definiciones y laberintos para andar que no me
permitían tener un concepto claro y preciso;
esto hacia que me confundiera fácilmente. Decidí hacer una pequeña investigación; pero
eso sí, debía apoyarme lo más posible en
los métodos científicos descriptos y como soy novata, busqué algunos libros
tratando de dilucidar como iba a manejar la situación. Pero encontré que todos
estaban llenos de palabrería y conceptos, de manera que no permitían que
entendiera nada de nada. Solo en un sencillo libro sobre método encontré
algunas precisiones que me podrían guiar.
Decidí simplificar todo, por lo que me dije debo tener
una muestra que sea representativa de la población, así que seleccioné varios
lugares donde iba ir a buscar los datos: una escuela primaria, una escuela
secundaria, la casa donde se reunían las personas mayores, también elegí el
centro de trabajo de mi padre. De esta
manera tenía una buena muestra para mi investigación. También me propuse medir el peso, el tamaño, el olor, el sabor, y otros atributos.
Al otro día salí a la calle a cumplir mi propósito. Me armé de alfileres largos, unas agujetas que
habían quedado olvidadas en el cesto de costura de mi abuela, una red para
cazar mariposa, y como remate mi cesta
roja. También me vestí para la ocasión,
me puse unos pantalones largos con
muchos bolsillos, gorra de grandes viseras, y unas botas altas para poder
mitigar cualquier situación.
Así empezó mi aventura. Si me encontraba en un ambiente de niños, cuando
escuchaba que alguno decía la palabra idea,
me abalanzaba sobre ella, la enganchaba con los alfileres y la colocaba
cuidadosamente en la cesta. A veces, en mi afán de
agarrar el vocablo, tropezaba o me caía al suelo estrepitosamente, provocando que
los niños estallaran en carcajadas. Esto
me granjeó la solidaridad de los pequeños, me veían muy divertida y amena ya que
los hacían reír con facilidad, algo difícil en estos días tan complicados.
En otras ocasiones
la idea – o lo que es lo mismo, la palabra-se me escurría de entre las manos,
como un pescado baboso; entonces tenía que hacer acopio de mi fuerza moral para
no caer abatida por el asco que me causaba cuando estaba en presencia de ella,
me tapaba la nariz y procuraba no fijarme mucho en su aspecto para colocaba sigilosamente en mi canasta. Otras
veces tenía que disimular mi intención, sobre todo cuando estaba en presencia
de los adultos; por otra parte, con los niños no tenía que encubrirme, ellos me
ayudaban cuando había una idea que salía volando y no se dejaba prender, ni tan
siquiera por la red de cazar mariposas. Entonces la atacaban en bandada, hasta
que la idea caía al suelo totalmente agotada y se dejaba coger. Mientras, los
adultos me observaban con mis movimientos erráticos y difíciles de entender, y
movían de un lado a otro la cabeza con una sonrisa socarrona en sus labios. Yo
rápidamente guardaba la caza con mucha cautela
en mi canasta roja. Eso sí, yo no
aclaraba en ningún momento lo que estaba
haciendo con mis alfileres largos y las agujetas y la red.
Me encontré con
muchas ideas. Unas inocentes, suaves, sumisas, fáciles de atrapar; otras eran rebeldes, porfiadas y recelosas.
También había algunas que eran maliciosas y perversas. Tuve que
luchar con muchos obstáculos para llegar a mi objetivo. Estuve a la caza alrededor de un mes pues me pareció que ese tiempo era suficiente, y
porque recolecté muchas ideas. Ya tenía
alrededor de mil.
Ahora tenía que
pasar a la segunda parte, analizar los
atributos del vocablo idea. Comencé
pesándola; pero para sorpresa mía, no hubo dos que pesaran ni remotamente aproximado.
Había muchas que me costaba un gran esfuerzo sacarlas de la canasta, otras eran
tan ligeras que tenía miedo de tocarlas ante la posibilidad de que salieran
volando con la brisa de la tarde.
Luego de hacer una gráfica con colores y ornamentos, que
me lleno de ilusión, encontré que existía correspondencia
entre el peso y la talla, me percaté que el alumno de la universidad que se la
daba de ser muy docto, tenía una idea
liviana y casi microscópica.
Definido lo del tamaño y el peso de la idea, pase al otro
aspecto que era medirle los colores. Me
divertí mucho porque había de todos los colores, blancas, azules, rojas, negras
con diferentes matices y tonalidades. Algunas cuando las tocabas cambiaban
rápidamente sus colores, o cuando se acercaban entre ellas. Tenían la costumbre de hacer un movimiento
como de aleteo, pienso que por su
intención de salir volando del cautiverio en las cuales las tenía
confinadas.
Porque según era cierto
que algunas eran dulces, con sabor a chocolate, a menta, a anís, a yerba buena,
había muchos sabores y otros sabores, las había saladas y también algunas muy
amargas y eso hacía difícil catarlas.
Para probarla las echaba en un vaso con agua, dejaba que
se remojaran unos instantes y luego saboreaba el líquido. Tomé las muestras muy diluidas, porque no podía
saborear el agua por lo ácida o amarga. Tuve que idear una forma para catalogar
el dulce, el amargo, lo salado, y lo ácido que se ajustara al objeto de mi estudio. Lo catalogué del
1-10, aquella que tenía unidades de 10
de amargo quería decir que era peor que el almizcle.
Tuve que concluir
que las ideas podían ser tan diferentes que no encontrarían dos personas
que pudieran entenderse íntegramente, que era imposible lograr una
coincidencia de ideas porque según se iban exponiendo, se iban transformando, y
cuando entraban de una forma se
convertían, al salir, en otra; que tenían el arte de la mutación y la
metamorfosis. Y ante esta situación tan perturbadora determiné hacer una
exposición en la familia.
Al día siguiente, a la hora de la cena, temblorosa y con
las manos sudando comencé a contarles con lentitud todo aquello tan maravilloso
que había encontrado.
Los vi alzar la mirada desde sus platos, extrañarse, como
si fuera de otro mundo, antes que mi padre comenzara a decir:
-
Pero qué muchacha
tan rara…Pero tan rara.
La familia asentía, repitiendo a coro la palabra rara. Me quedé sin saber qué decir, y cuando pude levantarme de la mesa salí
corriendo a buscar mi Pequeño Larousse Ilustrado abriéndolo por la letra R.
Blanca Caballero
Relato e ilustración
Muy lindo cuento que refleja la gran imaginacion de su autora y la perpicacia de la nina estudiosa del marco que la rodea La autora recrea en su narracion etapas de nuestras vidas en la adolecencia que nos trae el recuerdo de como enfrentabamos el diario complejo se dejar de ser ninos para que nos creyeran adultos pero nunca lo permitian hasta alcanzar la madurez que refleja esta autora en su narracion.Felicidades a la autora y no menos merece la felicitacion la bella ilustracion de la misma.
ResponderEliminarHector Rodirguez Mimai 12/03/13
Excelente!... ..."me percaté que el alumno de la universidad que se la daba de ser muy docto, tenía una idea liviana y casi microscópica. ..."
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