OLE
Derribé
el muro
y
aparece ahora
esta
selva sin podar,
esta
bandada de buitres
que no
quieren carroña;
¡Mi
cola por delante
rechinando
contra la paranoya!
Replegaré
en mi vientre
los
aullidos del cajón de mi padre
y
mataré la sospecha
del pie
que trastabilla
y la
boca que vomita
vinagre
y bicarbonato.
2:10 de la madrugada
Acurrucado en mi cama, candente por una voz.
Dice el cantaor que somos dos viejos mohosos;
yo, arrugándome y arrebolándome en mi cama,
una nube ácida; él, en su cante, cayendo
de un grifo oxidado, un chorrillo medio—congelado.
ÉL ha salido por un agujerillo del auricular derecho
y ha ido caminando por mi oído para llegar al cerebro
y cambiarme de sitio todas esas arrugas sangrantes
que deben ser el pensamiento, así se asegura
de que vaya con ÉL a un sitio muy variopinto
lleno de blancos pastilla y azules enfermedad,
lleno de sillas de ruedas y mantas mugrientas
para artistas muriendo por siempre de brevedad.
ÉL anunciaba un ambulatorio cuyo aire indulgente
raspaba limerencias inmaduras y oberturas abortivas.
— Y ante todo, buenas noches
y bienvenido a este asilo, ¡el asilo Malasangre!,
tenemos codeína retrospectiva y siempre hace fresquito,
buscamos qué quemar, echa tus pulmones al fuego;
aquí no se respira, el cuerpo nunca pide, tan sólo da.
Nuestro bisturí verbal te sacará el corazón
y tendrás sitio en el pecho para Lo-Que-Quieras.
Aquí están los grandes estilistas vitales,
aquí las celebraciones se sufren en comunión.
Y como todos aquellos ancianos en bucle,
ignoré los avisos que lucía
la puerta ajada de este sanatorio virtual.
Una joven peliazul con gritos de funambulista
lloraba y se masturbaba en un oscuro rincón,
sus lágrimas salían de sus azilas y de su coño.
-Niña, llórame sin decirme el porqué,
que yo ya lo sé, tu garganta aún no.
Yo cubriré de miel de melón y de tragos ligeros de ron
las heridas que no llegar a tapar el tinte de tu pelo.
-Niño anciano, dale a tus ojos la entidad de tu cabeza prepotente.
Ojalá tus pies te hubiesen salvado de esto huyendo de aquí.
Ojalá tus manos desgastasdas hubiesen acariciado en vez de lijar.
Hablo, niño anciano impenitente,
de que siempre cruzaste
umbrales sin mirar la puerta.
Y la puerta de este sitio, viejo inmaduro, lucía
advertencias mayores que las del tabaco.
"-illos -icos -itos,
no te canses que no hay nada tuyo.
Envejece rápido o muere recién nacido.
No hay cabeza que no quiera rodar por el suelo
estando en medio de tanto griterío
que en verdad no suena en las tres esferas.
Si no te emborrachas
te cegarán nubarrones
de espeso petróleo intenso."
-Niño, riéme sin decirme el porqué,
que yo ya lo se, tu garganta aún no.
ÚLTIMO POEMA DE AMOR
Ayer supe más del lío de tu cabeza:
de unos auriculares púrpura
autoasfixiándose, con forma
de nube enfurecida por el tiempo,
salen unos truenos terroríficos
que atraviesan el humo ofidio
de tu cerebro
y caen en tu frente brillante
brillante de pena.
Hoy se ha parado la música y
ya no hay letra que describa esto.
No sé si tus manos moribundas
han necesitado agarrarse a alguna anilla
de esas donde se atan los caballos
para que no los arrastre su naturaleza;
yo tengo un poema de Miguel Hernández.
No sé si en las otras bocas
buscas revivir un beso
o una palabra de cartulina roja
que se te hayan muerto
de jugar tan solos
entre tus labios morados
de amor violento.
¿Pero, reguapa, sabes qué sé?
A nuestros labios y voces
les convendría dejar de jugar
y empezar a divertirse como nunca
les dejaron hacerlo.
¿Cómo?
Pues mirando el sube-y-baja
de la vida a través del pozo
donde nos tiró la gente.
Tardarás demasiados momentos
esparciéndose desde aquí hacia delante,
como un arpón yendo a lo que no sabemos,
en darte cuenta de esto, como yo;
y aunque ambos estamos esperando
desde el día en que despertamos,
no tenemos mucha paciencia.
Hoy quiere mi voz
hacerte el amor sobre
ideas suaves e infinitas,
en las que tumbarnos
no es ningún esfuerzo
y cabe todo,
incluso nosotros.
Pero sabe el silencio
que hoy es su día
y le debo el respeto de callarme,
a cambio
el dejará que me bailen los árboles
y el aire vaya marcándome el compás.
Búscame ahí si algún día nos perdonas:
dentro de las cosas vivas
que te van cantando
respetando la distancia con tu oído.
PANTALÓN AJUSTADO
Te vi y creí deshacerme,
como se deshacía tu pantalón ajustado
a la orilla del sol
liberando tus piernas ilimitadas
y dejando, en su lugar, el motivo floreado
que tan bien descendió y se asentó
sobre tu carne terrosa.
CORAZÓN POR FUERA
Háblame con el corazón por fuera, regálamelo
en cada sílaba que tu lengua fecunde y para sola,
deja que tus mejillas reposen sobre ellas mismas
para que cobren la luz y el sonido verdaderos
y no los que los huesos fingen hacia la carne,
si tus piernas se lían a veces sigue caminando
y deja que el suelo te acoja como una monja
hecha de colchón y mezcolanza de colores.
No te ahogues si todo tu cuerpo se hace un nudo
y tu risa sale rota en cien pedazos de confusión.
No temas ni evites la risa, deja que salga a borbotones
de tus entrañas como si fuera tu garganta
un río de formas con el aroma y el brillo de tu aliento.
Samuel Moreno vive en San Pedro del Pinatar. Se propuso seriamente la idea de escribir en 2015. Ganó un concurso gracias a su primer poema. Más tarde publicó los libros Acmé (poemario) y Frenopatía (novela). Nació prácticamente en la orilla del Mar Menor y nos dice que poco más hay que decir.
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