jueves, 22 de agosto de 2024

Selección poética de Samuel Moreno

OLE

Derribé el muro
y aparece ahora
esta selva sin podar,
esta bandada de buitres
que no quieren carroña;

¡Mi cola por delante
rechinando contra la paranoya!

Replegaré en mi vientre
los aullidos del cajón de mi padre
y mataré la sospecha
del pie que trastabilla
y la boca que vomita
vinagre y bicarbonato.

 

2:10 de la madrugada

Acurrucado en mi cama, candente por una voz.

Dice el cantaor que somos dos viejos mohosos;

yo, arrugándome y arrebolándome en mi cama,

una nube ácida; él, en su cante, cayendo

de un grifo oxidado, un chorrillo medio—congelado.

 

ÉL ha salido por un agujerillo del auricular derecho

y ha ido caminando por mi oído para llegar al cerebro

y cambiarme de sitio todas esas arrugas sangrantes

que deben ser el pensamiento, así se asegura

de que vaya con ÉL a un sitio muy variopinto

lleno de blancos pastilla y azules enfermedad,

lleno de sillas de ruedas y mantas mugrientas

para artistas muriendo por siempre de brevedad.

 

ÉL anunciaba un ambulatorio cuyo aire indulgente

raspaba limerencias inmaduras y oberturas abortivas.

 

 — Y ante todo, buenas noches

y bienvenido a este asilo, ¡el asilo Malasangre!,

tenemos codeína retrospectiva y siempre hace fresquito,

buscamos qué quemar, echa tus pulmones al fuego;

aquí no se respira, el cuerpo nunca pide, tan sólo da.

Nuestro bisturí verbal te sacará el corazón

y tendrás sitio en el pecho para Lo-Que-Quieras.

 

Aquí están los grandes estilistas vitales,

aquí las celebraciones se sufren en comunión.


Y como todos aquellos ancianos en bucle,

ignoré los avisos que lucía

la puerta ajada de este sanatorio virtual.

 

Una joven peliazul con gritos de funambulista

lloraba y se masturbaba en un oscuro rincón,

sus lágrimas salían de sus azilas y de su coño.


-Niña, llórame sin decirme el porqué,

que yo ya lo sé, tu garganta aún no.

Yo cubriré de miel de melón y de tragos ligeros de ron

las heridas que no llegar a tapar el tinte de tu pelo.

 

-Niño anciano, dale a tus ojos la entidad de tu cabeza prepotente.

Ojalá tus pies te hubiesen salvado de esto huyendo de aquí.

Ojalá tus manos desgastasdas hubiesen acariciado en vez de lijar.

Hablo, niño anciano impenitente,

de que siempre cruzaste

umbrales sin mirar la puerta.

Y la puerta de este sitio, viejo inmaduro, lucía

advertencias mayores que las del tabaco.

 

"-illos -icos -itos,

no te canses que no hay nada tuyo.

 

Envejece rápido o muere recién nacido.


No hay cabeza que no quiera rodar por el suelo

estando en medio de tanto griterío

que en verdad no suena en las tres esferas.


Si no te emborrachas

te cegarán nubarrones

de espeso petróleo intenso."


-Niño, riéme sin decirme el porqué,

que yo ya lo se, tu garganta aún no.

 

ÚLTIMO POEMA DE AMOR

Ayer supe más del lío de tu cabeza:

de unos auriculares púrpura

autoasfixiándose, con forma

de nube enfurecida por el tiempo,

salen unos truenos terroríficos

que atraviesan el humo ofidio

de tu cerebro

y caen en tu frente brillante

brillante de pena.

 

Hoy se ha parado la música y

ya no hay letra que describa esto.

 

No sé si tus manos moribundas

han necesitado agarrarse a alguna anilla

de esas donde se atan los caballos

para que no los arrastre su naturaleza;

yo tengo un poema de Miguel Hernández.

 

No sé si en las otras bocas

buscas revivir un beso

o una palabra de cartulina roja

que se te hayan muerto

de jugar tan solos

entre tus labios morados

de amor violento.

 

¿Pero, reguapa, sabes qué sé?

A nuestros labios y voces

les convendría dejar de jugar

y empezar a divertirse como nunca

les dejaron hacerlo.

¿Cómo?

Pues mirando el sube-y-baja

de la vida a través del pozo

donde nos tiró la gente.

 

Tardarás demasiados momentos

esparciéndose desde aquí hacia delante,

como un arpón yendo a lo que no sabemos,

en darte cuenta de esto, como yo;

y aunque ambos estamos esperando

desde el día en que despertamos,

no tenemos mucha paciencia.

 

Hoy quiere mi voz

hacerte el amor sobre

ideas suaves e infinitas,

en las que tumbarnos

no es ningún esfuerzo

y cabe todo,

incluso nosotros.

Pero sabe el silencio

que hoy es su día

y le debo el respeto de callarme,

a cambio

el dejará que me bailen los árboles

y el aire vaya marcándome el compás.

 

Búscame ahí si algún día nos perdonas:

dentro de las cosas vivas

que te van cantando

respetando la distancia con tu oído.

 

PANTALÓN AJUSTADO

Te vi y creí deshacerme,

como se deshacía tu pantalón ajustado

a la orilla del sol

liberando tus piernas ilimitadas

y dejando, en su lugar, el motivo floreado

que tan bien descendió y se asentó

sobre tu carne terrosa.

 

CORAZÓN POR FUERA

Háblame con el corazón por fuera, regálamelo

en cada sílaba que tu lengua fecunde y para sola,

deja que tus mejillas reposen sobre ellas mismas

para que cobren la luz y el sonido verdaderos

y no los que los huesos fingen hacia la carne,

si tus piernas se lían a veces sigue caminando

y deja que el suelo te acoja como una monja

hecha de colchón y mezcolanza de colores.

 

No te ahogues si todo tu cuerpo se hace un nudo

y tu risa sale rota en cien pedazos de confusión.

 

No temas ni evites la risa, deja que salga a borbotones

de tus entrañas como si fuera tu garganta

un río de formas con el aroma y el brillo de tu aliento.

 

Samuel Moreno vive en San Pedro del Pinatar. Se propuso seriamente la idea de escribir en 2015. Ganó un concurso gracias a su primer poema. Más tarde publicó los libros Acmé (poemario) y Frenopatía (novela). Nació prácticamente en la orilla del Mar Menor y nos dice que poco más hay que decir.

 

 

 

 

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