Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

viernes, 22 de agosto de 2014

La piel dorada, de Carla Montero (Reseña nº 689)



Carla Montero
La piel dorada
Plaza & Janés, 2014

A día de hoy casi nadie cuestiona la importancia que tuvo el periodo que abarcaba desde los finales del siglo XIX hasta los principios del XX –en concreto 1914, fecha de la Gran Guerra, que se ha venido a llamar fin-de-siglo- en lo relativo al desarrollo de las artes y las letras.
El escenario indiscutible de aquella revolución cultural fue París pero no fue la única ciudad, ni mucho menos, que aportó su granito de arena a la nueva cultura. Entre esas otras ciudades, Madrid –en la que se reunían los componentes de la célebre Generación del 98- y Viena, en la que los Gustav Klimt o Emilie Flöge aportaron también mucho sobre todo en lo relativo a la pintura.
Es ahí donde la novela encuentra su caldo de cultivo al narrar con maestría el violento choque entre la retrógrada sociedad imperial de la Viena tradicionalista y estos excéntricos y provocadores artistas que retrataban a modelos en cueros y proponían la libertad absoluta en la creación artística.
Evidentemente, la primera acusación a la modelo era la de asimilarlas a las prostitutas, un mundo del que provenían muchas de ellas. Posar desnudas era escandaloso pero aportaba dinero y era mucho mejor que tener una vida expuesta a los caprichos e infecciones de sus clientes en el prostíbulo.
Encontraremos varias historias de amor que nos atraparán en una trama de asesinatos que querremos resolver hasta la última página. Destaca el lenguaje sin pelos en la lengua que ya llamaba la atención en los Umbral o Cela y que en una mujer, como es el caso de Carla Montero, chocará por un lado; por otro, quedará de alguna manera atenuado en un contexto más suave que hace que un lenguaje tan duro se suavice.
La profundidad psicológica de los personajes está muy lograda, la acción es ágil con lo que las páginas se suceden a buen ritmo hasta llegar a un punto en el que uno quisiera que la novela tuviera alguna página más para seguir disfrutando el relato. Acierto este, sin duda, que nos tendrá en vilo hasta que salga una nueva novela de la autora.
El aspecto formal nos remite a una novela en el sentido estricto de la palabra. Por volumen, por diseño, por tipo de letra… es lo que cualquiera de nosotros imaginaría al pensar en una novela. La tapa dura la hará convenientemente resistente a la exposición a viajes, piscinas o cualquier otra circunstancia propia de los meses en los que estamos. En la cubierta, Inés –la apasionante protagonista del relato, un personaje que daría mucho juego interpretado en cine- y Viena, todo ello en los tonos dorados que menciona el título.
Ni que decir tiene que si alguno de nuestros lectores ha pensado viajar a Viena disfrutará de una piedra de toque que les acercará a lugares dignos de visitar y a la gastronomía propia de la ciudad, otro motivo para leerla. Que la disfruten.

Adolfo Caparrós Gómez de Mercado

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