Alberto
Olmos
El
estatus
Lengua
de trapo, 2009
La
obra de Alberto Olmos (Segovia, 1975), a pesar de su juventud, es ya extensa y
sólida. El estatus es una de
esas novelas atípicas, incluso dentro de
la producción heterogénea de este enfant
terrible de las letras españolas.
Tres
elementos habría que destacar de este libro. El argumento, la dicción y la
perspectiva narrativa. El primero, cabría decir, que no está a la altura de las
circunstancias propias de la propia narración. En la novela no ocurre realmente
nada, hay un poso de vacío que nos recuerda, sin querer comparar, a una obra de
Beckett o incluso a algún fragmento de Kafka. (No sé si será casual que la
portada imita una famosa fotografía del autor checo con su eterna novia
Felice). Que no suceda nada en una narración tampoco estoy seguro de si es un
elogio o un defecto, el lector lo deberá decidir. El segundo punto, la dicción,
su destreza estilística está fuera de dudas. Olmos maneja el lenguaje a su
antojo, es diestro, un artesano que conoce los resortes del escribiente y
coloca cada palabra en su justo lugar. El
estatus está bien escrita y es por eso que nos embarga una leve decepción
al comprobar que un narrador tan bien dotado no haya sabido (o querido) sacarle
más partido a una historia que podría haber devenido más misteriosa,
enigmática, imprevisible. Para explicar esto habría que contar de qué va:
básicamente, una mujer y una hija que se mudan a un extraño y solitario
edificio, en el que solo habita un portero mudo y lerdo. En este contexto
orbitan fantasmas, misterios, ausencias… que no llegan a fraguar, pero que de
un modo latente parecen contaminar la narración. Sin embargo, los terrores o
angustias que el lector podría arrostrar y padecer
son rebajados por Clarita, la niña protagonista, su visión infantil de la
situación y sus juegos infantiles.
Finalmente,
llegamos al tercer ingrediente, que a mi parecer, es el plato fuerte de este
inusual libro. Además de la narración objetiva en tercera persona, se
intercalan breves diálogos de las dos protagonistas, madre e hija, que
sobrevuelan y comentan esta misma narración, desde un punto de vista
privilegiado y superpuesto a la misma narración principal. Este recurso,
original y al comienzo de la novela desconcertante, acaba teniendo sentido y es
felizmente incorporado a la misma trama, lo cual es de celebrar.
El estatus es una novela breve de corte
tradicional pero que incorpora innovaciones narrativas bastante inusuales.
Aunque su argumento carezca de interés, el conjunto hace que la novela sea
sugerente y que, a pesar de que pueda flojear en algún tramo, por esa falta de
énfasis e intriga, no deja de resultar atractiva y
bastante recomendable.
Pedro Pujante
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