Sin duda, tenía los ojos más bonitos de la historia de la humanidad, pero escondían algo pavoroso.
En el fondo se percibía un pozo de oscuridad tan negro que no parecía tener fin.
Si
los mirabas, aunque solo fuera una vez, te atrapaban de tal forma que
no podías apartar la mirada de esos preciosos ojos, hasta que ya era
tarde y te encontrabas en la sima infinita y eras observado por el mismo
abismo que te irá consumiendo hasta no dejar nada.
M. D. Álvarez
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