Atardeceres
nublados
se
reflejan en mis alas
entre
vidrios apagados
y
el frío de las murallas.
Se
pierden en mi memoria
tus
daños y tus hazañas,
en
paralelo a tu historia
mis
recuerdos te acomapañan
Aún
llegan de los rincone
los
ecos de barricadas
bordadas
entre canciones
a
Lutecia dedicadas.
Pese
a que no te perderé,
ni
tú a mí vas a pederme,
por
la verdad, confesaré
como
yo quisiera verme.
Envidia
sana me inspiran
ese
muchacho y sus lienzos
que
tus calles iluminan
y
hacen realidad mis sueños.
Quien
partiera de su pincel
por
pasear tus bulevares,
imaginarse
cual doncel
por
el Chatelet des Halles.
O bajando por Montmartre,
bailar de mano de Amélie,
y llegando hasta Pigalle,
gozar de alguna meretriz.
Son estas algunas cosas
que de la carne codicio.
Todas son maravillosas
aunque inciten a los vicios.
No me priva sin embargo
tu alta torre de vigía,
esa que a enamorados
De mi amada les desvía:
Mi Señora y mi condena,
que no es vuestra sino mía.
Este amor como la piedra
más de uno lo querría.
A pesar de mis pesares,
me sonríe la fortuna;
no hay parisina que iguale
Notre-Dame bajo la luna.
David
Solera Asís, reside en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Ha colaborado
en guiones teatrales durante sus años de actor aficionado. Ha
participado en la revista digital Inventio
Magazine
y en la revista de la SAINDE. Lleva un blog, Una
abubilla en la bahía.
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