Juan Gil Palao
Hay cosas que tiran
más
Editorial ADIH, 2014
¿Estamos
ante la otra cara de la moneda en la violencia de género? Podría ser. En la
obra, su autor se sirve de la escritura para denunciar la situación personal
por la que atraviesa. Aunque físicamente no ha sido agredido, la convivencia
con su exmujer le ha dejado una profunda herida de dramáticas consecuencias.
Las
preguntas que surgen cuando llegas al final de esta historia son, entre otras: «¿El
maltratador nace o se hace? ¿Todos los sentenciados por maltrato, son realmente
maltratadores? ¿Qué caldo de cultivo se precisa para que un hombre tranquilo y
feliz se convierta, según consta en sentencia, en un maltratador?
El
protagonista de HAY COSAS QUE TIRAN MÁS… no
se siente culpable del delito del que se le acusa, sino todo lo contrario.
Asume que en un momento de máxima tensión empleó la fuerza contra su mujer, en
el preciso instante en que había público —testigos— presente. Eso fue
suficiente para dictar sentencia. Nada ni nadie se preguntó el origen de la bofetada; nadie indagó en las
circunstancias que propiciaron el empujón en la vía pública. No hubo nadie que
juzgara a la otra parte por su implicación en la ruina ocasionada al marido. Y
ahora él lo había perdido todo. Nunca más recuperaría su patrimonio, su empresa
ni su vida. Pero lo que más dolor le causa es la pérdida de sus hijos. A él
nunca nadie le hará justicia.
Juan
Gil Palao deja claro que su intención no es justificar la violencia a través de
estas páginas; tampoco es una historia contada a modo de revancha, sino como
una llamada a la reflexión acerca de aquellos casos que, como el suyo,
permanecen ocultos y silenciados a la opinión pública porque no hay asesinatos.
Quizá, ni siquiera eso… Tal vez, el autor, se ha sentado frente a la página en
blanco con el único fin de descargar su impotencia y su culpabilidad por no
haber sabido reaccionar a tiempo. Para ello ha empleado la palabra escrita
dirigida a un interlocutor cuya libertad, él nunca podrá disfrutar.
Yo,
personalmente, no soy amiga de generalizar, y lamento que en cuestión de leyes
no siempre se aplique la justicia de forma individual, atendiendo
minuciosamente a cada detalle de las vidas de los implicados. Una vida no vale
una sentencia en un papel, de la misma manera que tampoco hace falta morir para
estar muerto en vida.
Lola Estal
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