Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

viernes, 3 de junio de 2016

Mucho más que un sueño, de Juan Gil Palao (Reseña nº 773)



Juan Gil Palao
Mucho más que un sueño
Editorial Trirremis, abril de 2016


El yeclano Juan Gil Palao ya no duda a la hora de ir publicando lo que ha escrito en esos años oscuros en los que pensaba que ver sus narraciones en imprenta era un sueño inalcanzable.

Tras su éxito “Hay cosas que tiran más”, que tuve el placer de publicar como editor de la desaparecida Editorial ADIH, ahora regresa con su segundo libro de relatos, Mucho más que un sueño, tras haber publicado también “Cuentos, leyendas, vivencias e historias de miedo”.

Estos veinte relatos abarcan un período creativo del autor muy extenso, desde 1996, por ejemplo, hasta recientes, en 2013, por citar dos ejemplos que nos ayudarán a comprender la diferencia narrativa que el lector encontrará en ellos. Porque él, Juan Gil, ha ido creciendo mientras escribía, mientras nos contaba sus temores, sus miedos, sus vivencias.

Hay relatos costumbristas, del día a día, del más cercano, del vecino del pueblo o del campo. Del amigo trabajador en la fábrica de muebles, de tractorista, de aquel que siempre destacaba, o de quien le era imposible encontrar amigos. 

Hay relatos oscuros, dolorosos, que el autor nos dice son de una etapa de su vida personal muy dolorosa, pero también alegres, que regresan a la luz, tras atravesar el túnel.

Eso sí, como en sus entregas anteriores, de Juan Gil Palao no esperéis florituras con el lenguaje, ya que escribe para todos, para que se le entienda, con expresiones coloquiales en algunos momentos, para hacernos más cercano el cuento.

Hay que mencionar también la edición, bien cuidada, en formato de libro de buen tamaño, y con letras que acompañan para hacer más fácil al lector su lectura.

Cuando escribo esta reseña sé que ayer tarde se presentó el libro en el Museo Ramón Gaya, os lo contaré en otra entrada.

Francisco Javier Illán Vivas

miércoles, 1 de junio de 2016

La profesora de música

Esa tarde visitamos el teatro, se trataba esta vez de un concierto que, sospechaba, sería aburridísimo; mi profesora nos llevaba a muchas de las pequeñas actuaciones musicales que se organizaban allí. 

Siempre me aburría. A veces, incluso, era inquietante el sonido de algún instrumento que parecía chillar, y se tornaba insufrible a lo largo de la actuación. Entonces me impresionaba que la gente aplaudiera, era como si todos se pusieran de acuerdo. Esto solía ocurrir, a veces acudía al concierto algún insigne profesor de música, si le veían aplaudir casi todos lo hacían.

Llegué a pensar que les pagaban para hacer de reclamo. 

El resultado de estos pensamientos me pareció terrible. Sabía que existían personas carentes de criterio, pero no que fueran tantas. Durante la actuación me distraía rebuscando entre los palcos y observando a las personas; tal actividad me resultaba placentera. 

No sé por qué extraña razón, me agradaba acompañarla.

Esa tarde, en concreto, me impresionó el concierto. Me pareció buenísimo y me sentí bien, porque además había conseguido evadirme de mis problemas. Era muy joven y estaba enamorada. Me mortificaba no poder verle a menudo. Nadie se percataba de mi sufrimiento, todos creían que era cosa de niños. 

Me sorprendí de aquella magnificencia. 

El cantante, dirigiéndose al público, se despidió de los escenarios. Aquella había sido su última actuación y pretendió dejar un buen recuerdo. La profesora de música comentaba, muy altiva camino de su casa, que había sido un hombre sin afán de superación, un mediocre.

Llegamos pronto, ella vivía muy cerca del teatro, a veces me daba la impresión de que nos llevaba a los conciertos porque se sentía sola. Me llamaba la atención su salón, carecía de sensación de hogar y parecía una exposición al público. No había fotos ni recuerdos. 

No quise merendar aquel chocolate con churros. Entre dientes me dijo que yo era una jovencita muy terca. La mesa de mármol era de color negro y tenía dibujados unos angelitos blancos que parecían haber sido pintados en relieve. 

Pasé la yema del dedo por sus bordes, sin embargo no se apreciaban al tacto.

—Deja de jugar con los angelitos y tómate el chocolate, se enfriará. — Insistía.

—No me apetece, gracias.

A veces me sentía invisible. Ni me veía, ni me escuchaba. 

Hacía todo con mucha calma. Solía finalizar la tarde con alguna frase imperativa:

“Recordad, debéis practicar los ejercicios de voz, concentraros y trabajar”. 

Alguien llegó a la casa y abrió la puerta con su propia llave. Nos despidió amable y fría.

Me extrañó.

— Niñas, podéis iros a casa. — Nos miró superficialmente. 

Salimos de allí, no sin antes darle las gracias por su hospitalidad. 

Una de las pequeñas dejó la puerta entreabierta, me volví para cerrarla y le oí; ese hombre poseía una voz de barítono y un tono muy fuerte, parecía enfadado e intentaba imponerse. No entendí lo que decían, discutían. Ella hablaba muy bajo y de vez en cuando decía algunas palabras en otro idioma; el hombre parecía extranjero. 

Entré de puntillas en la casa dejando abierta la puerta. Me quedé en el hall. Detrás de las vidrieras, observé como levantaba el atizador de la chimenea e intentaba golpearla. Ella consiguió zafarse y salió corriendo de la habitación hacia la puerta; vi su cara de frente tras el cristal, me miró como pidiendo socorro y vino hacia mí. 

Su cara de súplica me impactó. 

Me incliné hacia delante y deslicé mi pierna, contra la que él tropezó. Su frente dio de lleno contra el canto de la puerta y la fuerza del golpe le dejó inconsciente sobre un hilero de sangre, sus ojos permanecían cerrados. Temblaba de miedo, entre las dos le movimos y salimos de allí corriendo. La profesora se encargó de llamar a la ambulancia y a la policía. 

Cuando llegaron el cuerpo del hombre no estaba. 

Solamente una mancha de sangre en la entrada. Nos miramos, sabíamos que regresaría.

La invité a pasar la noche en mi casa. Fuimos caminando despacio, el recorrido no era muy largo. Venus brillaba con todo su esplendor. De pronto dejé de ser invisible para sus ojos 

Y comenzó a contarme una historia acerca de aquel hombre. 

Ambos habían llegado de un país extranjero, ambos habían sido músicos, cantaban juntos, se enamoraron…Él perdió su voz debido a una enfermedad, comenzó a beber y a tratarla mal. Solamente regresaba para pedir dinero y se enfurecía constantemente. 

Sentía pena por él, ella todavía le quería. 

No quise juzgarla, al fin y al cabo ¿quién era yo para juzgar a nadie?

—No te quiere —No dije más.

A la mañana siguiente, el periódico estaba sobre la mesa junto al café. En primera página la fotografía de ese hombre en una cama de hospital, alguien le había encontrado caído en la calle y le había acercado a una clínica donde se recuperaba del golpe. 

Le di la vuelta al periódico, no quise que ella le viera. Lloraría.

— ¿Qué dice el periódico?, ¿algo interesante?

—No.

—Déjame ver.

Me sorprendió su reacción… Se quedó mirando la foto y exclamó, un alarido salió de su corazón:

— ¡Así te mueras!

— ¿El amor duele siempre?—pregunté inocentemente.

—No, querida, el amor no duele.

—A mí me duele.

Me observó mientras tomábamos una taza de café.

—El amor es felicidad, es confianza, pasión... Esto es otra cosa. Le eché la culpa al alcohol, a la mala suerte y a todo lo que se me ocurrió. No son más que excusas que me pongo para no perderle, lo cierto es que estoy loca por él, pero él no me quiere. A veces nos volvemos sordas, ciegas y mudas, hasta que un día nos ocurren estas cosas. Dime ¿por qué te duele?

—Porque está muy lejos…

—Está claro que por una cosa u otra todos sufrimos.

—Pero él me quiere.

Sonrió.




María Teresa Fandiño. Estudió empresariales en mi ciudad, A Coruña, en donde resido. Asesora fiscal. Obtuvo el primer premio de microrrelatos para una revista digital. Participé en antologías y revistas digitales. Entre ellas enAcantilados de papel”. Como globos de colores”, de la editorial Libros Mablaz, ha sido mi primera novela publicada, resultado de un premio que obtuve en un concurso de narrativa.

martes, 31 de mayo de 2016

Una semana más: más de 1.000 visitas a nuestra sección de reseñas literarias



Nos agrada ver la fidelidad de nuestros lectores de fin de semana, que nos regalan más de 1.000 páginas vistas a la sección Libros en el acantilado.

Gracias por vuestra confianza.

lunes, 30 de mayo de 2016

Próxima novedad editorial: El mendigo de la Place Vendôme, de Francisco Javier Illán Vivas

Muy pronto estará listo la primera antología personal de Francisco Javier Illán Vivas, gracias a Editorial Trirremis, que ha querido con ello homenajear la figura poética y personal del autor nacido en Molina de Segura.

Aunque el creador del proyecto Diez voces de la poesía actual vive en estos momentos en San Pedro del Pinatar, sus vínculos con su ciudad natal son bastante sólidos y, con la cultura escrita, mucho más, pues a parte del proyecto citado, dirige el certamen de Cuentos de Navidad Ángeles Palazón, que se resuelve, durante los últimos tres años, por estas fechas.

La obra recoge una selección personal de la poesía del molinense, de sus libros publicados, Con paso lento, Dulce amargor, Crepusculario, Témporas, A mi manera y Equipaje ligero. Se incluyen también poemas aparecidos en diferentes libros colectivos, como II jornadas de poesía sobre el Segura, Tertuliemos I, Arde en tus manos y República poética.

Además de una muestra de su poesía publicada a lo largo de estos años en diferentes revistas literarias, como en la prestigiosa Revista literaria Baquiana, de Miami; o la Revista Literaria El Túnel, de Colombia; o Revista Estrellas Poéticas, de Argentina; o Revista literaria Remolinos, de El Perú; por citar unos ejemplos.

No se olvida de incluir algunos poemas inéditos, de su etapa social, durante su comprometida participación en el movimiento del 15M, antes de que el desvarío de este movimiento- en su opinión- deviniese en lo que es actualmente.

La portada de Toñy Riquelme García.

El libro se presentará en un acto homenaje organizado por Editorial Trirremis en Murcia y se regalarán ejemplares, hasta agotar existencias, a los asistentes al acto, que contará con figuras de la literatura y la cultura. 

viernes, 27 de mayo de 2016

Fuimos amigos, de Mills Fox Edgerton (Reseña nº 772)

Mills Fox Edgerton
Fuimos amigos
Ediciones Irreverentes, octubre de 2015

Este es un libro de los recuerdos de Antonio Ortíz Ybarra, a quien todo el mundo conoce por Toño, quien vive casi en un museo desde que su mujer falleció. Y que, ahora, tras la muerte de un amigo de casi toda la vida- del cual había estado distanciado los últimos tiempos- provoca un desasosiego que altera su plácida vida.

Será su nieto, Juan Carlos Ortíz Gallego quien, en largas conversaciones con él, le obligue a recordar su vida junto al amigo de toda la vida, Fernando Suárez Beltrán (Nando), lo que le hará recuperar la tranquilidad, le hará mucho bien y descubrir aspectos de esa amistad que casi tenía olvidada.

Es también, por tanto, un recuerdo de lo que hemos vivido en España las últimas décadas, puesto en boca del personaje por un autor, el hispanista Mills Fox Edgerton, que conoce bastante bien lo acontecido en este país en los últimos cuarenta y algunos años.

Personalmente me quedo con la reflexión, casi al inicio del libro, sobre la amistad. A partir de ahí, excepto breves intervenciones del nieto, todo es un monólogo del abuelo. Porque, recordar a Nando, era una forma de volver a vivir, de ser joven, de abrise paso en la vida, y es que, Nando y él, eran amigos. Él, Toño, como el nieto, al final, quiere quedarse con esos recuerdos.

¿Por qué? Porque fueron amigos.

Francisco Javier Illán Vivas