Se me
aparecen estos versos antiguos, llenos de miedos y esperanzas (todo
amor lo es: miedo y esperanza), para afirmar, entre quejas, que es
posible amar clavado a una cruz, si la cruz es el resultado de otro
amor. El amor persigue al amor como el trueno al trueno en la
tormenta. Se habla de dolor en estos versos, y de trago (en copa
amarga), y de clavos, que te hacen florecer fruto prendido al árbol
del suplicio amoroso, la cruz, que es el mismo amor dolorido. Siempre
es sorpresa el amor, y aparece como asombro por algo.
Si
una flor, un paisaje, el modo y la forma de algo o alguien, su
inteligencia quizá, quizá su rebeldía, o su mirar sereno, te
sorprenden, y caes en la tentación de asombrarte, estás a punto de
caer enamorado. Y si caes enamorado, quedas clavado en la hermosa
cruz de ese enamoramiento; y las quejas por la cruz y los clavos, y
por el no poder irte (aunque no lo desees), y el parecer que mueres
sin morir, son oración, y discurso que acrecienta el amor. Es una
bella tentación el enamoramiento, que esclaviza y libera a la vez;
ambas, el ser y no ser esclavizado, son la sístole y la diástole
del amor; porque el amor tiene necesidad de respirar, para no morir.
Es lo que pretende decir, con asombro de poderlo decir, este poema.
Le
di forma hace muchos años; y quise que fuera soneto, para que
pareciera más cruz, pues el soneto ata sílabas, rimas, cuartetos,
tercetos, clava en la cruz de su mismo ser, y no puede exceder de
catorce ríos (léase versos), que van a dar al mar mismo de la
belleza, como del morir diría Manrique. Porque el poema, al fin, es
un morir que vive en la palabra, que es tiempo. Pues he aquí el
poema, que te ofrezco para que reces, si lo deseas.
QUEJAS
DE AMOR DE UN CORAZÓN ENAMORADO
Ya
estoy, Señor, de tu dolor servido,
que
un trago de tu copa ya he gustado;
los
clavos de tu cruz me han traspasado
manos
y pies, y en ella estoy rendido.
¿Por
qué tu amor así me ha sorprendido,
dejándome
sin pies y maniatado,
sin
libertad, Señor, mas tan librado?
¿Tan
celoso es tu amor y tan crecido,
que
así mi corazón retienes preso?
No
huiré, Señor, que sólo en tu ternura
amores
y delicias mi alma halla.
Mas
no cargues mis hombros con el peso
de
tanto amor y tanta galanura,
por
si mi corazón no puede y falla.
Vicente
García Hernández
Del
libro inédito En el pan es de día.
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