Los
pedregales y el polvo
del
camino,
los
espinos y las zarzas
fruncen
tu seca garganta.
Sol
ya atardecido
y
una palabra
en
fiebre tus ojos arrasan,
y
agostan desérticos
esplendores
ante
los áridos harapos
de
los doce,
que
apenas comprenden…
“Unos,
que Juan Bautista…
otros,
que Elías,
o
alguno de los profetas…”
Cuaja
el sol carmines,
rojos
violáceos, bronces
en
la encrucijada árida
y
ávida
de
elemental
presencia
de tu boca;
con
inminente afán
y
sequedad angosta,
la
soledad,
difícil
al riesgo
enigmático
de tu prisa,
desgarra
confusas
ilusiones.
Espesura
de ojos
no
taladra tu Abismo.
Vuelo
de pájaros
en
olvido continuo,
el
tiempo desviste
tu
oculta plegaria.
Pendes
de un rezo
ante
la muerte.
Aprender
es duro.
… Profuso
rostro,
desde
el silencio quebrantado,
arriesga
impotente
una
grácil ternura racional:
—Apaga
la sed,
pero
no me olvides…
Desgarra
la prisa
el
hondo
misterio
iconoclasta
de
los niveles de tu olvido,
con
más profundidad misma
en
tu silencio.
El
Poder no miente;
solo
afirma,
amoroso
y cálido,
certidumbre
escueta:
—¡Sé
que existes,
y
basta!
Jesús Cánovas Martínez, Hellín, 1956. Profesor de instituto, escritor y crítico literario. Fue asiduo colaborador de la revista Ágora papeles de arte gramático, ha publicado poesía y cuento. El poema que inicia esta serie de poemas sacros que publicaremos durante la actual semana pertenece a su libro Kyrie Eleison. Editorial Betania, 1994. Podéis consultar bibliografía ÁQUÍ.
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