El cocodrilo
GADIR EDITORIAL, 2012
Reseñar una obra de
Dostoievski puede parecer un ejercicio innecesario. Y lo sería quizá
si no fuese porque de vez en cuando alguna editorial atrevida se
vuelca con entusiasmo y rescata clásicos, los viste con traje nuevo
y los saca a pasear por las librerías contemporáneas. Este es el
caso de la edición de El cocodrilo que presenta Gadir
Editorial, hermosamente ilustrado por Eugenia Ábalos.
El cocodrilo es un cuento
del autor de Crimen y castigo en el que nos encontramos una
situación inverosímil y cómicamente grotesca: el funcionario Iván
Matvéich, en una visita al Pasaje, (famosa galería de San
Petersburgo), es engullido por un enorme cocodrilo. A partir de ese
momento la historia cobra tintes esperpénticos y delirantes. El
funcionario se queda a vivir en el interior del reptil. Su esposa no
se toma muy bien el asunto y piensa en pedir el divorcio. El dueño
del animal decide que la situación le valdrá para generar mayores
ingresos. Su amigo (y narrador) Semión Semiónych nos dará cuenta a
lo largo de la estrambótica narración de los avatares de este
extraño episodio de un funcionario engullido por un cocodrilo. Le
recrimina: ‘¿Pero quién le ha mandado meterse dentro de un
cocodrilo?’ Aunque, el protagonista, lejos de sentirse asustado
por su anómala situación, intentará sacar partido de ella. Su
avaricia y ceguera le harán vislumbrar las ventajas de vivir en el
interior de un cocodrilo llegando a afirmar: ‘Si no llego a ser
un Sócrates, seré un Diógenes’.
Un
relato, que como toda obra relevante, opera a distintos niveles de
comprensión. Por un lado asistimos a una fábula en clave
humorística sobre la estupidez humana, el egoísmo y lo absurdo de
la vida. Pero no pueden pasarnos inadvertidos otros elementos menos
estéticos; hay en este cuento una proyección decididamente irónica
de la incipiente sociedad consumista, del capitalismo que el siglo XX
viviría en todo su esplendor y del ‘principio económico’ como
respuesta única a todos los males. Es así El cocodrilo una
alegoría premonitoria de nuestra sociedad que el gran genio ruso de
las profundidades espirituales soñó en su día. Ya Stefan Zweig
consideró al escritor moscovita como ‘el mejor conocedor del
alma humana de todos los tiempos’. No en vano, se puede añadir
que fue un precursor del existencialismo (‘Memorias del
subsuelo’, entre otras) y del surrealismo. Es además un claro
antecedente de Kafka, que con su Metamorfosis, no hizo sino prolongar
la idea de alienación, extrañeza asimilada por la mirada del hombre
contemporáneo e inversión de la realidad, que ya propuso el
inmortal Dostoievski en esta fascinante y divertida fábula.
Pedro Pujante
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