Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

martes, 11 de noviembre de 2025

El retorno de John Sanders, de M.D. Álvarez (2 de 8)

 


Ya en la cabina de inmersión me lo seguía pensando pero ya no había vuelto a tras además ella me ataba a su pasado aquel pasado tumultuosa y tórrido la quería y no podía defraudarla la vía estaba puesta.
La vi acercarse a la cabina con el rostro sombrío notarás una sensación de pesadez tranquilo es normal.
De pronto, me di cuenta de que me estaban durmiendo. Aún la oía hablarme: «Es mejor que estés dormido; el dolor sería atroz y ya has sufrido más que nadie».
Aún así, me seguía resistiendo, debatiéndome entre la consciencia y la inconsciencia, hasta que me sumí en un perturbador sueño profundo donde seguía oyéndola hablarme para mantenerme tranquilo. No supe cuánto tiempo estuve en aquel estado, pero de pronto algo cruzó mi mente: un estallido de dolor salvaje recorría todo mi cuerpo, incluso mi brazo izquierdo, que perdí en la última batalla. El dolor me atenazaba, retorciéndome de forma brutal.
Entonces, la oí llamarme: «John, John, tranquilo, no luches».
No estaba en mi naturaleza dejarme vencer, pero dejé de resistirme; algo en su voz me calmó.
Ella fue la única que salió indemne del atentado. Sé que me buscó, pero yo había caído en un estado de negatividad. Tiempo atrás, quise quitarme de en medio, pero algo me retenía aquí; los lazos que me unían con ella eran mucho más fuertes que el diamante.
Por eso, cuando Angus me invitó al OCE, ni me lo pensé; sabía que el único sitio donde la encontraría sería ahí.
La oía cantar «Spending My Time» de Roxette; era nuestra canción. Aquello me sumió en un placentero sueño.

Continuará...

M. D. Álvarez 

viernes, 7 de noviembre de 2025

Paisajes y lecturas, de Pedro Diego Gil López y Jesús A. Salmerón Giménez (Reseña nº 1125)

 


Pedro Diego Gil López, Jesús A. Salmerón Giménez
Paisajes y lecturas
Editorial Almadenes, 2024

Una joven editorial, un amigo de años y uno que lo será a partir de ahora, se reúnen bajo la égida de Rosa Campos Gómez que es, además, la autora de las ilustraciones de la portada.

Me hice con este ejemplar en la Feria del Libro de Cieza, aquel nefasto día del apagón nacional, y hace pocas horas que le he puesto el punto y final a la lectura. Un libro a dos manos que, por cierto, veo que cada vez se publican así libros, de dos o más autores.

En efecto, este volumen reúne dos libros : los paisajes que caminaremos junto a Pedro Diego Gil, que nos lleva a los parajes más bellos de Cieza y alrededores, muchos de los cuales he tenido la oportunidad de caminar con amigos de la localidad haciendo senderismo o, simplemente, por el placer de ir a visitarlos.

Y el segundo, las lecturas, él nos lleva más a a sus inicios como escritor, a los lugares que le inspiraron, que conformaron su creatividad literaria, muy influenciada por todos ellos, además de sus lecturas.

Por tanto el lector encontrará lugares cercanos, historias, paisajes que han ido cambiando con el tiempo, y lo que ha influido todo ello en quienes viven allí, en Cieza, bajo la vigilancia permanente de La Atalaya.

Francisco Javier Illán Vivas

miércoles, 5 de noviembre de 2025

El retorno de John Sanders, de M.D. Álvarez (1 de 8)


 

 

En aquel edificio de seis plantas se encontraba la base secreta de la organización de combate exoespacial más conocida como OCE, a la que me habían invitado a visitar. La recepcionista, al verlo entrar, lo miró de hito en hito, preguntándose: «¿Y este de dónde se ha caído?».

—El señor Angus Tyron me está esperando.
La cara de ella cambió; ahora estaba pálida. Se dio cuenta de que debía ser alguien importante, pues tenía la tarjeta de presentación del director general.

—Si espera aquí, por favor, voy a avisarle. Perdón, ¿a quién tengo que anunciar?

—John Sanders —le dije con una sonrisa encantadora.

—John, qué alegría que aceptaras la invitación —dijo aquel armario ropero que sonreía de oreja a oreja.

—Hombre, Angus, tanto me has insistido que he tenido que pasar a visitarte —dije, esquivando el férreo abrazo que pretendía darme.

—Vaya, veo que sigues siendo muy tuyo con las muestras de cariño.

—No, es que tus abrazos son demasiado férreos.

—Ok, ok, me disculpo —y tendió la mano.a modo de disculpa

Su mano estrujó la mía, pero levemente. Ven por aquí, quiero que veas los laboratorios y en lo que estamos trabajando. Nos dirigíamos al ascensor, que curiosamente tenía más pisos subterráneos que los seis superiores.

—Quieto, que te unas a nuestra organización, John. Tú serías una de las mejores bazas y, además, creo que ya conoces a alguno de los otros miembros del equipo, dijo visiblemente satisfecho.Al abrirse las puertas del ascensor, la luz me deslumbró; tuve que adaptar mi vista. Cuando lo logré, la vi allí, junto a dos gigantes.

Ella lo reconoció enseguida y echó a correr en su dirección.

—Creí que habías muerto —comenzó a decir cuando se fijó en la articulación de mi codo izquierdo. —¿Por qué no nos dijo nada, Angus? —dijo, airada.

—Lo siento, doctora Angie, no hay nadie más cualificado para probar el suero.

—Un momento, ¿de qué suero estáis hablando? —pregunté incrédulo ante lo que estaba oyendo.

—¿No le ha dicho nada? Es usted incorregible —terció ella con el rostro sombrío.

Ella me llevó a parte y me explicó que habían descubierto un suero regenerador y modulador de cuerpos. Pero que no había sido probado en humanos de pura cepa. Aquellos dos gigantes eran subhumanos y el suero había cuadruplicado su tamaño, pero no así su inteligencia.

—¿Y pretendes que me someta a este ensayo?— Pregunté visiblemente preocupado ante el cariz que estaba tomando la situación.

—No sabía lo de tu situación; te perdimos cuando el anterior cuartel general fue destruido —quiso calmarme—. Este suero podría devolverte tu brazo.

—Y también podría privarme de mi humanidad —tercí yo con cara de pocos amigos.

—Lo sé, y créeme, estamos desesperados —arguyó con aquella mirada capaz de desarmar al más pintado.

Me separé de ella pensando que, si me necesitaban, estaba dispuesto a arriesgarme.

Continuará… 

M. D. Álvarez 

sábado, 1 de noviembre de 2025

Hojarasca, de Ginés Aniorte (Reseña nº 1124)


 

 

Ginés Aniorte
Hojarasca
La Fea Burguesía, mayo 2025

Un libro hecho de retales, nos explica el autor, poemas que fueron dejados aparte, porque en aquel momento en que los escribió o que fue recopilando para sus libros de poesía anteriores, no les encontró cabida.

Leídos años después (es una recopilación de todos esos poemas de los últimos 20 años) se da cuenta de que son parte de lo que él es, de lo que le define y ha tenido el acierto de reunirlos en esta edición de mayo del presente año.

Divididos en cuatro partes: Aquellos, los de entonces; Del tiempo y sus afanes; Ave Fénix e Inventarios.

Con esta edición nos dice que "libero, pues, estos poemas seguramente recluidos sin razón, esperando que cada cual inicie la andadura que los lectores le consientan".

Creo que es una oportunidad muy interesante para conocer esta parte de la creación poética de Aniorte que permanecía oculta en el "fondo" de su ordenador.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 28 de octubre de 2025

El valor de dos, de M.D. Álvarez

 


No sabía cuánto terreno habían recorrido, pero se enfrentaba a su primer tabú, aquel del que nadie ni ninguno de sus amigos se había osado enfrentar.  
La noche anterior, fueron recogidos por un camionero que, muy amablemente, les había ofrecido subirse a su cabina. A mitad de trayecto, algo cambió en la afabilidad de aquel transportista; comenzó a toquetearla sin contemplaciones, a pesar de que ella le había dicho que no, que parara el camión. Pero no hubo manera; solo la real defensa de su compañero evitó que la agresión pasara a mayores. El camionero paró en un área de servicio perdida en los páramos, los hechos de la cabina y se largó diciendo: "A ver cómo salís de esta, niñatos".

Él se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros a ella, que todavía seguía traumatizada por los acontecimientos que acababan de ocurrir.  

—"¿Estás bien?", preguntó él, abrazándola con ternura.  

—"Sí, solo quiero salir de aquí", respondió ella entre sollozos..

—Creo que he visto una granja a dos kilómetros de aquí. Allí podrás descansar —dijo él—. Se había quedado con la matrícula del tráiler; cuando la pudiera poner a salvo, se encargaría de localizar a aquel cerdo y ajustarle las cuentas. 

M. D. Álvarez