¡Mis
manos!
que
descendieron
tu
cuerpo
ensangrentado;
manos
de
Arimatea
que
lo vieron,
con
dolor,
tan
cruelmente
traspasado.
Manos
que
llevarán
el
contacto
de
tus manos,
de
tu rostro,
de
tus pies
y
de tu sangre
¡el
Grial!
de
tu eterno
abrazo...
Cristián Mínguez
De su libro "Versos sacros"
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