Marlen Haushofer
El muro
Siruela, 2003
Afirman
que las fronteras no existen, sino que somos nosotros quienes las
establecemos por miedo. El miedo a la diferente, el miedo a lo
desconocido, el miedo a cambiar… El ser humano es una especie que
basa su supervivencia en un entorno que él mismo ha creado,
completamente artificial y lleno de comodidades que hacen su
existencia mucho más sencilla y cómoda al que somos incapaces de
renunciar. Sin embargo, ¿qué ocurriría si nos viésemos en la
obligación de hacerlo?
Marlen Haushofer plantea
esta interesante hipótesis a través de su novela más conocida, «El
muro». En ella, su protagonista deberá renunciar a su anterior
existencia para sobrevivir al confinamiento de un muro invisible que
circunda los terrenos de la cabaña de unos amigos. A partir de ese
momento, su vida se reduce a la rutina diaria para garantizar su
supervivencia, tolerable gracias a la relación que establece con sus
animales: un perro de caza, una gata salvaje y una mansa vaca.
«El muro» es un
sólido retrato sobre la soledad y la relación del ser humano con la
naturaleza que reflexiona sobre el actual estilo de vida, sobre todo
en las ciudades. Marlen Haushofer consigue introducirnos esta crítica
social a través de los escasos flashbacks sobre la vida de la
protagonista previa al muro. En ellos, nos desvela la infelicidad que
sufría derivada de una existencia vacía, donde la relación con los
miembros de su familia era inexistente, incluyendo sus hijas, y se
basaba en las apariencias o la posesión material, como ocurría cada
Navidad.
Resulta sorprendente
comprobar la rápida adaptación de su protagonista al nuevo entorno.
El espacio dedicado a la exploración del muro y los pensamientos
sobre su origen apenas ocupan un par de párrafos, mientras que las
descripciones sobre sus labores acaparan casi toda la novela. Marlen
Haushofer pretende que la atención del lector esté centrada en los
aspectos más cotidianos, olvidándose de la existencia de esa
frontera invisible para describirnos la riqueza de lo sencillo, la
opulencia de lo básico cuando todo lo demás ha desaparecido.
En este sentido, la
progresiva transformación que experimenta el personaje está
directamente relacionada con sus animales, desarrollando una
dependencia mutua ante la necesidad de afecto. Resulta muy
significativo comprobar el grado de detalle en las descripciones que
realiza, mientras que de ella lo desconocemos casi todo, incluyendo
su propio nombre. Este contraste nos permite comprobar la renuncia
inconsciente de su anterior vida para entregarse por completo a su
nueva familia. Una percepción reforzada por el final de la novela,
que representa una ruptura de la narración previa ante la rápida
sucesión de los acontecimientos.
Es cierto que la lectura
requiere una gran paciencia, pues «El muro» está narrado
en formato de diario continuo, sin capítulos que nos permitan
distinguir el transcurso del tiempo en sus páginas. Una estructura
similar a «Ensayo sobre la ceguera» (José Saramago), pero
que Marlen Haushofer ya había empleado para su novela y consigue
simbolizar la interrupción del mismo desde el mismo instante en que
aparece el muro, el antes y el después que representa para el
personaje e incluso el propio lector de la historia.
De igual modo, no podemos
ignorar las semejanzas en el argumento de que «La cúpula»
(Stephen King), demostrando como esta obra establece un precedente
entre los éxitos literarios más recientes. Y es que, como dijo
Arturo Graf: "El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra".
María del Carmen Horcas López
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