Oh tú, daimon envuelto en rojo
sabor de sangre, señor del asfalto
en llamas, de las piedras volcánicas
del temblor bajo tierra.
Arcanos
de otro vientre que resiste la muerte
a manos de tu ímpetu,
Ángel de la Vida, señor de los anillos,
de disipada frente y barba tan ramplona,
imán de nuestros sueños, derrota de las
noches,
Burlador.
Te
alimentas del frío
que se enardece sólo en el ocaso,
de cabecitas locas en noches como ésta
mientras las sierpes trazan ochos en el
suelo
y desnudas de miradas al mundo por un
rato.
Tú
eras el dador del olvido
el caballero negro despeñándose
en una zona oscura de la mente,
el que un día marchó detrás del viento
y a todas arrojaba de su lado
con el gesto de quien apaga un
cigarrillo
con los labios mojados.
Fundirnos
en tu abrazo no nos basta:
viajar en ti, paralizar en hielo
brotar en llamarada de tu boca
despojarnos del tiempo mientras bailas
sobre la destrucción… perdernos
en las tinieblas del corazón salvaje
y mientras el dolor lacera al mundo
abrazarte en la cueva hasta morir.
Amparo Arróspide
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