La
mar y tú, la rosa, sois fugaz
palpitación:
o espiga de amarillos
templos,
o un arrecife con voz de agua
salpicando
y hablando vidrios,
cristales
de esperanza, espumas,
que,
en la luz tenue de la víspera,
cuando
el sol es ocaso
y
no cascada de arias
y
lejanos ponientes,
le
haga amor, sólo amor,
para
una muerte de hombre y transparencia;
frágiles,
como un pétalo o su efluvio,
o
la mar misma dada en su sudario.
¡Ah,
mar, o rosa amiga, mis dos muertes
(¡o
amores!), que en el pecho
sois
pájaros en huida, vidas o rachas
que
el corazón amueblan y lo conmueven!
Así
yo llego al más acá
de
los soñado, dado voces de luna,
dando
voces de tierra
(¿o
mar, o rosa?) para un hombre,
que,
en la noche, se ofrezca y sea diálogo
donde
haya vuelos; es decir,
sueños,
vino en los labios,
ocasos
de plegaria y sus herrumbres,
y
un silencio de trigo,
donde
no se oiga Dios sino su mano
moldeando
el barro para hacer
que
una palabra espesa de palomas
y
sus significados, le hable y viva,
y,
en su humildad, habite el hombre.
La
mar y tú, la rosa, sois fugaz
crucifixión
de un cuerpo que se exhala,
que
se amuebla de dichos y miradas
y
en tertulia se tiende como un cuerpo.
Crucifixión
y muerte del amor
en
esa frágil rosa que es el mar,
la
mar, la diosa de las flores dulces,
de
los ojos volados por gaviotas,
de
la frente lluviosa y pensativa;
la
mar contemplación, o mar misterio,
como
un milagro que llorara al hombre
siempre,
que lo cercara siempre, amándolo,
iluminándole
aventuras,
con
furias de oleaje y otros árboles,
para
llegar al más allá de lo soñado,
dejándole
tiempo atrás como un gran can
dando
ladridos blancos, dando rosas,
espumas
o gemidos que en mis manos
tiemblan,
como una catedral sin Dios,
como
la llama del mar llorando
como
rosas o sueños deshojados.
Vicente García Hernández
La mar y la rosa, la vida y la muerte. Excelente poema. Me ha gustado mucho. Un abrazo
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