Juan
José Millás
La
mujer loca
Seix
Barral, 2014
En
esta última novela de Juan José Millás nos encontramos algunos temas de gran
profundidad pero que son abordados con sencillez, honestidad y llaneza. Y sobre todo, con un estilo y pulcro que hace
que la novela sea consumida con voracidad y sin pausa. El autor, como Velázquez
en Las Meninas, aparece en un margen,
como un personaje secundario de la trama.
Julia,
una mujer extraña (loca, bastante loca), que tiene visiones de palabras y
frases que le hablan. Una anciana, Emérita, que desea morir aquejada de fuertes
dolores. Un escritor que se llama Millás, que pretende escribir un artículo
sobre la eutanasia. Todos estos personajes se encuentran en casa de Emérita, la
enferma que desea abandonar el mundo. Pero lejos de ahondar en el drama, Juan
José Millás (el autor de la novela, no el personaje) nos presenta una
indagación en el lenguaje y sus paradojas, y en la capacidad de este para dificultar la comunicación, para
evocar malentendidos.
Con
mucha ironía esboza un juego con el lenguaje, reflexión y sarcasmo incluidos, y
a través de la visión distorsionada de la mujer loca nos sitúa a nosotros los
lectores en la tesitura de si es posible que todo nuestro mundo, todo el
soporte lingüístico que rige nuestra comunicación sea tan estable y sólido como
en realidad solemos creer.
La
escritura de Millás se caracteriza por su cristalina y transparente fluidez.
Una prosa sin estiramientos que trata de
contar una historia, o varias historias. Un argumento bien estructurado y
uniforme, un retazo de la vida. Pero la vida que nos presenta Millás en La mujer loca está atravesada por la
mirada de un escritor que vive por y para la escritura, la imaginación y la
influencia casi demiúrgica de las palabras. Y además, la trama puede desembocar
en secretos inconfesables, en itinerarios inesperados al pasado que hacen
recobrar viejos fantasmas.
Más
allá de nuestra realidad, tras la aparente capa de lo consuetudinario, Millás
nos hace barruntar otra realidad esquiva y frágil, pero que puede llegar a
formar parte de esta que habitamos con acostumbrada normalidad. Porque si algo caracteriza este
libro es su destreza para hilvanar ficción y realidad. Ambas no se contraponen,
sino que se solapan como categorías intercambiables en un juego de espejismos,
preciso y muy divertido.
Es
recomendable este libro por varias razones que se desprenden de las notas
arriba expuestas. La historia es
interesante, está contada con las palabras exactas. Además, los asuntos
del suicidio voluntario o la demencia, que a priori podrían resultar de un patetismo hiriente o dramático, son
tratados con cierta distancia, ironía e incluso con mimbres de bondad. Hasta tal punto que la historia nos
deja un poso de amabilidad y hasta de diversión. Es este el rasgo de los
grandes autores: el tratamiento de temas profundos con aparente sencillez.
Además
de la indagación en el lenguaje. Grandes ideas, expresadas con claridad.
Pedro Pujante
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