La pequeña burquesía
La Sierpe y el Laúd, noviembre 2013
Los relatos son, algunas veces, tan breves como una instantánea y La pequeña burquesía parece un instante capturado presto para subirlo a la red social preferida de cada uno.
Incluso el último, Dinastía 2006, de más de treinta páginas de la, también, breve por pequeña, colección Acanto de La Sierpe y el Laúd. Ya os digo, desconocidos lectores, también este relato, pues la autora nos lo divide en cuatro momentos con nombre de mujer.
Ella, la mujer, es la protagonista de tan impactantes imágenes, menos en el primer relato, El hombre pez, que igualmente podría ser una fotografía de un hombre con tumbona con el mar al fondo.
Un metro abarrotado, multiétnico, multicultural, multicolor, acompaña a una elegante mujer con un libro en una de las esquinas, en el relato Cercanías.
Con alas, la protagonista será una mujer con abrigo rojo, con prisa, que una mano implorante detiene. No reclama dinero, es algo más, es un mundo lo que pide, que se rescate a personas y no a bancos. Aunque el objeto que lo represente sea una compresa con alas.
La necesidad de que alguien se fije en ella, la desolación de la soledad más profunda, de ese anciano que es ingresado en un hospital y ya nadie acude a recogerlo, es el motivo de este instante, de este Arrepentimiento, aunque podamos ver el estrado, al juez y al testigo entre las sombras.
¿Quieres chico? es placer, nuevamente soledad en silencio, aunque los ruiseñores puedan interrumplir el placer de dos cuerpos amándose.
Por el contrario, Amantes es una cicatriz, física y temporal, son treinta años, sin palabras. Imagen muda en un aeropuerto, donde la lluvia acompaña el despegue de un avión.
Dinastía 2006 está presidida por una botella de vino y, superpuestas, inclinadas sobre el eje que marca la botella, el instante de cuatro celebraciones, cuatro cumpleaños, rodeadas de amigos, en la intimidad, ante la alegría, ante la sorpresa del inesperado acidente; cuatro momentos: Aurora, Ana, Irene y María.
Fotografías todas ellas surgidas de la pluma de Lola López Mondéjar.
Francisco Javier Illán Vivas
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