Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

miércoles, 2 de abril de 2014

Distracciones desesperadas



Habitamos temporalmente una caja metálica, debe poseer remaches y soldaduras eficaces en todos sus ángulos, pues no se filtra ni una grieta de luz. El artefacto, en su exterior, lleva pendientes de techo y paredes cuerpos en descomposición, carroñas consumidas,  no se saben si humanas o animales, aunque saberlo no proporcionaría ninguna diferencia. No sobraría decir que la caja es también rodante, montada sobre 4 o 6 ruedas (no observe lo suficiente al subirme) no simétricas del todo, a deducirlo por los sobresaltos a intervalos y la dirección esporádicamente extraviada que describe el vehículo. El interior, totalmente aséptico y oscuro, en contraste con el día de hermosa luz en que lo abordamos.

El tedio produce a veces deliciosas y aberrantes distracciones desperadas. Nos hemos enumerado concluyendo ser 79. Desde luego nadie se ha aventurado, en arrogante pedantería, a proferir en voz alta un número determinado y asumir, en un exceso de fe, que otra voz encarnará el número consecutivo. No, lo que ha sucedido tiende a ser más sutil. Supongo que no podríamos saber quien comenzó, pero se ha creado una cadena incesante, en la que por medio de toqueteos y manipulaciones en el cuerpo del receptor, es transmitida una cifra precisa. El emisor debe tratar de codificarla solo a través del tacto, y tal vez, si cuenta con suerte, por medio de uno que otro olor. Sin embargo, no podríamos hablar de un código, pues no contamos con signos establecidos ni la articulación propia de un sistema.

La caja parece estar repleta cuando lo que sentís  son cuerpos por todo lado, en tal profusión, que la sensación del propio cuerpo se con funde con la de los adyacentes. Aunque también hay momentos en que no queda ningún contacto, ni siquiera un  roce esporádico, y llego a sentir frio.

Se es emisor y luego receptor, es este el único canon con que contamos. Además de no proferir palabra alguna, aunque esto es más bien una contención natural. No podría precisar que hace diferentes a estos contactos, si es su contundencia, su frivolidad o sutileza; su carácter ha de ser diferente y excepcional en cada caso.

El momento en que comienzan a tocarte de tal manera es imposible ignorar que se trata de tu mensaje; resistirse, ceder, entregarse, puedes hacer lo que quieras, de cualquier forma terminaras por entender. Después de la transmisión, que puede ser también trance prolífico en sensaciones, se debe de inmediato retransmitir el mensaje, que no es otro que la cifra que consideres consecutiva a la que a ti se te ha transmitido. Debe tomarse de inmediato el cuerpo que más espontaneo se te figure deseable, entonces hay tienes todo tu cuerpo y todo el otro cuerpo ajeno para hacerlo.

Juan Felipe Galindo Márquez. Cali, Colombia, 1979. Licenciado en Artes Visuales de la Universidad del Valle, alterna la creación artística con la literaria. Desde la niñez desarrolla la pasión por la lectura y comienza a escribir cuentos y otros escritos en prosa, dicha escritura en la adolescencia se hace compulsiva.

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