Versos envenenados
M.A.R. Editor, 2018
Lo que ocurre
en Versos envenenados (M.A.R. Editor, 2018), de Francisco Javier Illán
Vivas –Finalista del VII Premio Wilkie Collins de Novela Negra–, sucede
(ficción) en Murcia durante unos años que tendrán como eje al 2004, y como
escenarios a varios puntos geográficos (reales) de esta comunidad del sureste
peninsular, citados explícitamente, y a veces desde su esplendor primaveral que
contrasta con lo caótico de las situaciones que forman parte de la narración.
Un inspector de
policía –que en un momento determinado se presenta así: “Me llamo Isco
Vivas, tengo veinticinco años, vivo en La Alcayna, Molina de Segura, Murcia, y
soy Policía Nacional”–, está a punto de cerrar un caso en el que cree tener
claro quién es la persona culpable. A partir de ese momento, en flashback, se
va desarrollando la trama en la que vamos conociendo a los personajes
protagonistas que han salido de la imaginación del autor: Carmen y Marta, dos
rivales de fatal belleza, con trazas viperinas, relacionadas
sentimentalmente con el inspector Vivas; Carlos, para quien todo está
justificado si lo conduce al fin deseado; y Juan Valdeolivas, que por motivos
de salud indagará en muchos aspectos médicos sobre su enfermedad e invertirá en
un último propósito -todos trabajan en una misma empresa, en la que, además de
ser compañeros, estarán unidos por vínculos que los irán atando-; y junto a
ellos otros personajes reales que aparecen de forma más puntual y esporádica.
Entre sus páginas, y
a la par que las movidas de los protagonistas, hallamos bastante información
sobre algunas enfermedades, psicología, datos sobre escritores, venenos, criminología...
Es una narración nutrida de ingredientes propios de la novela negra y criminal: intriga, amoralidad, pasión, perversión... y una serie de víctimas mortales; ingredientes a los que se le suman otros de distinto cariz, como poemas de grandes poetas de diferentes periodos literarios, siendo los de Luis Alberto de Cuenca los que especialmente se encuentran implicados en el desarrollo argumental; letras de varias canciones, y alusiones a piezas musicales; nombres de diferentes localidades, de establecimientos y de calles que pertenecen a la realidad, por donde transcurre esta trepidante historia con final inesperado.
Rosa
Campos Gómez
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