Desde su infancia, Héctor supo que era diferente. Los
genes de sus padres, ambos excepcionalmente fuertes, ágiles e
inteligentes, fluían por sus venas. Pero el tiempo con ellos fue breve;
apenas tuvo oportunidad de disfrutar de su niñez.
En
su último día, su madre le encomendó una misión: cuidar de la Tierra en
caso de que no regresaran. A los ocho años, quedó al cuidado de un
profesor que le enseñó a amar la vida. La naturaleza de su linaje era un
enigma: su fuerza no tenía límites, su inteligencia trascendía lo
concebible y su velocidad era inigualable.
Entrenó
incansablemente hasta los dieciocho años y se dispuso a buscar a sus
padres. El último lugar donde habían estado era inhóspito y oscuro.
Allí, encontró una fortaleza inexpugnable de 500 metros de altura. Al
trepar hábilmente hasta la cima, lo que vio lo horrorizó: la fortaleza
yacía en ruinas, sus habitantes aniquilados.
Descendió
y junto al portón, una placa revelaba la verdad: "Los habitantes de
estos muros son culpables de destrucciones sistemáticas de planetas. Son
sentenciados a morir por sus propias armas". Sus padres habían
ejecutado la sentencia, fusionando sus energías en una reacción en
cadena que arrasó la ciudad.
Héctor,
mitad humano por parte de su madre, descubrió que su padre descendió de
los cielos para proteger este precioso planeta azul. Así, nuestro héroe
se convirtió en el guardián de la Tierra, luchando en las sombras para
preservar la paz y la esperanza.
M D Alvarez
Me encanta, bonita historia
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