Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 5 de diciembre de 2013

Discurso histórico y discurso ficcional en la poesía social española: el ejemplo de Jaime Gil de Biedma

Historia y literatura, o la imposibilidad del deslinde entre ambas disciplinas.-
La relación necesariamente insoslayable entre Historia y Literatura se ha convertido en un problema para el pensamiento actual, debido en gran parte a la polémica que desde siempre ha suscitado el intento de delimitar ambas disciplinas dentro de un marco teórico-crítico en el campo de las Humanidades.
La Historia, entendida como un discurso que transmite una serie de hechos dentro de una sucesión temporal y causal, no es distinta del discurso artístico propio de la Literatura, sobre todo si consideramos la Literatura en una primera delimitación como el conjunto de textos que toman como vehículo de expresión la palabra.
En relación con ello, numerosos teóricos han planteado que uno de los aspectos fundamentales para delimitar ambos discursos estriba en el significado del mensaje que transmiten. Ahora bien, desde el punto de vista de su significado, no debemos olvidar que —como ha sugerido el historiador Hayden White1— el discurso considerado como histórico es una elaboración puramente ideológica, y como tal, viene determinado por las normas morales impuestas en la época en que se escribe dicho discurso. Pero lo mismo le ha sucedido al discurso literario (artístico, ficcional): en el caso que nos ocupa, la poesía social en España surgió tras la contienda bélica como un medio de acción revolucionaria para llevar a la práctica contenidos político-sociales, cuyo propósito fue transformar la realidad a través de la palabra. De manera que este argumento para diferenciar ambas disciplinas atendiendo a su contenido no es válido o, en todo caso, resulta incompleto.
También se ha señalado que la diferencia fundamental entre Historia y Literatura reside en la mímesis o recreación de la realidad mediante la cualidad de la verosimilitud2. Según este criterio, solo la Literatura es puramente ficcional, dejando para la Historia el papel de relatar los acontecimientos en el tiempo y en el espacio que verdaderamente han ocurrido. Así, la raíz de este problema no reside en los criterios formales de ambos discursos, sino más bien en elementos de naturaleza extralingüística, esto es, en el receptor y el referente del discurso. Nos hallamos por tanto ante un problema de naturaleza pragmática. Así, un examen minucioso sobre esta consideración nos induce a pensar que la ficción depende de la intención del autor, y sin embargo es el receptor del texto quien decide si la obra que está leyendo es literatura o no. De ello se infiere necesariamente que nosotros, como lectores, adoptamos una predisposición ante el texto, no ante el discurso artístico del mismo. Es por este motivo que el aparente discurso ‘objetivo’ de la Historia produce una ilusión referencial, como también la produce el texto literario.
A esto hemos de añadir un aspecto de capital importancia relacionado con lo que acabamos de apuntar: si el discurso literario, artístico, genera emociones y entretenimiento en el lector, no hay ninguna razón que nos permita desechar que dichos sentimientos también los genere un discurso considerado como histórico.
Por tanto, lo dicho hasta aquí confirma que no hay fronteras claras entre lo que es literatura y lo que es historia, pues ambas se complementan.
Veamos a continuación cómo se interrelacionan el discurso histórico y el discurso literario en la poesía social de Jaime Gil de Biedma, haciendo hincapié en el tratamiento de la historia de España que aparece de manera explícita en dichas composiciones poéticas, no sin antes señalar algunas consideraciones de manera sucinta, necesarias para el esclarecimiento de nuestro ensayo.

Entre las ruinas de la inteligencia, o la historia de España en la poesía social de Jaime Gil de Biedma.-
Sin entrar de lleno en la densidad que supondría una caracterización de la poesía social española, por cuestiones de espacio señalaremos únicamente que bajo este marbete se incluyen las composiciones poéticas que ofrecen al lector un testimonio del poeta donde se reflejan y denuncian situaciones ‘injustas’ de un panorama histórico-social concreto. Como tal, la poesía social o política surge a partir los años 40, adquiere su auge en la década de los 50, y comienza a dar sus últimas boqueadas aproximadamente a mitad de los años 60. Algunos de los temas que se tratan en este tipo de poesía pueden resumirse como sigue3: referencias a la Guerra Civil española, solidaridad con el ‘otro’; la voluntad de lucha política, el tema de España y su historia, etc…
No obstante, en nuestros poetas del 50 —generación en la que se incluye a Jaime Gil de Biedma—, cabe decir que el tratamiento de la poesía social no es el mismo, pues los poetas de esta generación (Barral, Goytisolo, González, etc…) no la entendían como una arma política, y en sus composiciones retornan al discurso neorromántico para poetizar sus experiencias personales mezclándolas con sus recuerdos de infancia.
Como sabemos, Jaime Gil de Biedma (1929-†1990) era de procedencia altoburguesa; sin embargo, pese a su posición en la sociedad, se sentía unido a aquellos que rechazaban la dictadura, y ello le condujo irremediablemente al terreno de la poesía social.
Pese a todo, dentro de la obra poética de Gil de Biedma el número de poemas sociales es muy reducido, y de ellos muy pocos tratan el tema de la historia de España de manera explícita. Por el contrario, las referencias implícitas en sus poemas sobre la situación española de aquellos años son abundantes4.
Es quizá por esto último que acabamos de señalar por lo que la crítica (y los lectores en general) no ha prestado la atención que merece a los poemas de raigambre social de Jaime Gil. Y ello obedece principalmente a una razón: es fundamental para el lector actual de la poesía social de Gil de Biedma el conocimiento del contexto histórico en que vivió el poeta, dado que el significado de los versos que el lector confiera a los mismos está sujeto de manera irremediable a la temporalidad histórica en que se produjeron y en la que se insertan. Dicho conocimiento plantea una ventaja clara: facilita la comprensión de dicha poesía, cuyo mundo referencial ya no es el nuestro, por poco tiempo que haya pasado. No obstante, si se desconoce dicho contexto, la única desventaja destacable es que la lectura debe ser realizada mediante la introspección del lector, lo que hace que la lectura de los versos sea ficcional. Veamos lo que acabamos de decir con ejemplos de nuestro poeta.
Como se ha señalado, en la poesía social de Gil de Biedma hay casos en los que se trata la historia de España de manera explícita a través de la modalización narrativa, recurso que le sirve a nuestro poeta para romper con el orden cronológico del discurso respecto al tiempo exterior (acontecimientos históricos) de su época, reflejando dichos versos una atemporalidad que bien podríamos caracterizar como testimonio ‘objetivo’ de la historia. Sirvan como ejemplo de lo que venimos comentando los primeros versos de «Años triunfales»:
Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido (vv. 1-3, p. 117)5

o los siguientes versos del poema «Lágrima»:
Así es el mundo
y así los hombres. Ved
nuestra historia, ese mar,
ese inmenso depósito de sufrimiento anónimo,
ved cómo se recoge
todo en él: injusticias
calladamente devoradas, humillaciones, puños
a escondidas crispados
y llantos, conmovedores llantos inaudibles
de los que nada esperan ya de nadie… (vv. 60-69, p. 68)

En estos versos el poeta denuncia la situación penosa que se dio en la España de la posguerra: se nos presenta la historia de un país mísero y humillado en su mayoría. Con ello, Gil de Biedma no solo pretende comunicar al lector una serie de verdades consabidas sobre la historia (referencias explícitas), sino también compartir experiencias que el lector debe explorar (referencias implícitas).
En este sentido, no debe resultar extraño a un lector ducho en la poesía social de Jaime Gil el hecho de que ésta sea en numerosísimos casos un discurso que contenga un valor documental digno de convertir su lírica en una fuente para la Historia. Buena muestra de ello es el poema «Apología y petición»:

Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno,
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historias de la Historia
la más triste sin duda es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno,
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.

A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.

Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
puede y debe salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Quiero creer que no hay tales demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han vertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.

(pp. 82-83)

Es este quizá el mejor de los poemas sociales de Gil de Biedma, pues es en él donde mejor se presenta la visión de España como una nación sumida en la miseria material y moral; como un país donde todo era miedo y tristeza debido a la mala gobernación.
El poema constituye una dura denuncia del poeta a la situación de España, a la que don Jaime intenta poner solución para que el país escape de ese horizonte oscuro sin rumbo ni esperanza.
Por último, señalaremos uno de los poemas más famosos del poeta: «De vita beata», donde Gil de Biedma realiza una sátira de nuestro país:
En un viejo país ineficiente,
algo así como España entre dos guerras
civiles
, en un pueblo junto al mar,
poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,
y vivir como un noble arruinado
entre las ruinas de mi inteligencia (p. 173)
Como vemos, además de motejar a nuestro viejo país, ineficiente y fratricida, se destaca en este poema el menosprecio del ciudadano español por mantener la memoria de su pasado histórico y cultural así como su picaresca de evadirse de los deberes cívicos. La conclusión del poema es patética: la ruina económica, social y, sobre todo, intelectual de un pueblo.
Con todo, lo más interesante para nosotros son las referencias explícitas a la historia de España —que hemos señalado en cursiva—. Son versos que producen en el lector un goce estético ‘atemporal’, ya que el lector actualiza el valor de dichos versos desde su experiencia y su conocimiento en el presente. De esta manera, la lectura ‘histórica’ de estos versos no se recrea, sino que se confirma, ya que en nuestro caso, la ‘visión’ de la historia que nos muestra un poema perfectamente puede repetirse en otro momento o situación que esté siendo experimentada por el lector, y ello es precisamente lo que da validez universal a los versos de Gil de Biedma.
Para finalizar con nuestro ensayo, señalar que el acierto de los poemas sociales de Gil de Biedma reside, a mi modo de ver, en que reflejan una consideración —que casi siempre es crítica o de denuncia—, sobre la historia de nuestro país, ya remota ya próxima o contemporánea, mediante las referencias explícitas a la misma por medio de la analepsis y la acronía (dirigiendo con ello la conducta y la experiencia del lector); y a su vez reflejan la visión del poeta mediante representaciones personales, que son fruto de su imaginación (tal y como él la entendía, esto es, como las imágenes depositadas en la experiencia sensitiva del poeta transmitidas al poema, y con ello, al lector).
Con ello, Biedma regula la relación entre historia y ficción en el texto poético de manera consciente; los poemas que hemos visto y a los que he remitido al lector son buena muestra de ello.



Alejandro Jacobo Egea (Elda, 1984) es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante y Máster en Estudios Literarios por dicha universidad.

1Cfr. Hayden White, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós, 1992; vid. muy especialmente Cap. I «El valor de la narrativa en la representación de la realidad», pp. 17-39.

2Ciertamente, se ha pensado que este concepto es una cualidad propia solo de los textos literarios que, pertenecientes a la ficción, son creíbles desde el concepto de la verdad poética, y no de la realidad histórica.

3Estos y otros temas de la poesía social española han sido desarrollados por Guillermo Carnero en el artículo: «La poética de la poesía social en la postguerra española» pp. 299-336, incluido en su libro Las armas abisinias. Ensayos sobre literatura y arte del siglo XX, Madrid, Anthropos, 1989.

4Entre los poemas sociales que incluyen referencias implícitas a la historia, y que no vamos a reproducir, destacan «El miedo sobreviene», donde el poeta denuncia el régimen de miedo que los españoles respiran bajo la dictadura de Franco; en «Los aparecidos» se narra la indigencia que vive gran parte de la población; significativo es «Por lo visto», que plantea la posibilidad de oponerse a la represión.


5Cito de aquí en adelante los versos y el número de página por Las personas del verbo, Seix Barral, 1982.

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