José Miguel Urbano Andrés
El sonambulista
Celesta.
«El sonambulista» supone
el primer poemario de José Miguel Urbano Andrés (Madrid, 1974) pero no su
primera publicación, puesto que parte de su obra ya había sido incluida en las
dos entregas de la antología Manos a la
obra y Libertad tras las rejas;
además de la plaquette «Presagios» y
la revista DePaso. De la mano de
editorial Celesta nos encontramos ahora con este libro, de título tan evocador
como certero en relación al contenido, que supone un salto cualitativo para su
autor.
Vamos a descubrir
una poética de la imagen, primordialmente expresionista, profunda y figurativa,
donde el lenguaje va suponer un elemento de ruptura con la realidad y el
referente explícito para comprender la existencia, pero también el vehículo de un lirismo profundo que navega relacionándose
con un entorno repleto de referencias culturales personales y contemporáneas
que transitan desde las citas eruditas, la literatura, el cine, la música de jazz y, sobre todo, el viaje.
Precisamente el
autor, viajero incansable, nos invita a un periplo por el alma (la suya, y con
ella, un reflejo de todas) porque cualquier peregrinación a tierra extraña
también supone un examen de interior. Retorna el caminante transformado,
distinto y nunca el mismo, ya que implica y refleja la metáfora definitiva de
la vida y la epistemología de la misma.
En «El
sonambulista» oscilaremos por un tránsito onírico que parte de la reflexión
incómoda, de un momento en el que «cansado
de acumular afectos cobardes en el
bisturí», el poeta se irá probando en su lírica e incluso contra ella, demostrando capacidad
técnica, soltura y autoexigencia humilde en composiciones como un centón, ese poema cuyos versos están
formados por otros versos de poetas ajenos, que el autor reordena y recompone
con un espíritu propio. Un verdadero salto
al vacío (que también de título a una de las composiciones más lúcidas)
que, con una heterogeneidad en las piezas en búsqueda de la voz definitiva, consigue
en todo su libro un canto a un tema común: la desubicación en todos los
aspectos.
Resulta, no
obstante, un planteamiento alejado de miradas desgarradoras o lastimeras, sino
impregnado de ironía y sed de conocimiento, de «obsesiones que engrosan el muro». También de autocrítica. El autor termina
enfundándose el traje de un hombre inquieto, que no quiere «ser inquilino en la propia vida», que desea
irse para poder volver y desembocar en una lírica del yo diferente, quizá más
sencilla pero no simple ni menos intimista; una paz interior tras la puerta que
siempre inquieta abrir pero, una vez decididos a tirar del pomo, nos otorga
cierta serenidad en cada paso humilde, un regreso consciente de este «paseo de trágico somambulista» que «viaja para echar de menos Madrid» y, en
ocasiones, afirma no estar «ni para sí
mismo».
Como objeto, el
libro está cuidado, bien editado, papel grueso, cubierta con solapas, satinada,
sobria, gris azulón con cenefa minimalista. Letra clara, sin erratas
apreciables. Un buen trabajo de Celesta. Prologa el escritor Jesús Urceloy en
una declaración cariñosa y emotiva no exenta de rigor.
Un buen libro de
una voz emergente a tener en cuenta.
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