Lejos, muy lejos, quedan aquellos años en donde la
cultura (entendida en su más amplia acepción) servía de excusa para que el
progreso y el ladrillo blanquearan sus miserias y las convirtieran en un
supuesto bien social. La cultura nunca ha sido imprescindible para ningún
gobierno capitalista, pero durante esos años de burbuja económica y social,
pareció que por momentos algo cambiaba.
En los últimos 15 años, en la Región de Murcia se ha
invertido mucho en la cultura (pero no entendida en su más amplia acepción),
mucho o demasiado en la cultura de la subvención para unos pocos, en la
difusión de un tipo de arte que sólo importa a unos pocos. Las élites
(cualquier élite) nunca ha sido imagen o reflejo de ninguna sociedad, de la
murciana tampoco.
Me acuerdo de penes gigantes de varios metros, de
encuentros transoceánicos de arte postmoderno, de centros artísticos que
promovían una forma de pensamiento cultural que nadie entendía, consumía,
aceptaba, ni quería. Está muy bien buscar caminos diferentes dentro del arte, y
pensarán que el arte no debe ser consumido ni entendido por una mayoría, es
cierto, pero tampoco se debe defender y/o promover lo contrario.
Junto a esa concepción de la cultura como producto
de calidad para ser vendido, exportando o disfrutado sólo por unos pocos, me
acuerdo de otras iniciativas mucho menos experimentales como 'Ardentissima', un
ciclo poético en el que se intercambiaban versos y experiencias entre autores
consagrados de todas las orillas del mundo. Es cierto que estoy barriendo para
casa, pero es sólo un ejemplo de lo que, en estos 15 años de progreso y
ladrillo, hemos perdido por el camino.
Se han caído festivales, programaciones, teatros
(ahora dirán que tenemos dos), editoras regionales que apuesten por jóvenes
valores (sin amiguismos), en favor de una cultura de la subvención muy poco
útil que, como el ladrillo, como el progreso, en nuestros días ha dejado
huérfanos a esos artistas de talón sin fondos que la propia administración ha
creado.
Y sí, como adivinan, estoy totalmente en contra de
la cultura de la subvención, sobre todo de la llevada a cabo en esta Región de
Murcia. Recuerdo hace unos años, cuando estábamos a punto de darnos de morros
contra el muro de la crisis, se crearon unas subvenciones millonarias para que
jóvenes artistas se formaran, viajaran o se publicaran parte de su obra. De
esos jóvenes afortunados, sólo un par ha demostrado tener una carrera
prometedora.
Pero afortunadamente para la cultura (entendida en
su más amplia acepción) llegó la crisis y acabó con las injusticias creadas por
el progreso y el ladrillo. Dirán que sin dinero no se puede seguir apostando
por la cultura, y es cierto, pero es que la cultura que se venía promoviendo a
golpe de talonario, nunca me ha interesado.
Pongamos otro ejemplo. Formo parte de una
asociación, 'Colectivo Iletrados', que nunca ha recibido ni buscado una
subvención y, sin embargo, hemos editado 13 números de un fanzine (Manifiesto
Azul), creado unas jornadas de poesía y canción (Mursiya Poética), organizado
concursos literarios o clubs de lectura sin recibir ni un euro. Es cierto, no
vinieron Luis García Montero o Luis Alberto de Cuenca a nuestros recitales, ni
salimos en el 'Times' a todo color, y saben por qué, porque para eso hay que
pagar.
Como habrán podido entender, esta introducción tiene
una finalidad, un por qué. Es cierto que en los últimos 15 años la Región de
Murcia ha crecido mucho, también culturalmente, pero mirando hasta donde hemos
llegado (se nos pincho la burbuja de tanto usarla), creo que ese modelo tanto
de crecimiento económico, como de promoción cultural ha fracasado. La crisis ha
venido a poner al descubierto la inutilidad de concebir la cultura como un
producto: una galería de arte puede hacerlo, una administración pública, no.
Y esa es una de las cosas buenas de la crisis: la
cultura está renaciendo. Es curioso que ahora que no existe el mecenazgo, ni
las subvenciones, los actos culturales se multipliquen en todos los rincones de
nuestra región. Todos los días hay un recital, una conferencia, una
presentación o un congreso que tiene que ver directamente con la cultura (bien
entendida).
Tengo la suerte de organizar uno de esos ciclos, los
'Lunes Literarios', un ciclo de recitales que este año va por segunda temporada
y por el que han pasado cerca de 50 escritores en tan sólo 12 meses. Además, se
han organizado tres concursos de escritura rápida, y dos concursos de
microrrelato a nivel internacional. El ciclo está organizado por el Café
Zalacaín, regentado Diego Arques, que curiosamente nació el mismo año que yo,
en 1982. Tras 30 años de vida, superando
dos crisis económicas, el café sigue ofreciendo un espacio libre para disfrutar
de la cultura en Murcia.
Sin dinero (nadie cobra por recitar o por organizar
los recitales), creo que se ha conseguido crear un espacio para que escritores
(jóvenes y no tan jóvenes) puedan
presentar y dar difusión a su obra. Al mismo tiempo, el ciclo ha conseguido que
mucha gente que temía a la poesía (no olvidemos que los poetas somos seres
raros, que nos emborrachamos y nunca damos un palo al agua) se acerque a ella y
compruebe que no es un lenguaje tan alejado. No persigo que amen la poesía o la
literatura, eso sería matarla, pero sí que no se le tenga aversión.
Por el ciclo han pasado escritores de aquí y de allí,
conocidos y desconocidos, noveles y experimentados y, espero que me perdonen,
tengo que citarlos a todos: Vicente Cervera (poesía), José Daniel Espejo
(poesía), José Óscar López (poesía), Óscar Gallego (teatro), Alexis Díaz
Pimienta (poesía), Amelie Bernal + Lourdes Pérez + Carmen Martínez Campillo
(poesía en otras lenguas), Basilio Pujante + Pascual Pérez + Joaquín Piqueras +
Isabel Abellán (microrrelato), José Antonio Martínez Valero (poesía), Vega
Cerezo + José Cantabella (poesía), Antonio Marín Albalate (poesía), Natxo Vidal
(poesía), Andrés Carrillo (poesía), José Luis Zerón (poesía), Katy Parra + Inma
Pelegrín (poesía), Antonio Moya (poesía), Beatriz Miralles (poesía), Manolo
Condevolney (poesía), Ismael Rodríguez (poesía), Noelia Illán (poesía), Ángel
Paniagua (poesía), Teresa Vicente (poesía), Ginés Aniorte (poesía), Soren
Peñalver (poesía), Clara Plath (poesía), Violeta Nicolás (poesía), Francisca
Gata Amate (poesía y narrativa), Mari Cruz Agüera (poesía), Raul Campoy
(poesía), Fulgencio Martínez (poesía) Pablo Beneito (poesía y traducción),
Rosalía Salander + Rocío Font (poesía y narrativa), Mamen Piqueras (poesía),
Pascual García (poesía), Alberto Caride
(poesía), David López Sandoval (poesía), Eric Luna (poesía), Carlos Gargallo
(poesía), Andrés García Cerdán (poesía), Vicente Velasco (poesía), Pedro A.
Martínez Robles (poesía), Maricel Mayor (poesía), Idoia Arbillaga (poesía),
Sebastián Mondejar (poesía), Antonio Aguilar (poesía), Alfaqueque (leyendo a
Miguel Espinosa) o Verónica García (poesía).
No pretendo abrir conciencias ni conseguir
adhesiones, sólo defender una posición personal frente a la promoción del arte
y la cultura. Apoyar y destinar fondos para que esa promoción sea más efectiva
es muy bueno, pero pretender generar ese bienestar cultural a base de talonario
y sin contar con la sociedad a la que va destinada me parece un soberbio error.
Este artículo se publicó en el nº 1 de Acantilados de papel, enero de 2013.
Alberto Caride Brocal (Alcantarilla,
1982)periodista en la agencia Europa Press y miembro de Colectivo Iletrados.
Ha publicado el libro El viaje
en el que te conocí (2009) y Narciso despeinado (2012). Además, mis poemas han
recibido el 3º premio del Creajoven 2003 y el el Primer Premio 'Búho
Creativo' 2009
de Las Torres de Cotillas. Se formó en Catania (Italia) y en París,
donde participó en un encuentro europeo de escritores jóvenes. Coordina el ciclo de recitales de los 'Lunes Literarios' del Café
Zalacaín de Murcia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario