Tom MacCarthy
Residuos
Lengua de trapo,
2011
Cuando se habla de
que en literatura lo menos importante es el tema, ya que todos han sido
agotados, que en los clásicos está todo y que nada más se puede inventar ya, es
posible que se esté en lo cierto. Sin embargo el joven autor Tom Maccarthy
(Londres, 1969) ha sido capaz de ensayar una novela contemporánea en lo que más
sobresale es su original argumento, con ciertas ideas brillantes que despuntan
y la convierten en algo hasta el momento nunca leído. El genial argumento es el
siguiente: un joven reciben una importantísima suma de dinero por un extraño
accidente del que solo recuerda que un objeto, al parecer metálico, le golpeó
la cabeza. El contrato le exige que para cobrar los suculentos ocho millones y
medio de libras en que consiste la indemnización se olvide del asunto. Accede,
evidentemente. Pero desde entonces su vida cambia. Siente huecos en su memoria
y una imperiosa necesidad, casi una pulsión obsesiva, por evocar
acontecimientos anodinos.
La primera de las
‘visiones’ le sobrevendrá en un cuarto de baño, al ver una raja en la pared.
Surgen los recuerdos, fragmentarios y vagos que desencadenan la acción. Este aparentemente trivial
acontecimiento le lleva a reconstruir, como si de una performance desproporcionada se tratase, todo un montaje, con edificios,
actores y acciones incluidas. Una especie de recreación ciclópea de un minúsculo
episodio que su memoria parece albergar. Monta un edificio, contrata a personal
para que lo habite por tiempo indefinido y ‘vive’ su recuerdo una y otra vez.
Pero la necesidad
de recrear acontecimientos va en aumento. Un asesinato que le llama la atención
por la calle le vuelve a disparar el deseo de recrear. Nuestro narrador
protagonista se impondrá la misión de llevar a cabo el montaje del crimen simulando
ser él mismo la víctima. Para saber o experimentar qué sintió el desgraciado
asesinado o para calmar un tipo de ansiedad
extraña que no puede frenar y que cada vez se apodera más de él. Lo
mismo le ocurre con otros incidentes, que recrea durante días en un ciclo repetitivo,
cual Sísifo.
El ímpetu por
montar escenas, recreaciones de instantes a veces anodinos pero cargados de un
simbolismo preciso y visceral para él, le llevará a desviar el sentido de su
existencia hasta que la neurosis y una manía enfermiza le harán desentenderse
de la realidad, de sus amigos, de su propia vida.
El mundo y todo su
entorno se vuelven lentamente borrosos, todo le parece irreal y necesita de este
estímulo lúdico y ficticio para poder saborear instantes intensos de
verosimilitud. ‘Lograr, no, acceder a una
especie de autenticidad a través de este extraño residual sin sentido’. Es
decir, construir un nuevo mundo mental con los restos de lo que aún pervive en
su decapitada memoria.
Una novela que se
inventa a sí misma. Un personaje que crea un peligroso juego de dimensiones
cada vez más disparatadas en el que se erige demiurgo y señor de su propia
creación y que finalizará en su apocalipsis personal y trágica.
Una novela
diferente, entretenida y reflexiva. Un descenso a la mente laberíntica de un
hombre que trata de reconstruir su propia vida a través de fragmentos, de
recuerdos (quizá inventados), de residuos y de fogonazos que le sobrevienen.
Un descubrimiento
es Tom MacCarthy, autor a quien no habrá
que perder de vista.
Pedro Pujante
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