Arcadia desolada
La lucerna, 2013
La palabra, la palabra tratada con rigor, convertida en testimonio, es lo más sobresaliente de este poemario que el autor del prólogo nos advierte que, en sus páginas, podemos encontrar "sangre y semen, los nutrientes primigenios".
No conozco al autor, Pedro Gomila, pero me he detenido con atención en el prólogo para, en las letras de José Luis Reina Segura, intentar acercarme un poco más a él, conocerle para leer sus poemas, que me han parecido de lo mejor que he leído en mucho tiempo, insisto, por esa forma de acariciar el lenguaje que nos es común.
El prologuista lo justifica por lo acostumbrado que está el poeta a traducir a los clásicos griegos y romanos: "su léxico es rico, su adjetivación colorista, su síntaxis, de manera premeditada, sutilmente arcaica".
Los poemas se nos van presentando como un diario, que no lo es, aunque en determinados momentos no nos pueda parecer otra cosa que un libro de horas, y es otro acierto del poeta.
Poesía coherente con los pensamientos de quien se declara ateo y de quien se sincera homosexual y nos define, casi desde el principio, cual es el objeto de su deseo, mientras verso a verso nos describe el testimonio de su experiencia, que en momentos encontraremos como un ejercicio doloroso, incluso lacerante, para el propio autor.
Hay en la poesía de Pedro Gomila una mitología propia, sin olvidar la riqueda de la mediterránea que a todos nos ha influído. En esta mitología propia están los libros que ha leído, las películas que ha visto, la música que ha escuchado y, sobre todo ello, su propia experiencia ante cada acontecimiento, ante cada fotogama, ante cada línea o cada nota.
Para este lector impenitente, ha sido un descubrimiento la poesía de Pedro Gomila.
Francisco Javier Illán Vivas
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