Cazzoas
Alacena Roja, 2013
Es Cazzoas uno de
esos libros integrales y corales, profundamente artísticos, complicados de
clasificar por su variedad y polifonía. Todo un volumen sumergido en el
misterio que brota incluso de su autoría. No se tiene la certeza de dónde
comienza la realidad de esa persona llamada Cazzoas (o Cazzoulas) que,
supuestamente, se apareció en sueños a José Elgarresta (famoso escritor y
crítico literario). José más bien parece ejercer de compilador o investigador de los testimonios de su propio
personaje, entrando en un juego de sombras y recuerdos con aromas de Cervantes,
Pirandello o Unamuno.
Dichos testimonios se presentan en diferentes géneros que incluyen
desde fotografías de época a poemas supuestamente escritos por el propio
Cazzoas, un intelectual de buena cuna, rígida educación, elevadas aspiraciones
tanto existenciales como emocionales y una férrea determinación por convertir a
Grecia en un país libre y de referencia cultural en todo el globo.
El marco histórico que sirve de excusa es la Guerra del Asia Menor (denominación bajo
la que se encuadran distintos enfrentamientos bélicos entre el reino de Grecia
y rebeldes otomanos, tras la Guerra Mundial, durante los años 1919-22). No
obstante, en las primeras páginas se nos indica que el protagonista murió
durante una de aquellas batallas y que compartió filas con Lord Byron (cosa
imposible ya que el poeta inglés llevaba muerto un siglo, luchando también por
la independencia griega y los valores de una libertad ciertamente peculiar y profundamente
elitista en cuanto a la superioridad del intelectual). Es sólo uno de los
muchos juegos y alegoría cruzadas de este entretenido, aunque exigente,
ejercicio poético.
Porque Cazzoas no
es poemario ni novela y sí lo es, en cierto sentido. Supone un tira y afloja,
todo y nada, un Todynada al que su
autor hace varias veces referencia y que también representa la dirección de la
bitácora digital germen del libro y su protagonista, a quien los lectores
deberán reconstruir también mediante apuntes de diarios, cartas personales,
descripciones de compañeros y reflexiones no se sabe si del personaje o del
propio autor, en un caleidoscópico juego narratológico al que también se suman
las traducciones de los versos a lengua inglesa, en una suerte de gran mural
bilingüe.
No se debe pasar por alto la profunda variedad existencial
del libro. Cualquier detalle en sus páginas está impregnado de un intenso
lirismo muy propio de José Elgarresta que implica emotividad unida al juego de
ingenio, así como una musicalidad y resplandor implícito en todo lo existente.
Las palabras parecen destilar los aromas especiados de países lejanos, de sus
flores (y la lectura simbólica de las mismas), de tiempos que (parafraseando a
Dickens) fueron mucho peores pero también mejores, ya que estaban cargados de
una esperanza llena de prosperidad, cultura y libertad que ahora, en este mundo
moderno sucio y gris, excesivamente rápido y finito, se antoja imposible.
Ese anhelo melancólico discurre como un manantial
subterráneo representa el sueño compartido de autor y personaje, viviendo sus
propias guerras e invitando a plantearnos cuál de todas supone mayor peligro:
las externas contra filo e incultura, o las internas entre el hombre y su
creador (Dios, Autor, Personaje) por el control de su destino.
En el plano físico el volumen está bien editado, papel
amable al tacto, sin erratas, ilustrado, amplios márgenes y letra generosa
agradecida a la vista. Cuenta con un prólogo muy completo a cargo de Victoria
Díaz Corralejo. El diseño de la cubierta corre a cuenta de Luisa Navarrete.
Debo añadir que todo el conjunto produce cierto aire de diario antiguo o
libreta de apuntes, que aporta aún más si cabe a la experiencia de lectura.
En resumen, una obra total con lecturas muy variadas y a distintos
niveles pero, aún así, muy accesible. Agradece repetidas visitas, en las que
encontraremos nuevas referencias, emotivas escenas, interesantes reflexiones.
Una pequeña joya en la que perderse pero que no debe perderse. Nos enseña,
entre otras cosas, que «El arte de vivir
consiste en no pedir a la vida más de lo que puede dar». ¿O sí?
Fernando López Guisado.
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