El mito de Sísifo
Alianza
Editorial, 2013
Recientemente
se cumplía un siglo del nacimiento de un
genio de mente lúcida y literatura desoladora que marcó un antes y un después en
el pensamiento occidental con obras como El
extranjero, La peste o esta que nos ocupa: El mito de Sísifo. Publicada originalmente en 1942 se ha vuelto a
reeditar numerosas veces hasta entrado el año 2013.
Albert
Camus (1913-1960) fue galardonado con el premio Nobel por «el
conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la
conciencia de los hombres de hoy». Esta breve acotación valdría para definir El mito de Sísifo. En él se abordan diferentes cuestiones
filosóficas y artísticas, enlazando arte y pensamiento, literatura y
conciencia. Antes de avanzar en esta reseña he de aclarar que no soy filósofo
ni gran conocedor de los vericuetos que la literatura del absurdo y
existencialista han trazado en la historia. Tan solo, esbozo algunas líneas,
desde la admiración y el asombro ante tal obra.
Encontramos un apartado dedicado al suicidio y a lo
absurdo en el que nos advierte que el suicidio es el único problema filosófico
realmente serio, porque matarse es ‘confesar
que la vida nos supera o que no la entendemos’. Cierto es que en un mundo
en el que la oscuridad nos oprime uno no puede menos que sentirse un
extranjero, sin tierra y sin esperanza. Y que la muerte voluntaria se antoja
una plausible salida.
El
asunto del absurdo es abordado con profundidad. Camus nos habla de un
sentimiento que puede aparecer en cualquier momento y que de él han surgido las
grandes obras. Porque los hombres al sentirse absurdos no pueden evitar
convenir que la existencia es compleja. La muerte no la conocemos sino por
experiencias ajenas, así que es preferible no ser dramáticos al respecto. Todo
es absurdo y basta con aceptarlo para no volvernos locos. Recientemente leí a
Vila-Matas en su último libro-entrevista publicado, Fuera de aquí (Galaxia Gutenberg), y que pronto reseñaré, que el
mundo era un teatro y que hay dos tipos de personas. Las que se dan cuenta y
siguen actuando y las que al descubrirlo enloquecen porque no pueden
soportarlo. Tal vez Camus está entre las primeras, pero no solo siguió
actuando, sino que describió algunas de las pautas para que esa interpretación
no nos hiciese peores actores.
Para
ilustrarnos, nos mostrará ejemplos de vidas absurdas, entre ellas la de Don
Juan, el hombre que vive su vida sin plantearse ningún dilema moral, con un
amor efímero pero consciente de sí mismo.
Camus
incita a la rebelión, el constante
cuestionamiento metafísico como solución única para abarcar el máximo de
experiencias posibles, porque ‘vivir una
experiencia, un destino es aceptarlo
plenamente’, aceptarlo a sabiendas de que el mundo es absurdo ya que
eludir el problema, al contrario que a Eurídice, nos transformará en una
sombra. Conocer las reglas del juego, por absurdo que este nos parezca.
Camus
también se vale de la literatura para ejemplificar sus tesis en el ensayo ‘La creación absurda’. En este episodio
nos dice que el goce por excelencia es la creación, que la creación es vivir
dos veces y que como ya aclaró Nietzsche ‘tenemos
el arte para no morir de la verdad’. El mundo es extraño y absurdo, de otro
modo no haría falta el arte, la creación para explicarlo. Y le pide a la
creación lo mismo que le exigía al pensamiento: libertad, rebelión y
diversidad.
Dostoiesky
ocupa un espacio privilegiado en este ensayo, ya que todos sus personajes, al
parecer de Camus, se interrogan sobre el sentido de la vida.
Para
acabar, el último capítulo titulado El
mito de Sísifo, explora la figura legendaria de aquel que desafió a los
dioses. Sísifo fue condenado a una tarea cíclica, absurda, con la que Camus nos
explica la simetría de este procedimiento con nuestras vidas, como metáfora de
la condición humana.
En
esta edición Alianza incluye un breve pero valioso ensayo titulado La esperanza y lo absurdo en la obra de
Franz Kafka. En esta pieza nos comunica esos símbolos que rigen la obra del
checo, esa ética, esa sumisión a lo cotidiano, esa búsqueda de K. hacia un castillo inalcanzable como nuestro
propio destino.
Pedro Pujante
No hay comentarios:
Publicar un comentario