Susurrándole su canción favorita al oído, mientras la
acariciaba, sintió que su corazón se expandía con cada palabra;
conseguía que ella se entregara. Susurraba suavemente: "Esta tierra es
tu tierra y esta tierra es mi tierra...", deslizando con dulzura sus
dedos.
Su voz era capaz de transportarla a los grandes territorios donde su pasión daba rienda suelta.
Ella
se giró y lo besó con sus dulces labios virginales. Lo miró a sus
profundos ojos azules y dijo: "Te quiero, mi amor. Eres capaz de
llevarme a las grandes planicies." Haces que mi corazón se acelere con
tu acaramelada voz.
M. D. Álvarez
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