Jugó a dibujar figuras de humo con el humo de aquella toledada de humo rojo. Era un diablo juerguista y se entretenía armando el caos con las figuras que hacía surgir de su boca.
Unas veces, monstruos aberrantes surgían del humo de sus fauces y otras, como en aquella ocasión, un lisísimo unicornio.
Al
ver su creación, la desdibujó con un golpe de sus alas negras. ¿De
dónde habrá salido ese unicornio?, se dijo pensativo. Quizás su corazón
no fuera tan negro como decía y, de vez en cuando, lo traicionaba
creando criaturas adorables
M. D. Álvarez
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