El rojo de sus
labios.
Ediciones
Vitruvio, 2013.
La
obra de Manuel Lacarta es extensísima y su fama le precede en
diferentes géneros que pasan por el ensayo, el diccionario de uso y
la novela. Cabe señalar que es uno de los mayores expertos tanto en
la figura y obra de Cervantes, como en la ciudad de Madrid en cuanto
a entidad literaria. A
su poesía completa, reunida bajo el original título Otoño
en el jardín de Pancho Villa 1979-2010
(Vitruvio 2011), que además mereció el Premio de la Crítica de
Madrid 2012, ahora se debe añadir El rojo de
sus labios.
Hay
disparos de fusil en el alma de las cosas…
En
este poemario encontraremos los temas recurrentes de Manuel Lacarta:
la ciudad y sus elementos, el amor, la mujer (siempre esa mujer,
todas y la misma), la imaginación… La inmanencia y alma de las
cosas como bellos y meros objetos que trascienden pasando a
convertirse en un sujeto poético que, por tal, cuenta con vida
propia, integra el discurso, y se hace canto vivo, evolución,
epifanía. Porque la poesía de este autor transcurre en ese
impreciso y nebuloso terreno donde se encuentra la Belleza/Verdad en
elementos como los juegos de las niñas, la mirada ausente de una
madre, los adornos de fiestas urbanas que languidecen esperando a ser
recogidos una vez que dichas fiestas ya han pasado; o el propio rojo
(color, carmín, mito, sangre, vida y muerte) de los labios.
Así
pues, ese rojo, esos
labios, serán una
imagen recurrente que se va transformando con el avanzar de cada
página, adquiriendo nuevas connotaciones expresivas y semánticas
que justifican su reiteración y vertebran un poemario otorgándole
entidad (un recurso clásico del autor, que él ha dominado como
nadie, y que, por otro lado, resulta muy de mi agrado, dado que
también lo utilizo en mi propia poesía). No nos alejamos tampoco de
la muerte, el final, siempre presente en todos los poemarios, pero
que en este cobra una nueva dimensión con una perspectiva más
cercana y reflexiva que le otorga un carácter cuasi palpable, que
provoca frío en los entierros durante un día de calor.
Los
dedos de las manos iluminan los bolsillos…
Este
libro integra nuevas perspectivas líricas que se suman a las
mencionadas. Encontramos diálogos que ya no son en exclusiva
reflexiones con un yo lírico,
sino que adquieren un tono de vibración y preocupación vital de un
hombre que se encuentra quizá solo, quizá mayor de improviso, tanto
en un chequeo médico como en las playas vacías del litoral en
septiembre u octubre; que bien ha sido capaz de embriagarse con todos
los poetas borrachos y pelear cuerpo a cuerpo con un vampiro, bien
conversa con Dios, que viene de visita con pasteles y suele
anunciarse tropezando en la escalera.
Otros
de los elementos diferenciadores con respecto a los poemarios
precedentes es que éste emplea el recurso formal de la prosa
poética. Un nuevo rasgo de buen hacer rítmico al no precisar de la
segmentación versal del metro para seguir fiel a una profunda
armonía y musicalidad de una entidad poética en ocasiones
transportada por ella a otros tiempos y ciudades donde los tejados se
llenan de músicos. La música, tanto en la cadencia del discurso,
así como elemento simbólico, interpreta un papel de gran relevancia
en este poemario. Un galón de veteranía nada fácil de dominar de
forma tan natural.
En
casos de necesidad, no es de bobos hacerse el muerto…
Sin
embargo, dentro del más profundo lirismo extraído de la
cotidianidad, se abre paso la imaginación y la trascendencia
surrealista, no alejada de cierto tono irónico y de indulgencia
paternal, bien con el entorno, bien con el pasado, bien con el lector
y, en última (y primera) instancia, con la propia voz poética y la
persona real que subyace tras la misma.
Físicamente,
el volumen sigue las reglas de calidad de la colección Baños del
Carmen: papel ahuesado, cubierta negra brillante con solapas, sin
ninguna errata apreciable.
En
resumen, y en mi opinión, una de las obras más emotivas e intensas
del autor que debería estar en toda biblioteca de poesía.
Fernando
López Guisado
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