Como dos barcos a la deriva
que la tormenta deja
a voluntad del mar,
restos de vidas rotas
sin mástil ni timón
esperando naufragar.
Barlovento,
capricho del destino
que junta dos caminos
en una misma dirección.
Perdidos, sin ancla,
puerto, ni vela que izar,
vacíos de lastre del pasado
que por la borda
tiraron al mar.
Livianos de equipaje
pero llenos de aroma de mar,
arrastrados por la marea
a donde ella los quiera llevar.
Sin rumbo, pero de la mano.
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