Aquel tatuaje era una declaración de amor hacia ella, su mejor amiga y compañera, su nombre franqueado por dos dragones rampantes. En cuanto ella vio su espalda cubierta de apósitos, se asustó, pero él la tranquilizó diciéndole que era un tatuaje muy especial que mostraría sus verdaderos sentimientos. Ella se sintió intrigada, pero esperó 24 horas hasta que le cambiara los apósitos.
Al
día siguiente, ella le quitó los apósitos y sintió una mezcla de amor y
admiración por el gran gesto que su compañero había realizado por ella.
Lo abrazó cuidadosamente y le colocó suavemente los apósitos.
—Eres
encantador y te quiero por eso, dijó ella, besándolo con pasión. —Te lo
voy a compensar", refirio, mordiéndose el labio y esbozando una sonrisa
pícara.
—¿Te gusta? —preguntó él con una sonrisa nerviosa, observando su expresión.
Ella
lo miró a los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Es...
impresionante —dijo finalmente—. Nunca pensé que harías algo así por
mí.
Él se encogió de
hombros, como si lo que había hecho no fuera gran cosa. —Siempre quise
hacer algo especial. Sabía que significabas mucho para mí, y quería que
lo supieras de una manera única.
Ella
se acercó más, sintiendo el calor de su cuerpo. —Lo has hecho...
realmente lo has hecho —respondió, su voz casi un susurro.
El
silencio entre ellos se llenó de una electricidad palpable. Su corazón
latía con fuerza mientras pensaba en lo que significaba ese gesto. Era
un paso hacia algo más grande, algo que ambos habían esquivado durante
tanto tiempo.
M. D. Álvarez
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