Carmen Martínez Falla
Inés de Alarcón y Vergara
Ediciones Amaranto
Cultural 2012
Con su último trabajo,
Carmen Martínez Falla nos lleva de la mano a través del tiempo
situándonos en el siglo XVII; y el lugar escogido, una villa situada
en un bello rincón de la provincia Castellano-Manchega.
Con un extraordinario
estilo narrativo, la autora nos cuenta la vida de Inés de Alarcón y
Vergara, una cortesana que supo aunar su inteligencia y belleza en
unos días en los que el enfrentamiento entre la institución
eclesiástica y el poder civil eran constantes en el devenir de los
acontecimientos de la villa.
Varios fueron los
caballeros, de gran influencia y poder, que sucumbieron ante los
encantos de la cortesana, y que le procuraron, además de protección
ante la alta clase social del lugar, una considerable fortuna con la
que pudo mantener su libertad como mujer y su estatus como ciudadana.
Sin embargo, en ambos casos habría de pagar un alto precio, como
mujer y como madre.
A Carmen no le gusta
dejar nada al azar, como demuestra habitualmente en todas aquellas
actividades culturales a las que dedica su tiempo; y en este, su
último trabajo literario, no iba a ser diferente. Previamente a la
elaboración y desarrollo de la historia, cuyos personajes y
circunstancias son enteramente ficticios, ha indagado en toda aquella
documentación imprescindible para el buen conocimiento del modo de
vida de la época: acontecimientos sociales y festejos, economía
sobre la que se sustentaban los lugares del entorno escogido, tejidos
empleados en la indumentaria y otros detalles propios de los
ornamentos y joyería. Pero, sobre todo, Carmen Martínez ha sabido
elegir con gran maestría el lenguaje utilizado a lo largo de toda la
obra, haciéndonos partícipes de un cuidado vocabulario acorde con
el utilizado en aquellos días, así como de una magnífica
descripción del escenario, de la que me he permitido extraer un
pequeño extracto como punto final a esta breve reseña:
…En una importante
mesa se apoya una jofaina con su jarra de plata labrada. Sillas,
braseros, candelabros. Pequeñas mesas recubiertas de terciopelo
guardan las bacinillas y las tembladeras*. En las paredes dos tapices
se enfrentan con un gran cuadro de la imagen de la Virgen de Gracia y
uno más pequeño de Cristo crucificado…
Lola Estal
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