Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

viernes, 8 de noviembre de 2013

Técnicas de iluminación, de Eloy Tizón (Reseña nº 571)

Eloy Tizón
Técnicas de iluminación
Páginas de espuma, 2013

Sorprende y agrada encontrar una editorial que apuesta de una forma decidida por el relato, y más aún cuando lo que consigue es publicar a uno de los cuentistas más originales del panorama actual. Eloy Tizón (Madrid, 1964) firma estas Técnicas de iluminación, un ejercicio de proeza verbal que parece no ser un mero artefacto literario sino toda una aventura repleta de imágenes, viveza léxica y precisión. Tizón es un demiurgo de la palabra y sabe perfectamente cómo exorcizar los demonios que habitan los adjetivos, encadenar enunciados y trazar relatos de una belleza y originalidad inigualables. Se desplaza por los registros y voces narrativas como un auténtico explorador, en un frenesí que recuerda el swing jazzístico del mejor Cortázar cuentista. Sus historias, a menudo, eluden la vía central, parecen ramificarse por periferias, vías secundarias, y nos hacen tener la sensación de que la trama nos la están contando desde un ángulo imposible, distinto, novedoso. 
 
En Fotosíntesis, asistimos a una puesta en escena verbal imbuida de una extraña poética, un monólogo repleto de elipsis y recovecos, extendiendo lo que nos parecía un relato clásico por una difusa red de recuerdos, ideas, destellos… Como también ocurre en la pieza titulada Volver a Oz, cuyo título ya anuncia ese retorno a la nostalgia, pero que en las manos de Tizón, lejos de repetir el cliché del canto a la infancia perdida, se trasunta en una letanía en la que se funden retazos de una Dorothy moderna que vive/sueña su propio universo perdido en una onírica y muy personal Oz.

La fuga, en muchos cuentos estructural, es eje argumental de Merecería ser domingo. Un relato este en el que sus personajes huyen de algo desconocido en un escenario de lo más surrealista y desolado que concluirá en un inesperado final.

El autor no es reticente a adentrarse en los recovecos del alma humana, a las relaciones de pareja y otros asuntos aparentemente triviales, como la asistencia a la boda de una amiga. Pero lo hace con tal profundidad, con una mirada tan excéntrica y un lenguaje tan rico e inusual que todo nos resultará distinto, secreto, mágico, revelador. Nautilus es un cuento-metáfora que nos habla de la pérdida, de la soledad. En Manchas solares, una pareja convencional se enfrenta a una ruptura. Tizón, a través de su excepcional estilo, colmado de simbolismos y de hondas reflexiones, nos hablará de la insustancialidad y de la superación de las trabas de la vida, y de la fe en uno mismo. Pero sobre todo, nos comunica, como suelen hacer los genios (Borges, Kafka, Cortázar) la aplastante sensación de que el universo es extraño e imprevisible, poblado de misterios indescifrables que gravitan sobre nosotros, como podrá apreciar el lector de Ciudad dormitorio, texto inscrito en un tiempo extraño marcado por el ‘desajuste cronológico en que dos mundos paralelos se superponen’, en el que la vida se nos presenta como ‘un sueño visto a través de los ojos de un cadáver’.

Estas Técnicas de iluminación son un irregular y heterogéneo abanico de posibilidades narrativa que se alejan ostensiblemente de la prosa más trillada y accesible para abrir una veta novedosa, arriesgada y lumínica en la narrativa breve. Una apuesta de difícil catalogación que enraíza con la prosa rítmica y desenfadada de Cortázar y se hermana con el estilo alucinatorio y salvaje de Mircea Cărtărescu. Una prosa bien delineada que descoloca, que emerge y se sumerge en un oleaje poderoso y cambiante, y siempre distanciando al lector del núcleo argumental, excentrando, en una espiral envolvente, distorsionante pero concisa. 

Pedro Pujante 

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