Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

martes, 29 de julio de 2025

El licántropo regius, de M.D. Álvarez

 


Su sombra sobrevolaba el campo de tréboles. Su velocidad felina lo impulsaba a una velocidad de vértigo, pero en aquella ocasión tenía que sobrepasar sus límites, ya que si llegaba tarde, estarían todos muertos y no podía permitir que ninguno de ellos muriera por llegar tarde. Entre los allí reunidos se encontraba la bella Angie, por la que sentía verdadera devoción.

Vislumbró al grupo rodeado de fieras aterradoras que lanzaban dentelladas al aire.

Con un portentoso salto, se introdujo en el cerco, dejando a las bestias sorprendidas momentáneamente. Sacó la bolsa con el kit de insulina y se lo inyectó a Angie, que abrió los ojos y lo vio sonreír.

—Ahora, vosotros —rugió furioso al grupo de fieras que no parecieron reconocer a un alfa cabreado.

Con un portentoso aullido, sintió cómo el animal que llevaba en su interior comenzaba a manifestarse. Sus huesos crujieron y su piel se tensó hasta resquebrajarse, saliendo un licántropo regius de color dorado. Las fieras se dieron cuenta tarde de que no tenían nada que hacer contra Marcus, que se lanzó en tromba contra las fieras. 

Su equipo asistió anonadado ante el salvajismo con el que se defendía contra las ondas de fieras. Entre gruñidos y alaridos, Marcus fue despedazando a todas las fieras que le hacían frente. 

Cuando tan solo quedaban un centenar, retrocedieron por puro terror. Marcus estaba rugiendo de forma brutal y miraba desafiante cuando, de pronto, sintió el cálido tacto de la nívea mano de Angie, que susurró:

—Ya está, mi vida, les ha quedado claro que aquí mandas tú.

Él se volvió y la miró con aquellos intensos ojos azules. Dijo con una voz profunda y gutural: —Siento haber tardado tanto.

M. D. Álvarez 

viernes, 25 de julio de 2025

Cómo hemos cambiado, de María Dolores Vicente Serrano (Reseña nº 1111)

 


María Dolores Vicente Serrano
Cómo hemos cambiado
Ayuntamiento de Molina de Segura, 2008

El presente libro de recuerdos lleva por subtítulo historias para el recuerdo Molina de Segura (1880-1980), que ya nos hace una idea de lo que la autora nos va a narrar y que el Ayuntamiento ha acertado al ir recogiendo estos recuerdos que se van perdiendo.

Ya hace años que se habló de ir entrevistando a los ancianos del lugar, para que dejaran sus memorias de nuestra localidad antes de que pasaran al otro plano de la existencia, y no sé si eso se desarrolló finalmente o quedó en nada, como cientos de cosas.

Pero estos recuerdos son bellísimos leerlos y conocerlos, que la autora nos hable desde la lejanía, no ya hoy, sino dentro de diez años, de cincuenta, de cien, y tengamos la memoria escrita de cómo fuimos y lo que somos.

Tuve la suerte de hacerme con un ejemplar en el Mercadillo solidario de Navidad que los voluntarios de Cáritas instalan desde hace doce años en el Paseo Rosales, y con el que vengo colaborando desde hace también unos cuanto años, y su lectura me ha dado muy buenos momentos.

Gracias a Loles por dejarnos sus recuerdos de cómo hemos cambiado.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 22 de julio de 2025

Jungla de amor, de M.D. Álvarez


 

 

En aquella jungla plagada de bichos y con una humedad sofocante, que empapaba como si lloviera a mares, se guardaba un aterrador secreto. La criatura amada por la bella Selene vagaba aullando de pasión por su húmedo vergel, hasta que su amada se dignó a aparecer en el cielo para bañar su dorada piel con sus rayos de luz plateada, haciendo que sugiriera a su amado licántropo.

El hermoso hombre lobo aullaba de placer al ver descender a la bella Selene, que con níveos brazos lo abrazaba mientras besaba con dulzura su peludo y musculado torso.

La luz de Selene no solo iluminaba la oscuridad de la jungla, sino que también transformaba al licántropo, suavizando la ferocidad de sus ojos dorados y revelando la profunda ternura que guardaba para su amada. Sus aullidos, antes de anhelo y melancolía, se volvieron ahora susurros roncos de devoción.

Mientras los efluvios de la selva se hacían más intensos con la noche, ellos se entregaban a su ritual. Selene, etérea y luminosa, se fundía con la forma lobuna de su amante, sus cuerpos entrelazándose bajo el dosel espeso de las hojas. 

La piel plateada de ella contrastaba con el pelaje oscuro y espeso de él, una unión de lo celestial y lo salvaje. En ese abrazo, el secreto aterrador de la jungla parecía desvanecerse, reemplazado por la magia de su amor, un amor tan antiguo como la luna misma y tan primario como el latido del corazón de la bestia.

M. D. Álvarez

jueves, 17 de julio de 2025

La reliquia olvidada, de Alberto Vicente Fernández (Reseña nº 1110)

 


Alberto Vicente Fernández
La reliquia olvidada
Malbec Ediciones, 2023  

Últimamente me agradan las tramas que unen la fantasía propia de la novela (toda novela es fantástica, ya que nace de algo que no existe) y las cosas cotidianas y, en el caso que nos ocupa, historia, fantasía y realidad.

Y la realidad son las calles de Molina de Segura, para mi un acierto. Algún día podremos organizar la ruta de La reliquia olvidada. Pero hay también intriga, por supuesto, y una pizca de aventura, que el autor, al que tengo el placer de conocer y coincidir muchas veces con él, ha sabido mezclar para disfrute de los lectores.

Él es originario de Molina de Segura y, aunque trabaja en los cielos, preferentemente en los de San Javier y el Mar Menor, ha querido llevar a sus personajes por lugares que conoce bien, mientras nos presenta una sociedad secreta y la búsqueda de una reliquia olvidada, de ahí el título. Y todo ello aderezado, como os decía al principio, con fantasía, era la pieza que faltaba a la trama: hay que salvar a la humanidad (si es que merece la pena que sea salvada- esto es cosecha mía-) de un conflicto entre mundos. No hay que tener miedo a los demonios o diablos, sino a algo más poderoso y terrible, como en la obra de Tolkien, cuando Gandalf descubre que se ha liberado a un Balrog, para que os hagáis una idea, desconocidos lectores de estos Acantilados de papel.

Así que os invito a leerla. Esta novela es independiente de la anterior que Alberto publicó, El renacer de la bestia, pero el destino ha hecho que algo de relación tengan una con otra.

Francisco Javier Illán Vivas

 

martes, 15 de julio de 2025

Dolor profundo, de M.D. Álvarez


 

Dibujó un pequeño ataúd y se metió dentro; era el último gesto de inocencia que le quedaba después de haber visto las cosas más atroces de las que podía ser capaz la raza humana. 

Ella ya no estaba con él y, sin ella, la vida no valía la pena. No les permitiría verlo llorar. No se merecían el perdón y, mucho menos, el suyo.

Dentro de su pequeño ataúd cerró los ojos y se dejó llevar por el dulce amor de su añorada esposa que lo esperaba al otro lado, tras el arcoíris.

M. D. Álvarez 

martes, 8 de julio de 2025

Es la hora, de M.D. Álvarez


 

Dibujó un pequeño ataúd y se metió dentro. Aquello había sido un encargo curioso; el cliente le había dado unas pautas y, en cuanto lo dibujó, aquel pequeño ataúd se materializó con bolutas y grabados. La curiosidad de ese diablillo engañador lo azuzó. Una vez dentro, la tapa se cerró, sumiéndolo en una asfixiante oscuridad.

—¿Estás cómodo? —oyó una voz quebradiza.

Él, pálido, gritó y gritó, pero la voz dijo: —"Es tu hora, ahora no te quejes".

Comenzó a oír rasguños, quejidos y, de pronto, nada; ni un susurro. La tapa se abrió con un chirrido; se encontraba entre la tierra y el cielo, estaba en el purgatorio.

M. D. Álvarez 

viernes, 4 de julio de 2025

Dame un segundo..., de Antonio Bernal Torres (Reseña nº 1109)

 


Antonio Bernal Torres
Dame un segundo...
Murcia, 

El título ya lleva el mensaje explícito, estamos ante el segundo poemario, la segunda obra, del maestro en educación musical Antonio Bernal, con el que últimamente estoy teniendo la suerte de coincidir en múltiples eventos a lo largo de la geografía murciana.

En este segundo poemario, el primero llevó por título Recuerdos encontrados y recuerdos que serán..., son la vida, el mar y el amor, sea cual sea el orden en el que desees ordenarlos, los que nos piden un segundo, para disfrutarlos, para contemplarlos, para dejar a un lado el móvil y perderse en ellos, o encontrarse, que también puede ser el camino que nos lleve.

El autor se nos presenta en su aspecto más clásico de la poesía, con rimas y métrica en la mayoría de los poemas que contiene el libro.

Un poemario para darte, darnos, un segundo.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 1 de julio de 2025

El ataúd barroco, de M.D: Álvarez

 


Dibujó un pequeño ataúd y se metió dentro. Sus trazos finos y austeros habían diseñado un ataúd de líneas barrocas con grabados, cruces y demás parafernalia ocultista. El interior era de un color rojo sangre; lo incomodó un poco, él lo hubiera preferido de satén blanco, pero el color daba lo mismo. 

Lo que no le dio igual fue que, al cabo de media hora, una preciosa y pálida jovencita vino a despertarlo, dándole un susto de muerte al mostrar sus colmillos, de los que colgaban sendas gotas de sangre.

"Tranquilo, a ti aún no te he mordido", dijo, ladeando delicadamente su cabeza.

M. D. Álvarez

viernes, 27 de junio de 2025

70 momentos, ... un instante, de Mª Carmen Briz Marín (Reseña nº 1108)

 


 

Mª Carmen Briz Marín
70 momentos, ...un instante
Azur Grupo Editorial, junio 2022

"Solo vemos aquello que miramos y elegidos aquellos que queremos ver", nos dice la autora en le prólogo de este libro que recoge dos de sus aficiones: fotografía y escritura.

Puede que ambas cosas sean efímeras, lo que miramos y lo que queremos ver. Visto y no visto. Pero Mª Carmen, a la que tuve el placer de conocer en una Feria del Libro en Los Garres, ha querido recoger esos momentos para que permanezcan, fijándolos sobre el papel, en imagen, y en literatura, y ya sabéis, lo escrito, escrito está.

Con la fotografía ella quiere expresarnos lo que su retina ve y con el relato plasmar el sentimiento que le produce. Y nos muestra paisajes, fuentes, un reloj, un bodegón, aves volando sobre montañas, todo momentos que desea compartir con nosotros y dejarlos en nuestras manos.

Los relatos son breves, precisos, casi tanto como cada fotografía. 

El instante es para ella.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 24 de junio de 2025

El guardián de los dioses, de M.D. Álvarez

 


 

Su edad era símbolo de madurez; siempre lo habían considerado una cabra loca, pero al cumplir 28 años, algo cambió en su interior. Dejó de comportarse como un picaflor y buscó sentar la cabeza. Siempre quise entrar en el exclusivo club 48, el restaurante más exclusivo del hemisferio norte. Allí, la flor y nata de los nuevos ricos se pavoneaban con sus adquisiciones, pero él no era un nuevo rico; era un apuesto heredero de la mayor fortuna. Aunque su forma de vida era displicente y derrochadora, al entrar en el gran salón se quedó sin aire. Una escultural y arrebatadora joven pelirroja y de ojos verdes se le acercó con un cigarrillo entre los dedos y preguntó:

—¿Tienes fuego? preguntó la joven. 

—Lo siento, no fumo —respondió, dudando.  

Ella lo observó y pareció aprobar su respuesta.

—Bueno, pues no importa; además, tengo que dejar este vicio o terminaré por matarme.

La orquesta comenzaba a interpretar "Nothing’s Gonna Change My Love for You" y le pidió salir a baimar.

Era un hábil bailarín desde pequeño; su familia lo había educado como un joven ilustre..

El ritmo de la música fluía a través del salón, envolviendo a los bailarines en una sinfonía de emociones. El protagonista, con cada paso, sentía como si estuviera desenterrando una parte de sí mismo que había estado enterrada bajo años de desenfreno y lujos. La joven pelirroja, con su gracia natural y su sonrisa tímida, parecía entender algo de esto, algo que él apenas podía verbalizar.

—¿Te gustaría ir a un lugar más tranquilo? —susurró ella, sus ojos verdes brillando bajo la luz tenue del restaurante.

—Sí, con mucho gusto —respondió él, sin dudarlo.

Salieron del club lleno de gente y se dirigieron a una terraza privada, donde la vista sobre la ciudad se abría como un lienzo estrellado. La atmósfera se había vuelto más íntima, más personal.

—¿Por qué decidiste dejar de fumar? —preguntó él, curioso.

—Es una larga historia —dijo ella, mirando hacia la distancia—. —Pero creo que es mejor para mí. Y para los que amo.—¿Y qué hay de ti? —ella lo miró, y por un momento, él sintió como si pudiera ver hasta el fondo de su alma—. —¿Qué te ha llevado a buscar algo más?

—He pasado mucho tiempo viviendo para la apariencia —admitió—. —Pero ahora, creo que estoy listo para vivir para mí mismo. Para lo que realmente quiero.

La joven pelirroja sonrió, y por un instante, el protagonista sintió como si todo lo que había buscado en años se había condensado en ese pequeño gesto.

—Quizás hay algo más en este mundo que el lujo y la fama —dijo ella, su voz llena de una esperanza que le devolvió la energía.

—Quizás sí —respondió él, sintiendo una nueva brisa de posibilidades en su vida—. Todavía no me has dicho tu nombre —dijo él..

—Soy Angie O'Brien —respondió ella con aquella arrebatadora sonrisa—, ¿y tú?

—Soy Marcus Warner —respondió, besando la mano que ella le ofrecía—. ¿Te puedo llamar para quedar?

—Si es para pedirme una cita —preguntó ella, visiblemente feliz.

—Si no te parece mal.

—Claro que no, Marcus. Eres un hombre apuesto y caballeroso; me harías muy feliz.

—Entonces mañana paso a recogerte —respondió con una suave sonrisa.

Angie no pudo pegar ojo; él parecía un hombre muy formal y educado.

La esperó delante de las oficinas donde ella trabajaba. En cuanto la vio aparecer por la puerta, se acercó con una hermosa Juliet Rose de un precioso color melocotón. "Una hermosa rosa para la rosa más hermosa", dijo galantemente. Ella se ruborizó.

—Te voy a enseñar un lugar que estoy seguro te va a encantar —dijo Marcus. La acompañó a su vehículo de alta gama y preguntó: —¿Confías en mí?

—Si, dijo dubitativa; al fin y al cabo, lo había conocido la noche anterior, pero sentía que era un hombre cabal.

El trayecto fue de una hora y cuarenta y cinco minutos. Marcus condujo con pericia por senderos casi intransitables. Cuando finalmente se detuvo, estaban al pie de una gran loma de agrestes cascotes.

Él había traído un par de notas de monte y le ofreció una a ella, que rápidamente se calzó. —Vamos, dijo Marcus, emprendiendo la caminata.

Ella lo siguió hasta una oquedad que parecía haber sido tallada. Lo vio desaparecer y volver al percibir que ella se había quedado parada.

Ella lo siguió; al atravesar la grieta, sintió que el aire la golpeaba en el rostro. Estaba todo en penumbra, no distinguía casi nada, solo sombras. De pronto, una tenue luz que avanzaba hacia ella. Aquella luz se iba haciendo más intensa, mostrando objetos, muebles y utensilios que había en aquella habitación.

Marcus traía una linterna que le ofreció a Angie. Sus ojos azules estaban acostumbrados a la penumbra y se movía como pez en el agua dentro de aquella oscuridad.

Angie preguntó: —¿Y tú cómo descubriste este lugar?  

De pronto, Marcus accionó el interruptor y se iluminó una titánica caverna donde se hallaban objetos de todo tipo: lanzas, lámparas, cofres cuajados de joyas, utensilios varios, muebles de todo tipo, e incluso tronos. Hasta donde su vista alcanzaba, había objetos sin orden ni concierto, aunque lo que más la sorprendió fue el material del que estaban hechos. Todos y cada uno de aquellos objetos eran de oro macizo.

Marcus le condujo por aquel laberinto de elementos hasta un gigantesco trono sobre el que reposaba un magno cetro.

—¿A que no sabes a quién perteneció ese cetro? —preguntó con una sonrisa enigmática.

—Pues no tengo ni idea —respondió Angie, sorprendida.

—Es el cetro de Atenas. Se pierde la pista de este cetro cuando Teseo falleció a manos de Licómenes. Se supone que Licómenes lo robó, pero Hermes, el dios más astuto, se hizo con él y lo llevó al Olimpo, donde se lo entregó a su padre, Zeus —dijo Marcus.

Ella, sorprendida de sus conocimientos sobre historia antigua, se acercó al escabel que había frente al gran trono y se subió para poder sentarse en aquel descomunal trono.

—Marcus, la observaba con atención. ¿Qué se siente? —preguntó con cautela.

—Un hormigueo y una sensación de poder indescriptible —respondió Angie—, pero no me has dicho cómo has encontrado esta descomunal cueva.

He de serte sincero: la descubrí cuando todavía era un niño. Era como si algo me llamara y tirara de mí hacia la colina rocosa que alberga esta cíclope gruta. Tendría 15 años cuando encontré la oquedad por la que accedimos. Seguí la voz que me llamaba hasta ese trono donde tú te has sentado. La voz era dulce y sensual. Le pregunté qué quería. La voz me dijo que necesitaba un guardián. Le dije que tan solo era un niño, pero me prometió volver cuando tuviera 18 años. Así lo hice y me mostró la sabiduría de antaño, los poderes olvidados por los hombres. Le pregunté su nombre y me respondió: —Soy la divina hija de Zeus y Metis. Atenea es mi nombre. Tú eres el heredero al trono de Teseo. Ahí tienes el cetro con el que te entronizarán, anunció la diosa ojigarza. 

—Yo no deseo ser rey, tan solo anhelo vivir en paz y armonía, conocer a una hermosa mujer y ser padre, respondí. 

Entonces, se nuestro guardián, joven Marcus Warner, refirió a la diosa Atenea.

—Puedes mostrarte ante mí, noble diosa, pregunté.

Un fulgor abrasador comenzó a manifestarse: una diosa guerrera vestida con una túnica larga hasta los pies. Sobre su magna cabeza, un casco refulgente grabado con motivos florales, y su escudo grabado sobre la égida, la cabeza de la Gorgona Medusa y una lanza.

Marcus la observó con devoción. "Cuando cumpliera los dieciocho años, me convertiré en el guardián de esta gruta", dijo.

Angie lo miró entusiasmada; su nuevo amigo le había mostrado su lugar secreto y le dijo: —Marcus, muchas gracias por mostrarme este maravilloso enclave.

—No hay de qué, solo te voy a pedir algo: no puedes contárselo a nadie bajo pena de ser fulminada por la diosa de la guerra.

—Te doy mi palabra, no se lo diré a nadie, respondió Angie mientras bajaba del gran trono..

Marcus la guió por el camino hacia la salida del laberinto. Una vez en la entrada, la oscuridad volvió a cubrir la titánica cueva. Una vez fuera, volvieron al vehículo y regresaron a la ciudad. Marcus la invitó a cenar en el selecto restaurante del 48, donde disfrutaron de una deliciosa cena, rieron y charlaron de lo mundano y lo divino. Cuando terminaron de cenar, la acompañó a su casa; la dejó en la puerta, como buen caballero. La luna estaba esplendorosa. Marcus abría una nueva etapa en su vida. Angie era la elegida para compartir su vida. Se encaminó hacia su vehículo; la noche había refrescado, despejando los miedos de Marcus. Había elegido bien y Atenea la aprobaba. Montó en su vehículo y se perdió entre las callejuelas oscuras de la ciudad; los dioses estaban con él, su nuevo guardián de la gruta sagrada donde los antiguos héroes dejaron sus tesoros y dones otorgados por todos los dioses.

Fin

M. D. Álvarez

domingo, 22 de junio de 2025

Antes de que anochezca, de Jesús A. Escudero (Reseña nº 1107)

 


Jesús A. Escudero
Antes de que anochezca
2024

Veintisiete relatos, o vivencias, incluye este libro del pinatarense Jesús A. Escudero, quien hasta el anterior libro firmaba como Jesús Gómez, un hombre de sobra conocido en la localidad y entre los pescadores, ya que fue Presidente de ellos durante unos años.

La importancia de este libro de relatos es que están basados en recuerdos personales y en otros que le contaron, de ahí que estas tradiciones, estos recuerdos nunca se pierdan, y mejor dejarlos por escrito antes de que anochezca, si he adivinado el sentido del título del volumen. 

Libro que cerró el ciclo del Club de Lectura del Hogar del Pensionista de San Pedro del Pinatar, y donde el autor nos narró alguno de los relatos y nos contó historias que algunos de los presentes conocían, no en vano, pueden ser recuerdos de tiempos que ya no regresarán a este castigado Mar Menor.

Está dividido en dos partes, Reflexiones y Confesiones, tras una introducción del autor donde nos habla de sus recuerdos.

En ellos el Molino tiene tanta vigencia e importancia como Ramón, como Jacinto, como Epifanio, Gervasio y otros que ya no están entre nosotros, y la fauna del mar, muy presente en la vida del autor. Es un libro de relatos para disfrutar de uno o dos cada día, en estas fechas estivales en las que ya nos encontramos aplastados por el inclemente sol de temperaturas cercanas a los 40 grados.

Francisco Javier Illán Vivas 

 

jueves, 19 de junio de 2025

La edad no importa, de Guillermina Sánchez Oró

 La vida hay que vivirla intensamente,
cada segundo, cada instante,
disfrutar los momentos que llegan inesperados,
las sorpresas, los amigos, las fiestas,
los instantes que te ofrece
no posponerlos, no dejarlos pasar.
A veces, suele ser tarde para retomarlos,
porque la vida es dura y su camino
está lleno de espinas, como las rosas
de un rosal.
Ellas son preciosas, pero tienen su peligro;
por eso, cuando te arriesgas a cortar una rosa,
puedes pincharte, pero esa acción la puedes evitar.
A veces, se reciben visitas no queridas
que para nada deseamos recibir,
les podemos poner mala cara,
no mirarlas de frente, rehuirlas,
pero esas visitas forzadas, muchas veces,
no desean irse solas.
Da igual la edad que tengas,
puedes tener 20,30... o, incluso,
acabar de nacer, esa visita no mira la edad.
Por ese motivo, ¡vive la vida!
y no dejes de hacer las cosas buenas
que se te presentan. La muerte puede visitarnos
en cualquier momento y a cualquier edad.
 

martes, 17 de junio de 2025

El señor de las calles, de M.D. Álvarez

 


 
Bajo aquel aguacero, seguía siendo imperceptible para sus adversarios. Su forma de luchar no tenía igual; los que trataban de capturarlo no conocían sus debilidades. Y aunque las conocieran, no les sacaban partido. Él no solo luchaba por sí mismo, luchaba por los desfavorecidos e inadaptados que no valoraban. Su porte altivo e imponente no lo llevaba a comportarse como un mezquino con los pobladores de su mundo; es más, se esforzaba en conocer sus peticiones y desvelos.

Un buen día se acercó, cubierto con una capucha que le ocultaba el rostro, pues sus vividos ojos azules lo identificaban como el señor de las calles. Se unió a un grupito de gente que se había reunido para discutir sobre el nuevo impuesto que les estaban grabando en las nóminas. Decían que era injusto que aquel impuesto seguramente se utilizaría para contratar a una panda de maleantes y así poder dar caza al señor de las calles.

—Que lo intenten —dijo para sí. Se dio cuenta de que estaban sablando a sus conciudadanos y decidió hacer algo por ellos.

Cada vez que era atacado, los cazaba y cobraba la recompensa que el gobierno daba por ellos, ya que eran asesinos y ladrones de la peor calaña, a los que habían puesto precio antes de contratarlos para atraparlos. Con las recompensas tan jugosas que daban, fue haciendo un fondo de compensación y, por medio de anuncios en los periódicos, fue restituyendo lo que aquel impuesto les estaba robando.

M. D. Álvarez

sábado, 14 de junio de 2025

Diosa Luna, de Beatriz Alcaráz López (Reseña nº 1106)

 


 

Beatriz Alcázar López
Diosa Luna
Avant Editorial, julio de 2024

Esta novela es otro de los regalos literarios que he conocido gracias a la acción de escritores y escritoras que van abriéndose camino y, al mismo tiempo, abrir las calles y llevar la literatura a todos los rincones de la Región de Murcia, especialmente de Murcia capital.

Ya son varios los barrios que se han unido a este movimiento y en uno de ellos, en el del Progreso, conocí a la autora, que siempre ha estado muy activa en la lucha por los derechos de las personas, de las mujeres en particular.

Y cuando llegó el momento de jubilarse dedicó parte de su esfuerzo vital a la literatura, presentándonos en esta obra un reflejo de la sociedad actual como ella a través de los ojos de su protagonista, una mujer tan luchadora como ella misma lo ha sido siempre, aunque no se trata de una autobiografía.

La portada es también suya y, como dice la contraportada, posiblemente cuando pintó ese cuadro, ya estaba anidando en su mente la vida de la protagonista, Mamá Luna, una mujer que, sin quererlo, se ve obligada a luchar contra el racismo, contra el clasicismo, que debe defender a su familia, a sus hijos, para buscar una vida mejor, no solo para ella, sino para quienes la rodean.

Francisco Javier Illán Vivas 

martes, 10 de junio de 2025

El caso del florín desaparecido, de M.D. Álvarez

 


 

 

 

 

El teléfono no paraba de sonar y yo no tenía ganas ni fuerzas para descolgar. Desde la pérdida de Rachel, nada era igual. Tan solo su hermana Nadia lograba sacarlo de casa y alimentarlo.

—Víctor, ¿qué crees que pesaría Rachel si te viera así de desaliñado y decaído? —le dijo ella cuando lo encontró tendido en el sofá.

—Tienes razón, hermanita. Debo ponerme en forma y cuidarme, pero es muy duro no verla cada día.

—Lo sé, el dolor nunca pasa, pero el tiempo lo atenúa un poco.

—Si te apetece, ven a comer con Walter y conmigo —le dijo, acariciando su cabello.

—Te lo confirmo más tarde —dijo él con media sonrisa. De pronto, el móvil sonó; lo tenía en la mesita de té. Nadia contestó y se lo pasó a él, diciendo: «Es Walter».

—Dime, Walter, ¿qué ocurre? Si lo conozco, vale, me paso en 10 minutos. Y colgó el celular. Bueno, al parecer, tu marido me ha conseguido un caso —dijo con melancólía..

Se levantó, se duchó y se puso uno de los mejores trajes que Rachel le había comprado.

—Te acompañó, dijo ella.

A dos manzanas del loft, la policía acordonaba el lugar donde había sido sustraído un objeto de gran valor.

—Te dejo y avísame si vienes a cenar, le expresó su hermana, besándole la frente.

—Gracias, Víctor, por venir, terció Walter, viendo cómo Nadia lo acompañaba.

—Hola, Walter, ¿qué puedes decirme?

El dueño del edificio ha echado en falta un objeto de un valor incalculable. Lo tenía en una Fichet de último modelo. Y, según le había asegurado, era una caja inexpugnable.

—Vamos a ver esa caja. -Se dirigió al salón, donde no tuvo dificultad para encontrar la ubicación de la caja. Estaba empotrada en el suelo; se fijó que las esquinas de la impresionante alfombra persa estaban desgastadas, más en un lado que en el otro. Se puso unos guantes que Walter le había dado y levantó la esquina más gastada. Allí estaba la flamante caja fuerte con el teclado.

—¿Tienes la llave? —preguntó. 

—Sí, aquí la tienes, y la clave es… —se detuvo cuando vio que había tecleado una clave. Le pidió la llave y crack se abrió.

Víctor se agachó y examinó la caja fuerte con detenimiento. La pintura estaba intacta, no había signos de haber sido forzada. Sin embargo, algo no encajaba. Se pasó la lengua por los labios y se concentró. De repente, sus ojos se posaron en una pequeña marca en la esquina inferior izquierda del teclado. Era casi imperceptible, pero allí estaba. Una pequeña muesca en el metal. Sonrió con satisfacción.

—Walter, creo que sé cómo se hizo esto —dijo, señalando la marca.

Ese detalle no lo habría descubierto si no hubiera logrado abrir la caja. Curiosamente, lo que sorprendió a Walter fue la habilidad de Víctor para abrir la caja en tan solo 20 segundos, y le preguntó: 

—¿Cómo lo has hecho? 

—Es fácil, conozco al dueño y sé de sus gustos esotéricos. Solo había dos opciones: o era una secuencia de Fibonacci o el número áureo. Me decidí por el primero y acerté.

—¿Te ha dicho el dueño que guardaba en la caja fuerte? —preguntó Víctor. 

—Sí, un florín de oro. Creo que es una primera acuñación de 1252. 

—La primera edición. ¿Qué interesante.? Sabes que corre una leyenda que cuenta que los primeros florines fueron acuñados con oro robado por unos ángeles para asegurar el futuro de su amado pueblo a Lucifer. Todo poseedor de una de las primeras monedas será salvaguardado por los mismos ángeles de los ataques de Lucifer, que desea recuperar su oro.

Cuando Víctor se percató de lo maravilloso de aquel objeto, enseguida supo quién había sido el ladrón. Era un ladrón de guante blanco, un enviado del señor del averno.

—Vamos, estamos a tiempo de pillar al ladrón antes de que desaparezca —dijo, mientras cogía su Porsche GTS y salía disparado, seguido de la patrulla de Walter.

En la antigüedad, los accesos al averno, o Hades, como prefiráis llamarlo, eran diez, pero con el transcurso del tiempo se fueron cerrando y, en la actualidad, quedaban cuatro: uno en el Etna, otro en el pozo de Darvazá, en Turkmenistán; otro más en Australia, más exactamente en una grieta de Uluru, la roca gigantesca. Pero había una cuarta, y se encontraba en Luisiana, más exactamente en el gran Bayou Plaquemine, junto a un gran ciprés calvo de ramas entrelazadas.

Víctor llegó a la entrada del parque natural y alquiló un aerodeslizador para moverse por los ramales y marismas. Los cipreses calvos y espartinas lo cubrían por doquier; era como si no le dejaran avanzar, hasta que descubrió el gran ciprés calvo de color mortecino con una endidura en su tronco. Habían llegado a tiempo, ya que minutos después se presentó el famoso ladrón de guante blanco, Omar Sy, que al verlo allí se dio cuenta de que no tenía escapatoria; eran buenos conocidos..

—Omar, tú por aquí, querido amigo, dijo Víctor con cautela. .—Omar, te has mezclado con algo que no te compete. Si le devuelves el florín a esa sabandija, te matará, dijo Víctor con calma. —Esto tan solo atañe a seres etéreos. Dame el florín, apremió, tendiéndole la mano.

Omar se lo pensó, pero finalmente se lo entregó. Era una magnífica pieza de 500 gramos de 24 quilates. Grabados en el anverso, había una imagen de dos serafines transportando una enigmática caja y, en el reverso, la imagen de un enigmático ojo con la leyenda en latín que rezaba así: «Omnia videt, omnia cognoscit et agit»; que para los que no sepan latín dice así: «Él todo lo ve, todo lo sabe y actúa en consecuencia».

—Omar, será mejor que te vayas; están a punto de llegar la policía, dijo Victor.

—¿Pero por qué lo haces? ¡Merezco que me detengan!, refirió él

—No tienes la culpa de que te dejaras seducir por el príncipe de las sombras, que, deseoso de recuperar su oro, otrora manchado de sangre de inocentes, pero ahora puro y virginal, se valió de engaños y subterfugios para atraerte a su círculo, dijo Víctor, cabizbajo.

—Yo devolveré el florín y ya intentaré algo para librarte del peligro.

—Víctor, eres un gran amigo. Lamento no haber asistido a los funerales de Raquel, dijo apesadumbrado. Se giró y desapareció justo en el instante en que llegaba Walter. —Toma, aquí tienes el florín desaparecido. Casi lo logra; si no hubiera llegado a tiempo, se lo habría llevado al otro lado.

Walter puso esa cara de «no me lo puedo creer, lo ha vuelto a hacer» y a mí me deja con un canto en los dientes.

Te puedes llevar todo el mérito, querido amigo. Después de todo, eres mi cuñado y te mereces un ascenso, refirió Víctor.

Final del tercer caso del detective Víctor Vorodier.

M. D. Álvarez

jueves, 5 de junio de 2025

Selección poética de Desirée Dorado






 
Désirée Dorado nació en el Puerto de la Cruz (Tenerife), noviembre de 1979. Tras años recorriendo varias ciudades de España, sobretodo por el norte, en 1998 aterrizó en Murcia, tierra de la que se enamoró y por fin consiguió echar raíces.
Policía Local de profesión, pintora, actriz, escritora y creadora del grupo cultural murciano “Culturetas Murcia” y de la página de instagram @ahablardemislibros, entre otras facetas artísticas.
Autora de:
- El poemario “Alma al desnudo”, publicado en 2009
- La obra teatral “Muertos de la risa”, dirigida y representada por ella misma, junto con otros actores en el grupo teatral Proyectan-2 en 2010 y 2011
- La obra teatral “Inseguridad social”, dirigida y representada por ella misma, junto con otros actores en el grupo teatral Proyectan-2 en 2012 y 2013.
- La obra teatral “Presagio Mortal” (2015)
- El poemario “Anagramas del silencio”, publicado en 2020
- La novela de fantasía “El tictac del reloj de arena”, junto a Eduardo Martínez, en 2022
- El conjunto de relatos de terror “En tiempos líquidos y otros relatos psicopáticos” publicada en 2024
- La novela negra “A 4 patas”, junto con Daniel Gómez, publicada en 2024
- La antología poética “Soy un Animal”, publicada en marzo de 2015
- Alguna otra obra bajo seudónimo, cuyos títulos aún no quiere revelar.
- En la actualidad se encuentra escribiendo la secuela de “A 4 patas”: “A 4 patas X-treme"

martes, 3 de junio de 2025

El hombre de la lluvia, de M.D. Álvarez


 

Su interpretación de la danza de la lluvia, al ritmo del megamix de Deep Forest, lo convertía en un auténtico ser celestial. Era envidiada por todas sus amigas; sabían que, como él, no había ninguno.

Sus movimientos rítmicos al son de la energética música eran poderosos y siempre terminaban con la llegada de la ansiada lluvia. Su beso apasionado bajo el aguacero lo convertía en el hombre de la lluvia, su hombre, quien, para finalizar, la invitaba a unirse a él en la frenética danza de amor y libertad.

M. D. Álvarez


viernes, 30 de mayo de 2025

Soy un animal, de Desirée Dorado (Reseña nº 1105)

 


 

Desirée Dorado
Soy un animal

Los años dedicados a la lectura de autoras y autores más cercanos me ha permitido conocer firmas que, seguro, de otra forma nunca hubiese leído. Desirée Dorado es uno de estos casos, de los últimos casos, y ha sido una suerte aparecer en el mundo de apoyo a la cultura en general que es Culturetas, la asociación, más o menos anárquica, que lidera ella.

Soy un animal es la primera obra que leo de ella, que se ha caracterizado por escribir narrativa, teatro, y una faceta que parece practica bastante, libros a cuatro manos, podríamos decir, con otros autores o autoras.

La autora ha querido reunir poemas de obras propias anteriores, para crear su primera antología personal, un reto valiente en una poeta que empieza el camino, y que aquí se nos presenta en una búsqueda introspectiva y en el que la autora pretende que el lector encuentre también ese viaje interior en busca, tal vez, de lo que toda persona busca y pocas encuentran.

Ya nos lo adelanta el autor del prólogo, Alberto Vicente Fernández, "versos atrevidos, intensos, osados; algunos tristes, otros risueños, te transportan a a un rincón diferente de tus pensamientos y emociones".

Ahora te toca a ti, lector, abrirlo y disfrutarlo.

Francisco Javier Illán Vivas

jueves, 29 de mayo de 2025

Poema de Guillermo Molina



Como dos barcos a la deriva
que la tormenta deja
a voluntad del mar,
restos de vidas rotas
sin mástil ni timón
esperando naufragar.

Barlovento,
capricho del destino
que junta dos caminos
en una misma dirección.

Perdidos, sin ancla,
puerto, ni vela que izar,
vacíos de lastre del pasado
que por la borda
tiraron al mar.

Livianos de equipaje
pero llenos de aroma de mar,
arrastrados por la marea
a donde ella los quiera llevar.

Sin rumbo, pero de la mano.

martes, 27 de mayo de 2025

Bajo la luz de una lámparilla, de M.D. Álvarez

 


 

La luz de aquella lámparilla era escasa, pero sirvió para descubrir un extraño ser que la observaba con curiosidad. Ella sabía que aquel ser tan formidable era un auténtico hombre lobo, pero desconocía qué hacía allí en su habitación y, sobre todo, por qué la miraba con curiosidad.

El licántropo se aproximó cuidadosamente a la cama donde ella descansaba y le preguntó: —¿Por qué me has llamado?. Su voz sonaba dulce y aterciopelada.

Ella, sorprendida, no recordaba haber llamado a nadie, y menos en sueños.

Él se aproximó un poco más y refirió la siguiente petición: —Si me llamas, acudo, pero si no me llamas, no tengo permiso de entrar en tu mundo. Así que te lo vuelvo a preguntar: ¿por qué me has llamado?.

Ella no supo qué decir, pero percibió la inquietud de aquel ser de la noche. Su día anterior había estado plagado de contratiempos peligrosos y, en uno de aquellos percances, conoció a un joven encantador que la ayudó a deshacerse de aquellos incidentes. Recordó que tenía una gran cicatriz en su brazo derecho y descubrió que aquel majestuoso licántropo tenía la misma cicatriz. Ató cabos.

La conexión entre ellos era innegable, y la cicatriz se convirtió en un puente entre sus mundos. Ella, aún aturdida, se sentó en la cama, intentando procesar lo que estaba sucediendo. —No te llamé intencionadamente, comenzó a decir, —pero… quizás en un rincón de mi mente, deseaba que alguien como tú apareciera.

El hombre lobo inclinó la cabeza, su mirada profunda y penetrante parecía leer sus pensamientos. —Los deseos a veces se manifiestan de formas inesperadas, respondió, su voz resonando con una mezcla de misterio y sabiduría.

Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no era de miedo; era una mezcla de emoción y curiosidad.

—¿Eres real? ¿O solo una creación de mi imaginación? preguntó, sintiendo que cada palabra era un paso hacia lo desconocido.

—Soy tan real como el miedo que llevas dentro, contestó él con una sonrisa traviesa. —Vengo de las sombras, pero no estoy aquí para asustarte. Mi presencia es un reflejo de tus propias luchas.

Ella recordó los contratiempos de su día: el accidente de coche, la discusión con su jefe, y cómo el joven encantador había sido su salvación en medio del caos.

—¿Estás aquí para ayudarme?, preguntó, sintiendo que había más en juego de lo que parecía.

—Exactamente, dijo el licántropo mientras se acercaba aún más. —Cada vez que sientes que el mundo se vuelve oscuro y pesado, yo estoy aquí. Pero debes aprender a llamarme cuando realmente me necesites.

Las palabras resonaron en su mente como un eco profundo. Ella había sentido esa necesidad antes, pero nunca había sabido cómo expresarla.

—¿Y si no sé cómo llamarte? cuestionó.

—Confía en tu corazón, respondió él con ternura. —Cuando sientas la desesperación o el miedo abrumador, simplemente piensa en mí. Yo vendré.

De repente, un ruido ensordecedor rompió la quietud de la habitación. Un trueno resonó fuera, iluminando brevemente el rostro del hombre lobo con una luz espectral. Ella sintió cómo el miedo empezaba a apoderarse de ella nuevamente.

—Recuerda lo que te dije, le advirtió él mientras la tormenta rugía afuera. —No estás sola en esto.

Con esas palabras resonando en su mente, ella cerró los ojos y respiró profundamente. Cuando los abrió nuevamente, ya no estaba asustada; había algo poderoso dentro de ella despertando.

—Está bien, dijo finalmente con determinación. —Si me necesitas también a mí… aquí estoy.

El hombre lobo sonrió ampliamente y extendió su mano hacia ella. En ese instante, comprendió que habían creado un vínculo irrompible: dos almas perdidas encontrándose en medio de la tempestad.

El hombre lobo se retorció y debatió por quedarse, pero el joven encantador gobernaba el día, y el amanecer tras la tormenta los había sorprendido. Era hora de volver a las sombras.

M. D. Álvarez