Revista de creación literaria en busca de creadores del mundo

jueves, 6 de junio de 2024

La isla paradisíaca, de M.D. Álvarez



En medio del océano de aguas ancestrales se encontraba oculta, tras una niebla perpetua y circundada por farallones, una preciosa isla paradisíaca cuajada de vegetación impenetrable. 

Habitada por primigenias criaturas de singular belleza emparejadas de por vida por el creador de continentes, Héctor llegó a la isla de forma accidental. No podía dejar de ser atraído hacia el centro de la enigmática isla, era como si le estuviera llamando.

Fue avanzando inexorablemente, apartando la vegetación salvaje que trataba de detenerlo sin conseguirlo. 

Por fin, alcanzó el centro de la preciosa isla: una pequeña laguna de aguas cristalinas que le invitaban a sumergirse en ella. 

Sabía que algo lo observaba bajo las aguas, no se zambulló, esperó a que apareciera la criatura que lo había estado llamando. Era un apabullante espécimen de dragón acuático. Por fin mediría sus fuerzas con un contrincante digno.

La lucha fue ardua y salvaje, pero Héctor no quiso matar al dragón, que solo defendía su isla. Decidió perdonarle la vida para que cuidara de las criaturas que habitaban la isla.

Héctor, con el corazón aún acelerado por la intensa lucha, observó al dragón acuático mientras se sumergía en las aguas cristalinas. El majestuoso ser se sumergió con una reverencia, como si reconociera la nobleza de Héctor al perdonarle la vida.

La isla pareció cobrar vida a su alrededor. Las criaturas primigenias, antes esquivas y cautelosas, se acercaron a él. Sus ojos brillaban con gratitud y respeto. Héctor sabía que había alterado el equilibrio de la isla al enfrentarse al dragón, pero también había ganado su confianza.

Sin embargo, Héctor se encontraba ante un dilema. Se debía al mundo exterior y a sus habitantes, pero ahora también se debía a los moradores de la isla. ¿Qué debía hacer? Se decidió por mantener la niebla eterna para que ningún ser humano alterara el ecosistema de tan bella isla. Debía abandonar a sus nuevos amigos. Sabía que su llegada había alterado el leve equilibrio de la naturaleza y solo se podía restaurar si abandonaba la mágica isla. El dragón comprendió la naturaleza de su decisión y dejó partir al héroe.

M. D.  Álvarez

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