Vicente García Hernández
Me detuve, y toqué el silencio
Ediciones Vitruvio, 2021
El silencio, los pájaros y el viento. Han sido los tres ideas que se han ido formando en mi cuando avanzaba por los versos de Vicente García Hernández. Y una de esas ideas, de esos conceptos, como bien apunta el autor del prólogo, José Belmonte Serrano, está muy ligado al autor molinense desde hace décadas, desde antes incluso que su poemario Los pájaros fuera accesit del Premio Adonais en 1965.
El silencio
es el agua que yo bebo,
o la mota de luz que me ilumina.
Mota y silencio en mis labios.
O el instante de luz que incendia a la luciérnaga.
En mis labios.
Este breve poema titulado Gota de Luz os puede dar una idea de la calidad, calidez de los versos que encontraréis en este poemario, editado muy acertadamente en formato grande, dividido en dos partes, que nos acercará también al Dios del molinense. No podemos olvidar su condición de sacerdote. Esa condición ha influido enormemente, a mi parecer, en su vida literaria, ya que vivió momentos donde publicar para él era un proceso mucho más difícil que para cualquier autor.
Me ha parecido sublime (en lo testamental) Credo del Dios aislado, al que casi enlazaría con Dios dice versos tristes, en la línea ambos de los clásicos de la España del Siglo de Oro.
Vicente García Hernández se nos presenta en este poemario en el momento de madurez creativa, también madurez vital, y demuestra que la poesía sigue ocupando una parte importante de su tiempo, y en su retiro de la Casa Sacerdotal de Murcia encuentra y busca, además de sus breves paseos por los jardines, el momento de soledad que el poema le reclama.
Soledad, silencio, luz, agua y pájaros. Es la obra de Vicente García Hernández y, eso, son palabras mayores.
Francisco Javier Illán Vivas
Un feliz e importante comentario de mi amigo Paco Illán, del último alumbramiento poético de mi otro gran amigo, Vicente Hernández. Que los futuros lectores sepan valorarlo en lo que representa. Felicitaciones y abrazos a ambos.
ResponderEliminarGracias, Paco, una reseña acertada y consistente. Me hace pensar en que debo seguir escribiendo algún verso más, como Dios, que escribe versos tristes. Dios nos regala la alegría -a veces dolorosa- de vivir; la vida está hecha de luz y oscuridad. Pero si encendemos una cerilla cada ser humano, si inventamos en nuestras vidas la armonía, seremos capaces de componer la 9 Sinfonía de Beethoven con el himno a la alegría final; la vida es lo que cada uno de nosotros hace de ella. Un abrazo agradecido
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